El Magazín Cultural

Regreso al club de jazz de los años 20

En la primera edición de “Silencio Jazz Club”, la directora de arte y experiencias de gran formato, Laura Villegas, llevará a los asistentes de regreso en el tiempo.

Karen Rodríguez Rojas/ @KarenRRodriguez
25 de septiembre de 2017 - 10:42 p. m.
El evento será en Bogotá, en la autopista Norte N° 153-81, y en Medellín, en la calle 2 sur N° 65-535.  / Cortesía
El evento será en Bogotá, en la autopista Norte N° 153-81, y en Medellín, en la calle 2 sur N° 65-535. / Cortesía

Al norte de Manhattan, en la ciudad de Nueva York, está Harlem, un barrio conocido como la capital afro, sinónimo de música y movimientos que luchan por reivindicar los derechos civiles de la población negra. Allá, en medio de la oscuridad y la criminalidad, se concentraron casi todos los locales de música jazz en vivo durante los años 20.

El sonido del piano que iba al ritmo del swing y del stride piano invadió las calles de Nueva York. Fats Waller, uno de los músicos más reconocidos de la época, cada noche era el mismo: un sombrero en forma de hongo, un traje oscuro, en su boca un cigarro y sus manos sobre el piano. Él era el protagonista de las míticas fiestas de alquiler que se organizaban en aquel vecindario que había sido diseñado para la clase media blanca y donde los negros no eran bienvenidos.

En esos tiempos en los que ser negro significaba ser esclavo, estar expuesto al rechazo y la muerte, la música se convirtió en un espacio de libertad. Las noches transcurrían en medio de las risas, los cantos y el baile, los lugares de encuentro eran los pisos de siete habitaciones en los que cabían hasta cien personas.

El jazz se empezó a escuchar en funerales, picnics o bailes; el sábado, en los lugares donde las comunidades celebraban; el domingo, en las orillas del lago Pontchartrain en Milneburg y Bucktown; el lunes, mientras comían fríjoles rojos y arroz. Todo el tiempo retumbaban los sonidos que los llevaban a la emancipación.

Esa música, que fue llamada por los blancos como jungle music y prohibida por ser considerada “diabólica”, encontró en los suburbios un espacio para crear clubes secretos donde personas de todas razas y clases sociales podían mezclarse. En esa misma época, 1920, también se crearon clubes como el mítico Cotton Club, un lugar al que iban Fletcher Henderson, Duke Ellington, Count Basie, Bessie Smith y Cab Calloway, pero que negaba la admisión a los afroamericanos. Sí, fueron los blancos quienes empezaron a bailar al ritmo del jazz.

Dos décadas después, con la aparición del bebop -tendencia revolucionaria que fue lanzada por la asociación de músicos afroamericanos que querían liberarse de la disciplina de las grandes bandas- aparecieron las salas de concierto más íntimas. Lugares donde las interpretaciones e improvisaciones en solitario se llevaban todos los aplausos.

En este mismo tiempo se vio el declive de estos espacios, la asistencia disminuyó y muchos se vieron obligados a cerrar sus puertas. Ahora, más de 70 años después, la primera edición de Silencio Jazz Club quiere regresar a sus asistentes en el tiempo y revivir esos lugares de fiesta.

“La experiencia de los asistentes estará dividida en tres momentos. El primero es un performance que girará en torno a un grupo de músicos en vivo que harán adaptaciones de John Coltrane y Miles Davis. El segundo será el concierto de Gregory Porter, en este espacio los asistentes entrarán a un auditorio y verán un juego de luces que harán de este concierto una presentación muy sobria, como es él. Al término de esto, los espectadores volverán al primer espacio que ya estará transformado en todo un ambiente de fiesta, ahí presentaremos cinco performances con diez bailarines y músicos en vivo. Todo esto será una gran fiesta del swing”, comenta Laura Villegas, directora de arte y experiencias del evento.

Sillas suspendidas en el techo, pantallas de video de más de 20 metros, bolas de luces por todo el lugar y música, mucha música en vivo por seis horas. Chamorro Entertainment City Hall será, por una noche, un lugar donde los sonidos del jazz  seguirán siendo un eterno diálogo entre distintas razas. 

Por Karen Rodríguez Rojas/ @KarenRRodriguez

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