El Magazín Cultural

Sargazo, ¿culpable del desastre en el Caribe?

Mencionar la Riviera Maya suena a estar hablando del paraíso: mar tranquilo, turquesa, vastas playas de arena blanca, ruinas, selva y misticismo. Sin embargo, los lugares turísticos son maquillados con fotos extraordinarias en folletos, para convencer a los turistas de hacer una inversión en una experiencia que prometen como inolvidable.

Natalia Méndez Sarmiento / @cuentosdemochila
01 de junio de 2019 - 03:57 a. m.
Imagen de la multiplicación del sargazo que actualmente se está comiendo la playa en la Riviera Maya. / Cortesía
Imagen de la multiplicación del sargazo que actualmente se está comiendo la playa en la Riviera Maya. / Cortesía

Cuando llegué por primera vez en 2015 a Tulum, la Riviera no era exactamente como la imaginaba. El mar estaba invadido por cúmulos de algas cafés que se pudrían en la playa y emanaban un olor fétido. La palabra “sargazo” (el nombre de estas algas marinas), era común en esos días y nadie entendía porque se acumulaba de tal manera en las playas. Decían los habitantes de la zona que eran temporales y, que desde que tenían memoria, siempre había una temporada de algas, aunque nunca en la cantidad que se estaba presenciando. 

Aun así, sentí estar en un lugar extraordinario, pues más allá del mar y las playas oscuras, visité algunas ruinas mayas que se extienden desde Honduras hasta México, logré ver desde la cima de las pirámides la inmensidad de la selva, y conocí varios cenotes, que sin duda fueron y siguen siendo una de las formaciones naturales más encantadoras y enigmáticas que jamás haya conocido.

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Los cenotes son ojos de agua, algunos en cuevas y otros al aire libre, que se formaron por la filtración del agua debido a la porosidad de las rocas. Según afirman los buzos y científicos, todos los cenotes, aproximadamente 8000 en la Península de Yucatán, están interconectados entre sí y llegan al mar. También me refiero a estos como enigmáticos, pues eran lugares sagrados para los mayas, allí hacían sacrificios y los consideraban portales dimensionales.

Así que, a pesar del sargazo, me enamoré de la Riviera Maya y de México. Sin embargo, esperaba ver algún día el mar claro y las playas totalmente blancas, como las de Varadero en Cuba, que invitan a entrar y jamás salirse del agua tibia y transparente.

Este amor, y otros también, me trajeron cuatro años después nuevamente a Quintana Roo, el estado donde se encuentra Cancún. Ahora vivo temporalmente en Playa del Carmen, una especie de mezcla entre el pueblo “hippie chic” de Tulum, y la ciudad de Cancún.

Lo primero que hice después de instalarme en el estudio que renté por varios meses, fue ir a ver si el sargazo había desaparecido y por fin podría conocer las playas de la Riviera en su esplendor. La sorpresa fue chocante, no solo no había desaparecido, sino que ya no quedaban casi porciones de arena por donde caminar. El mar, los hoteles y el sargazo se estaban comiendo la playa.

Con el paso de los días empecé a recorrer el este de la Península, repetí algunos lugares y conocí otros a los que no había ido. La tristeza y el enojo me invadieron los primeros días. Tulum, el pueblo en el que viví seis meses en 2015, en el que me sentía tranquila y andaba siempre en bicicleta, se convirtió en una pequeña ciudad atiborrada de autos, buses y motos. Con solo un día de estar allí, se me quitaron las ganas de regresar.

Playa del Carmen, se expandió mucho más de lo que podía esperar en cuatro años, y en esa expansión arrasaron con la selva para hacer resorts, condominios y conjuntos residenciales.

La carretera Federal, que empieza en el límite de México con Belice y conecta puntos turísticos como Tulum, Playa del Carmen y Cancún, se volvió una exposición de parques de diversiones, hoteles, bares y restaurantes, cuando hace unos años eran más notables la selva y el mar.

Playas y cenotes que había visitado años atrás fueron privatizados, y los costos por entrar se volvieron ridículos, la economía no me ha dado hasta ahora para conocerlos cada semana como lo hacía antes. Además, los cenotes se convirtieron en un accesorio que eleva el costo de las hectáreas de tierra. Ahora es común escuchar que alguien, con muchísimo dinero, compró 50 hectáreas de selva donde hay 5 cenotes y va a poner un parque de diversiones.  La devastación de la Riviera Maya para hacer dinero ha sido y seguirá siendo descontrolada.  

Hace unos días fui a la playa y me senté a contemplar los tumultos de algas llegando con las olas. De esa tarde nació este artículo, y mi aceptación e incluso hasta un poco de amor por el sargazo. 

Todas las teorías acerca de estas algas, apuntan a que la acción humana desbordada e insostenible, es la que ha creado esta invasión de sargazo de proporciones nunca antes vistas en el Caribe, y que ya no solo afecta a México sino a todos los países que limitan con esta porción de mar.  

Se escucha que el cambio climático hace que estas algas mueran más rápido de lo normal, y no se alcancen a degradar en el mar. Que derribaron la barrera de coral para hacer unos hoteles y esta era la que detenía el sargazo. Que tantas algas provienen del Mar de los Sargazos, que se encuentra en el Atlántico Norte, y que la pesca excesiva y la basura orgánica que llegan al océano hicieron que se reprodujera en exceso debido a los nutrientes. Hay muchas teorías y solo una conclusión: es un desastre ecológico a causa de prácticas humanas que ya no se puede detener.

Debido a la acumulación de sargazo en las playas, las tortugas recién nacidas tienen dificultades para llegar al mar. La descomposición de las algas está contaminando el agua, y esto afecta a la vida marina, por ende, a los animales que se alimentan de ella, y finalmente a los seres humanos que consumimos lo que nos pongan en frente. También afecta gravemente al turismo, y es aquí cuando vuelvo a mi idea de ver el lado positivo de este desastre.

Que los turistas ya no quieran gastar su dinero en la Riviera Maya, es un golpe terrible para miles de personas que viven de ello, de hecho, ya es un problema. Si antes en este lugar circulaban cantidades extraordinarias de dinero, ahora no. Todos se quejan de lo difícil que está la situación económica, y en parte le atribuyen esta debacle al sargazo, pues los turistas ya no quieren venir y los inversionistas ya no quieren comprar, debido a que está muy alejado de ser el paraíso que era.

De alguna manera la naturaleza nos exige que nos detengamos. Todos los seres vivos tenemos un ciclo natural sagrado, y dependemos de este para mantener el equilibrio. Cuando estamos enfermos el cuerpo se defiende para poder reestructurarse y sanarse, es exactamente igual con la Tierra. Así lo entendí esa tarde, y todo el fastidio que tenía por estas algas se transformó. Las entendí como un mecanismo natural de preservación y regeneración, que probablemente hará que se detenga la destrucción general de la Riviera Maya.

Si realmente la cuestión del sargazo es a causa de acciones humanas, entonces que llegue todo el que tenga que venir, que el mar se tome su tiempo para volver a ser lo que era, y que nosotros tomemos consciencia de que definitivamente lo que hacemos si afecta al planeta, y finalmente a nosotros porque somos parte de lo mismo. Incluso también es necesario darle un respiro a la selva y que no la devasten más. Ahora quieren hacer un ferrocarril junto a la carretera federal, para eso tendrían que pasar por encima de cenotes, ruinas, selva y animales.

Es una locura el crecimiento desbordado de este lugar, que yo noté en solo 4 años. Un esloveno me contó que había venido en 1997, y que su tristeza al regresar en 2019 fue muy grande al ver cómo estaban explotando sin medida el estado de Quintana Roo.

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Lo que me deja pensando, es que ahora van a destruir las pocas playas a las que no llega el sargazo y otros lugares cercanos. Por ejemplo, las islas como Cozumel e Isla Mujeres, tienen un lado con algas y el otro no, esto debido a las corrientes marinas. Por supuesto las agencias de turismo están enviando miles de personas que se quejan del sargazo a estos lugares. También están vendiendo sin control paquetes turísticos a los cenotes, a las lagunas y a las ruinas para compensar.

Es un desastre ecológico, social y económico irreversible. Se gastan millones de pesos en limpiar la arena y en detener toneladas de algas que viajan a la deriva. Yo creo que solo queda la aceptación y la toma de conciencia. De todas formas, pueden limpiar la playa tres veces al día, pero si siguen arrasando con lo que está alrededor, la naturaleza va a seguir buscando el equilibrio.    

Por Natalia Méndez Sarmiento / @cuentosdemochila

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