El Magazín Cultural
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La revolución de Gérard Rancinan

El fotógrafo francés nos habla sobre su apuesta artística más revolucionaria y atrevida: “Trilogía de los modernos”.

Sorayda Peguero Isaac
12 de febrero de 2016 - 04:04 a. m.

Gérard Rancinan dice que Dios está muy enfermo. Asegura que ha sido reemplazado por nuevos dioses, y que las noticias no son buenas: “La nueva religión es el dinero y el consumo”. Rancinan escribió recientemente en su muro de Facebook que había preguntado a gente de diferentes ciudades del mundo —Nueva York, París, Milán, Londres—: “¿Sabe quién es san Sebastián?”. De cien personas, setenta respondieron que no conocían al mártir cristiano (uno de los más representados en la historia del arte). Sin embargo, cuando el artista preguntó a las mismas personas si sabían quién es Mickey Mouse, los cien encuestados respondieron afirmativamente. Rancinan llegó a una conclusión: “Así es como en 60 años, 2.000 años de historia han sido barridos”.

El fotógrafo y la escritora francesa Caroline Gaudriault plantean un retrato de la sociedad actual. Una reflexión sobre la decadencia cultural y problemas sociopolíticos como la inmigración, el consumismo, la desigualdad y la búsqueda de una belleza impávida. Desde una óptica artística y crítica, las provocadoras fotografías de Rancinan y los textos filosóficos de Gaudriault se unen en la Trilogía de los modernos.

El proyecto visual se divide en tres series temáticas: Metamorfosis, Hipótesis y Mundo maravilloso. Su estudio lo describe como “una revolución en tres actos. Entre la comedia y la tragedia. Un cuadro de una humanidad confusa, tanteando a ciegas en la oscuridad, guiada por un deseo absoluto de felicidad generalizada”.

¿Cómo definiría usted “Trilogía de los modernos”?

Mi trabajo como artista es ser un testigo de nuestra humanidad. Miro a mi alrededor, veo la televisión, leo el periódico, navego en internet. Hablo con pensadores, con filósofos. El universo humano es extraordinario, a veces estúpido, a veces brillante. El “moderno” es este pequeño ser humano extraño y pretencioso que piensa cambiar la historia de la humanidad. La Trilogía de los modernos es un viaje largo y profundo en nuestro tiempo. Soy un testigo despierto de la metamorfosis de nuestra humanidad.

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El poder que ejercen los íconos mediáticos en la cultura popular es uno de los temas que aborda esta serie. En otoño de 2015 se celebró en la sala Darwin de la Universidad de Brunel, en Londres, el primer estudio académico basado en la familia Kardashian-Jenner. Durante ocho horas de simposio, se debatió sobre su influencia en la cultura popular contemporánea. Una fascinación que podría eclipsar la pintura más famosa de Leonardo da Vinci. Kris Jenner —matriarca del clan— contó en uno de sus libros que ella y su hija Kim fueron a visitar el Museo del Louvre. Estaban contemplando la Mona Lisa cuando una multitud frenética las arropó. Mientras madre e hija se hacían fotos junto a la obra renacentista de casi quinientos años, los espectadores las fotografiaban a ellas.

¿Qué le sugiere esta escena?

Las Kardashian son un producto de entretenimiento de nuestra sociedad, un producto comercial como Nike y Coca-Cola. La televisión lavó el cerebro de la masa (Pasolini). Tenemos que hacer resistencia, es decir, intentar no ser ingenuos. Es exactamente lo que decimos en la Trilogía de los modernos. La sociedad moderna (los negocios, los medios de comunicación, el arte contemporáneo…) trata de sustituir la Mona Lisa por la familia Kardashian. Es gracioso, ¿no?

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Rancinan construye un puente entre sus fotografías y obras de grandes artistas. En Metamorfosis, su versión de Las meninas presenta una parodia de la lucha contra el envejecimiento. La figura central, que en la pintura de Velázquez es una niña —la infanta Margarita de Austria—, se convierte en una imagen grotesca de Marilyn Monroe. Las jóvenes doncellas de la infanta se transforman en mujeres de facciones alteradas por los efectos del bótox y el bisturí. La balsa de la Medusa de Théodore Géricault toma la forma de La balsa de las ilusiones: una embarcación ocupada por inmigrantes desesperados que anhelan la tierra prometida. Hipótesis plantea la fragilidad de la individualidad humana y la memoria cultural. Civilizaciones enfrentadas a las tenazas de la globalización en una lucha que se adivina inútil. Y Mundo maravilloso muestra un gran parque de atracciones que ofrece entretenimiento sin límites. Un mundo feliz e infantilizado en el que Pinocho arremete a nalgadas contra un ser divino y san Sebastián adquiere la identidad de Mickey Mouse.

¿Por qué cree que necesitamos despojarnos de nuestra identidad?

Todos debemos desempeñar una comedia, inventar un papel social. A través de la televisión, el hombre aprende a lavar su cerebro. El hombre ya no vive en el mundo real. Está desconectado del lenguaje de la naturaleza. Vive en la ficción, no en la verdad del cosmos, que es un pequeño elemento. La esquizofrenia es la enfermedad de la Edad Moderna. Todo el mundo quiere ser otro.

¿Qué papel desempeña su pareja, la escritora Caroline Gaudriault, en este proyecto?

Trabajamos juntos durante mucho tiempo. Ella es una escritora muy inteligente. Tiene una visión del tiempo muy precisa, muy clara. Intercambiamos nuestros pensamientos, nuestras ideas acerca de las convulsiones que sacuden la humanidad. Ella escribe sus libros por un lado, yo hago mis fotos por otro lado; luego compartimos nuestro trabajo durante las diversas exposiciones y libros artísticos.

Dicen que la primera vez que Fidel Castro posó ante la cámara de un fotógrafo foráneo era usted quien miraba del otro del objetivo.

Fidel Castro sólo había posado dos veces. La primera vez, cuando bajó de la montaña en 1958, un retrato que fue publicado por la revista Life. La segunda vez fue en 1994, en La Habana. Yo hice esa foto. Una foto que simboliza la lucha de David contra Goliat.

¿Su paso del fotoperiodismo a la fotografía artística fue como una transición?

Nunca he establecido una diferencia entre ambas cosas, ni he impuesto ninguna jerarquía. Siempre, incluso cuando me dedicaba plenamente al fotoperiodismo, hice algunas exposiciones en museos de arte, libros... Pasé de una posición a otra. Consideré las páginas de revistas como paredes de museos y las paredes de los museos como altavoces para difundir mi mensaje. Nada ha cambiado, excepto que hoy en día dedico mi tiempo y energía a museos y colecciones privadas que me permiten refinar mi discurso poético y político.

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El diálogo visual en el que Rancinan y Gaudriault trabajaron durante siete años continúa su periplo. Trilogía de los modernos se ha presentado en Shanghái, Londres, Huelva (España), París, Milán y Eslovaquia. El fotógrafo dice que su propósito no es hacer una reinterpretación de grandes obras de arte, sino demostrar que el arte es eterno y que, empleando diferentes lenguajes, todos los artistas cuentan la historia de la humanidad.

¿Cuál es la reacción que quiere provocar en el público que observa las fotografías de esta serie?

Mis imágenes son como pequeños espejos del tiempo y de mis contemporáneos. La gente viene a ver fotografías hermosas y espectaculares, pero cuando salen de las salas de exposición, piensan en su propia realidad. Piensan sobre lo que son y el lugar que ocupan en la vida. Cada imagen es un pensamiento de nuestro tiempo. Soy feliz cuando las personas que visitan mi exposición me dicen: “¡Gracias, has cambiado nuestro domingo!”.

 

 

sorayda.peguero@gmail.com

Por Sorayda Peguero Isaac

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