El Magazín Cultural

Siete llaves para una pieza musical

La Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, bajo la dirección del estadounidense David Levi, interpretará hoy esta ópera compuesta en 1911.

Juan Carlos Piedrahíta B.
26 de septiembre de 2013 - 10:00 p. m.
La soprano sueca Paulina Pfeiffer y el bajo barítono Marcell Bakonyi, de Hungría, protagonizan la ópera ‘El castillo de Barbazul’, del compositor y pianista Béla Bartók. / Cortesía Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia
La soprano sueca Paulina Pfeiffer y el bajo barítono Marcell Bakonyi, de Hungría, protagonizan la ópera ‘El castillo de Barbazul’, del compositor y pianista Béla Bartók. / Cortesía Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia
Foto: Foto Markus Gårder

Lo que parece pocas veces refleja la realidad. Judith recibe de las manos de su amado Barbazul siete llaves para acceder a igual número de aposentos. Es la primera vez que pisa el misterioso castillo del hombre con el que piensa que puede compartir, en armonía, el resto de la vida, y mientras conoce su entorno va descifrando de manera más genuina las bajas pasiones de su pareja.

Estos dos personajes son los responsables del peso escénico de la ópera El castillo de Barbazul, compuesta por el húngaro Béla Bartók (1881-1945) con textos de su gran amigo, el poeta Béla Balázs, quien se inspiró en largos fragmentos de una obra homónima del escritor francés Charles Perrault (1628-1703) para construir esta pieza de un poco más de una hora de duración y que durante el siglo XX fue una de las más interpretadas dentro del repertorio de creaciones de Bartók.

A diferencia de muchas partituras del canto lírico, esta pieza se desarrolla en un solo acto, en el que Judith y Barbazul cuentan buena parte de una historia tanto trágica como romántica. Ambos, por amor, según expresan, huyen y se refugian en un viejo castillo que encierra toda clase de misterios y sorpresas. Ella, interpretada por primera vez por la cantante Olga Haselbeck en 1918, implora confianza a su amado y le dice que quiere ser testigo de lo que hay detrás de las siete puertas más importantes de la edificación. El personaje masculino, que fue personificado durante el debut por Oszkár Kálmán, accede.

Con las siete llaves en su poder, Judith se dispone a abrir las puertas sin saber muy bien que cada una la sorprenderá más que la anterior. Detrás de la primera encuentra una cámara de torturas, y de inmediato justifica a Barbazul. Luego de abrir la segunda cerradura se topa con un depósito armamentista impresionante y su actitud es la de agradecerle a su amado por la lucha diaria.

La historia de El castillo de Barbazul, pieza compuesta en 1911 pero estrenada sólo siete años después por el propósito del compositor de implementar más elementos al desarrollo musical, continúa con la aparición antes los ojos de Judith de un tesoro incalculable. Joyas de todas las dimensiones, modernas y ancestrales, están perfectamente dispuestas en el tercer recinto, pero al acercarse bien se da cuenta de que todas, sin excepción, están manchadas de sangre y, como es ya habitual, esta mujer enamorada reflexiona y excusa a su hombre. Detrás de la cuarta puerta hay un paisaje pocas veces visto por ella. Árboles frondosos, especies animales maravillosas, fuentes de agua y colores diversos se van haciendo más evidentes. Sin embargo, el abono para la tierra de donde brotan todas estas particularidades es rojo y ese hecho la llena de interrogantes silenciosos.

Judith sigue explorando el castillo de Barbazul y detrás de la quinta puerta encuentra otro paisaje, pero esta vez extremadamente luminoso, aunque una nube se aproxima amenazante. Se toma su tiempo para contemplar el panorama y se da cuenta de que el gris será el color predominante y que ese mundo bello y luminoso termina siendo dominado por las sombras. Su visión es el presagio de lo que encontrará detrás de la sexta puerta. Aquí el agua de un lago se ve transparente, pero al acercarse se da cuenta de que ahí están estancadas las lágrimas de todas aquellas personas a las que Barbazul ha hecho sufrir.

A pesar de todo lo que ha visto, Judith sigue enamorada de su pareja, pero no quiere quedarse con la curiosidad de qué hay en el séptimo aposento. Le pide la última llave a Barbazul y él se la entrega pensando que por fin encontró a alguien incondicional. En el cubículo final, Judith encuentra todas aquellas mujeres con las que su amado ha tenido romances. Algunas fueron compañeras durante una mañana, otras compartieron el ocaso y otras simplemente desfilaron por su cama durante una noche.

Lo que pasa después en El castillo de Barbazul se podrá saber esta noche en el auditorio Fabio Lozano, de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, cuando la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, bajo la dirección del norteamericano David Levi, interprete esa creación del húngaro Béla Bartók. El rol de Judith estará a cargo de Paulina Pfeiffer, soprano sueca elogiada en varias ocasiones por su lírica cálida y su fuerte carisma sobre el escenario, mientras que el encargado de darle vida a Barbazul es el bajo barítono Marcell Bakonyi, de Hungría, quien ganó el Concurso Internacional Rolando Nicolosi en Roma.

El castillo de Barbazul es una pieza corta desarrollada en un acto que no necesita de nada más para seguir siendo interpretada.

 

El castillo de Barbazul. Viernes 27 de septiembre, 7:30 p.m. Auditorio Fabio Lozano, carrera 4ª Nº 22-40. Informes y boletería: 404 2463 y www.primerafila.com.co.

Por Juan Carlos Piedrahíta B.

 

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