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"Si más gente leyera habría más tolerancia"

Este escritor es uno de los invitados a la octava edición de la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín. El antioqueño aborda sin tapujos temas como la homofobia, la censura y las fronteras.

Manuela Saldarriaga, Medellín, Antioquia
15 de septiembre de 2014 - 01:04 a. m.
Jorge Franco dice que la literatura hace a los seres humanos distintos: no peores ni mejores, sólo diferentes.  / Julián Roldán
Jorge Franco dice que la literatura hace a los seres humanos distintos: no peores ni mejores, sólo diferentes. / Julián Roldán
Foto: Julian Roldann Alzate

Jorge Franco es uno de los 360 invitados a la 8ª Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín. Obtuvo este año el Premio Alfaguara de Novela con El mundo de afuera, obra que recorre como un péndulo angostos territorios físicos e ineludiblemente se detiene en otros que no lo son tanto. Esta entrevista poco o nada tiene que ver con la historia que sucede en su libro, hace alusión a otros temas.

Diría que pocos escritores colombianos seducen con sus temas lo necesario a los jóvenes para ser leídos, como considero que no es su caso. Quiero saber qué piensa de la homofobia.

Cuando escribo una historia, una novela, pienso en el lector en el sentido en que hay que respetarlo, ser serio con el tema, intentar atraparlo, pero siempre es un lector muy ambiguo y nunca pienso si es hombre, mujer, joven o adulto. Sé que las mujeres leen más que los hombres, por ejemplo, y una de las sorpresas que he tenido es la recepción de mis historias entre los jóvenes sin proponérmelo, pero creo que ha sido un proceso que ha tomado tiempo.

Con respecto a la homofobia, me alegra mucho que sea un tema que esté saliendo a flote y que se esté hablando de él sin tapujos. Lo que me duele muchas veces es que tengan que pasar sucesos lamentables y dolorosos para que estos temas surjan. En lo que escribo siempre he tratado de evitar esos personajes que son en blanco o en negro, me gusta explorar una zona gris en la que la sexualidad está latente, que también es llena de matices, de vericuetos y enigmas. En una de mis novelas dice un hombre que la sexualidad es tan insondable como el más allá. Me asombra que en pleno siglo XXI todavía sea un asunto no superado, cuando uno encuentra la literatura clásica, la griega o la romana, bastante homoeróticas. Estos temas deberían estar superados hace mil años, pero el mundo parece enquistarse en este tipo de conductas, por eso insisto en que si más gente leyera habría más tolerancia.

En algunos de sus personajes masculinos se desliza con facilidad la feminidad. ¿Cómo comprende la relación literatura-género?

Tengo la creencia de que el arte es un reflejo del alma y estoy mucho más convencido de que ninguno se acerca tanto al conocimiento del ser humano como la literatura, porque siempre es un viaje hacia dentro. Por lo general aparecen grietas, inseguridades o temores, y el aspecto erótico está ligado a esta complejidad de la existencia. Somos lo que el instinto nos lleva a ser. Y no me refiero al aspecto sexual únicamente, me refiero al aspecto intelectual, social, cultural, y creo que en la medida en que la literatura busca comprender la conducta del ser humano, hay un enorme conocimiento en ella. Dije que habría más tolerancia si hubiera más lectura, de literatura sobre todo, porque estoy seguro de que en una obra de Dostoievski o de Balzac hay algo más profundo que en cualquier libro de autoayuda que promulgue el conocimiento de la sexualidad. La literatura llega a ser mucho más ancestral recogiendo lo que otros han ido narrando de acuerdo con la época. La medieval, inmensamente erótica, es contada desde la represión, desde lo prohibido, desde lo oculto. Dentro de la complejidad de la construcción de un personaje, uno siempre tiene en cuenta el aspecto erótico, que es uno muy diferente a lo meramente genital.

¿Cómo provocar la lectura?

Es muy complicado, porque implica un esfuerzo y yo creo que la gente tiende al facilismo, y leer implica meterte en algo y participar en ello, ser como un coautor de lo que se está leyendo. Yo he insistido mucho, y por lo menos procuro hacerlo en mi literatura, en que ésta debe ser lúdica, mostrándoles espejos a los lectores en los que puedan mirarse. Tengo una teoría que me parece muy válida y es que la lectura hace a las personas diferentes, no voy a decir que peores o mejores, pero sí diferentes, y en un mundo que tiende a igualar, a crear rebaños y a homogeneizar, creo que la diferencia es un privilegio.

¿No le parece la moral una forma de censura?

Sí. Los moralistas tienden siempre a juzgar la conducta de los otros olvidando lo que tienen a su alrededor y de lo que muchas veces son cómplices. Esta me ha parecido una característica de la doble moral que perdura en nuestra sociedad, y creo que la antioqueña se ha caracterizado sobre todo por eso. Es una sociedad que, por un lado, ha sido vanguardista en el arte, y se ve en la literatura, en la pintura, en la escultura, pero siempre ha tenido que superar unos obstáculos. Se me viene el recuerdo de Débora Arango, que tuvo que superar tanto de su época para pintar un cuerpo desnudo. Eso es algo con lo que los creadores en Antioquia siempre nos hemos encontrado, pero no nos ha frenado de ninguna manera.

¿Qué pensó cuando no le permitieron lanzar su novela ‘El mundo de afuera’ en el Castillo, el escenario principal en el que ocurre?

Es que es una cultura muy extraña: se escandaliza con un desnudo o con una declaración de quien reconoce su gusto por personas del mismo sexo, pero si se da cuenta de una masacre de 15 o 20 personas pasa la página. Sé que somos un país violento y que la violencia se ha convertido en un lugar común, pero estamos ya en mora de evolucionar con otros aspectos. Cuando surgió la prohibición de presentar esta novela, creo que fue por algunos argumentos de índole moral, incluso me negaba a llamarlo censura, porque me cuesta creer que en pleno siglo XXI todavía esa palabra pueda existir para un libro, incluso que pueda existir para una expresión del ser humano cualquiera que esta sea. Lo veo como una obstinación de ciertos sectores de la sociedad por preservar algo que no tiene sentido que siga existiendo. Yo promulgo la dignidad, las libertades y estoy plenamente convencido de que esta historia es respetuosa con los hechos y los personajes, y si éstos vivieran reprocharían ese acto de veto.

De paso, ¿qué piensa de las fronteras y de que este sea el tema transversal de la Fiesta del Libro de Medellín?

Me parece que es una propuesta muy osada porque nacimos rodeados de fronteras y nos vamos con ellas hasta la muerte. Las fronteras físicas son en apariencia más agresivas porque son visuales y se sienten, pero las más complicadas son las fronteras con las personas, con la familia, con el padre, con los amigos, y las más grandes son las que llevamos dentro. Como escritor creo que he encontrado muchísimas y de diferente índole. La primera fue a nivel muy personal, ser capaz de superar algo que no era posible: a mí mismo. Creer que podía llevar a término un proyecto y encontrarme con la suerte de que ese proyecto tuviera una aceptación. Luego vino otra y fue darme cuenta, como lo dijo Julio Ramón Ribeyro, de que en el arte siempre está la tentación al fracaso. Y luego pasar de lo privado a lo público. Precisamente escogí este oficio porque sentía que podía dar rienda suelta a muchas inquietudes personales, privadas, muy íntimas, pero te encuentras con que lo tuyo ya es de varios y que te conoce alguien a quien tú no conoces. Creo que son muy pocos los que han logrado derribar su propia frontera y moverse de un lado a otro con naturalidad y con libertad. Diría que, en todos los sentidos, son los más privilegiados.

Por Manuela Saldarriaga, Medellín, Antioquia

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