El sueño que Borges dejó en Colombia
Por: Juan Camilo Rincón
En 1960 Jorge Luis Borges era ya uno de los escritores más reconocidos de América; para entonces había publicado dos grandes obras, El Aleph y Ficciones, y nacía El Hacedor, fundamento del pensamiento borgiano. Entonces recibió una carta del escritor nortesantandereano Jorge Gaitán Durán -fundador y director de la revista Mito-, quien le pedía hacer parte de su revista y, de paso, visitar nuestro país.
Por: Pablo Montoya
Mientras el autor argentino se asomó con juicio crítico a los escritores franceses de su tiempo, los intelectuales europeos, por lo general, han desconocido los aportes de la literatura latinoamericana.
Por: Fernando Araújo Vélez
"Él mismo se habrá imaginado y descrito como el tonto mundano que en horas de la tarde, mientras su esposa, Elsa Astete Millán, dormía la siesta, salía de casa en silencio, a hurtadillas, para ir a visitar a su señora madre, doña Leonor Acevedo Suárez. Él mismo habrá podido decir, algo nervioso y tartamudo, que ese sujeto de bastón, ciego y lento, que caminaba las calles de la Buenos Aires que tanto fustigaba, era el verdadero Jorge Luis Borges, un hombre demasiado apegado a sus raíces, anárquico como su padre y su abuelo, medio aristócrata, tímido, inseguro, prendado de su madre hasta el punto de soñar con ella, incluso, cuando ya hacía cinco años que había fallecido"...
Por: Camilo García
"Un día del año 1976 que me dirigía de regreso de la Universidad Nacional donde cursaba mis estudios de filosofía al apartamento en el que vivía con mi padre y mi hermano en el centro de Bogotá encontré parado al frente de la entrada de la Biblioteca Nacional a Jorge Luis Borges conversando con el poeta, ensayista y el crítico literario colombiano Juan Gustavo Cobo Borda a quien había conocido un tiempo atrás en un reunión social a la que me había invitado su novia que era compañera mía de estudios"...
Por: Nelson Fredy Padilla
Se cumplen 30 años de la muerte del gran poeta y cuentista argentino y, aparte de leerlo y releerlo, sólo resta aprender de cómo escribía. Un libro nos ayuda en la tarea.
Por: Isabella Portilla
Borges solía regalarle su ropa vieja a un mendigo que leía a Borges. Cuando el mendigo iba a su casa en los inviernos, nunca traspasaba el antejardín. Se limitaba a tocar el timbre y Borges salía hasta la calle a entregarle unos trapos gastados y a cruzar con él un par de palabras, al tiempo que buscaba en sus bolsillos unas cuantas monedas.
Por: Ángela Martin Laiton
Nos encontramos en la puerta de la ciudad que Borges habitó como un laberinto que terminaría descifrado en ruinas circulares. No ha sido sencillo el viaje, primero enfrentarse al frío correspondiente a la entrada del inminente invierno, salir por Corrientes atestada de teatros y librerías copadas con la portada de “Borges cuenta Buenos Aires” con un prólogo de María Kodama a propósito de los 30 años de su fallecimiento, los centros culturales, las bibliotecas, el gobierno de la ciudad, la academia, las universidades, la prensa, todos queremos dar fe de la obra Borgiana.