El Magazín Cultural

Restos de Nemocón tienen 7.800 años

Los hallazgos, según investigadores de la Universidad Nacional, pertenecen a la era arcaica. Cementerios e instrumentos musicales fueron algunos de los elementos analizados.

Redacción Bogotá
09 de octubre de 2014 - 10:21 p. m.
Flauta de hueso, uno de los objetos que más llamaron la atención de los investigadores. / Agencia de Noticias UN/Unimedios
Flauta de hueso, uno de los objetos que más llamaron la atención de los investigadores. / Agencia de Noticias UN/Unimedios

La reserva arqueológica descubierta en el municipio de Nemocón hace 24 años, y que en 2010 estuvo amenazada por la construcción de un relleno sanitario, arrojó nuevos resultados. De acuerdo con la investigación realizada por la Universidad Nacional, los restos muiscas datan de hace 7.800 años.

El cálculo se hizo por medio de una resonancia paramagnética electrónica (EPR) realizada a las dentaduras de cráneos hallados en el sector de Checua, en este municipio cundinamarqués.

“Los restos pertenecen a los primeros pobladores de la sabana de Bogotá. Es una época de la cual no es frecuente encontrar datos. Todo apunta a que pertenecen a la era arcaica y formativa”, contó Ana María Groot, arqueóloga de la Universidad Nacional.

En la investigación se determinó que dentro de los hallazgos hay evidencias de casas de siete metros y medio de diámetro, donde los indígenas intentaron cultivar sus huertas. También se encontraron zonas de enterramiento y restos de herramientas en piedra y hueso, como asadores, punzones y agujas.

“Incluso encontramos una flauta de hueso, un hallazgo interesante para la época. Se nota que hay un ritual asociado que implica otras actividades, que denota otros saberes, como la música”, agregó la investigadora.

Para la arqueóloga, este trabajo es muy importante, pues no sólo se trata de uno de los hallazgos más antiguos, sino también de una muestra de la frecuencia cultural de los pobladores de la zona, quienes además se dedicaban a la caza y a la recolección, actividades que dan cuenta de la vida más sedentaria.

Estos esfuerzos sirven, dijo Groot, para que los cundinamarqueses sepan de dónde vienen, y permiten conocer su historia y ratificar los valores y las tradiciones de sus regiones. Muchas veces son terrenos agrestes, secos, pero allí hubo vida y con esta información se podría afianzar aún más la identidad, a través de los saberes que allí convivieron y que hay que preservar para nuestra memoria colectiva, señaló Groot.

Pero si las personas no conocen estos lugares y no los protegen, esto podría acabar con la historia ancestral. Así lo cree el grupo de investigadores, quienes tomaron la decisión de que la nueva etapa del proceso se enfoque en la divulgación de estos trabajos arqueológicos que se adelantan en el departamento. “Sabemos que las investigaciones son lentas y es muy difícil obtener recursos para ellas, pero vamos poco a poco. Ahora es fundamental que con lo recolectado se empiece a informar a la ciudadanía y se busquen nuevas formas de financiación”, afirmó la arqueóloga.

Por eso, ahora la prioridad es seguir el trabajo con las escuelas de la región y con el proyecto del museo, que estará ubicado en las minas de sal. Así, se espera incentivar turismo y el conocimiento de este valioso pasado indígena.

Por Redacción Bogotá

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