El Magazín Cultural

Simone Veil: la inmortal

Víctima del Holocausto, feminista sin declararlo, europeísta convencida. Tras su fallecimiento, el pasado 30 de junio, Francia rinde homenaje a una mujer que representó los grandes ideales del siglo XX.

Ricardo Abdahllah
06 de julio de 2017 - 02:00 a. m.
En 1970, Simone Veil fue la primera mujer en ocupar el cargo de secretaria general del Sindicato Superior de la Magistratura. / AFP
En 1970, Simone Veil fue la primera mujer en ocupar el cargo de secretaria general del Sindicato Superior de la Magistratura. / AFP

El 26 de septiembre de 1974, Simone Veil subió al estrado para dirigirse a la Asamblea Nacional francesa. Sabía que al aceptar la cartera de Salud que le había propuesto el entonces primer ministro, Jacques Chirac, recibía también la misión de defender la ley que despenalizaría el aborto y que, a pesar de que años de marchas de organizaciones feministas como el MLF y el MLAC y el precedente del manifiesto de “las 343 putas”, en el que celebridades como Simone de Beauvoir, Marguerite Duras y Catherine Deneuve reconocían haber abortado, habían preparado el terreno, se enfrentaría a la dura oposición de una Asamblea casi exclusivamente masculina. Durante todo el debate, Veil conservó la calma, incluso cuando el diputado centrista Jean-Marie Daillet le preguntó si consideraba que los fetos eran “agresores que deberían terminar en los hornos crematorios”.

Veil sabía de hornos crematorios. Si cuando décadas después entró a la Academia Francesa pidió que en su espada forjaran el número 78651 fue porque era la cifra que le habían tatuado en el brazo al día siguiente de su llegada al campo de concentración de Auschwitz- Birkenau.

Simone Jacob, Simone Jacquier, Simone Veil

Su padre, un arquitecto francés que había perdido la mitad de su fortuna en la crisis de 1929 y la otra mitad por culpa de las leyes antisemitas en los años cuarenta, había intentado protegerla de la deportación cambiando su apellido original, Jacob, por el más francés Jacquier, y confiándola a los 16 años a sus profesores de literatura. La estrategia no funcionó y Simone terminó junto a sus hermanas a bordo del tren 71, uno de los muchos que las autoridades francesas llenaban de judíos y miembros de la resistencia para entregarlos a los nazis.

Embarcados en otro tren, su padre y su hermano mayor murieron en el campo de concentración de Kaunas, en Lituania. Faltaba un mes para el final de la guerra cuando la fiebre tifoidea acabó con la vida de su madre en el campo de Bergen-Belsen.

Quien a partir del año 2000 sería presidenta de la Fundación por la Memoria de la Shoah, solía evocar la incomprensión con la que los sobrevivientes de los campos de concentración se encontraron cuando, tras meses de errar por Europa, pudieron volver a Francia. Fue también su caso y por eso evitó el tema durante décadas. Al regresar a París en 1945, Simone Jacquier se inscribió en la facultad de ciencias políticas de París y al año siguiente se casó con el también politólogo Antoine Veil. Juntos entrarían en la política durante los años cincuenta como parte del MRP, un movimiento centrista de orientación demócrata cristiana. En 1970, Simone Veil sería la primera mujer en ocupar el cargo de secretaria general del Sindicato Superior de la Magistratura y en 1975 la segunda mujer en la historia de Francia en acceder a una cartera ministerial.

Durante las dos ocasiones en las que estuvo al frente del Ministerio de Salud, Veil impulsó la financiación del Instituto Pasteur y las primas para las madres gestantes, y tras su paso por el Gobierno se convertiría en un aguerrida defensora del ideal europeo, que la llevaría en 1979 a convertirse en la primera presidenta del Parlamento Europeo elegida por voto popular. Veil sería además miembro del Consejo Constitucional y de la tradicionalmente machista Academia Francesa.

La ley que liberó a las mujeres

Todas estas razones ya justifican que cerca de 100.000 personas firmaran una petición en línea para que Veil, quien falleció en su apartamento el pasado viernes, sea inhumada en el Panteón de París, donde reposan figuras como Víctor Hugo, Émile Zola, Louis Braille y Marie Curie, una solicitud que el presidente Emmanuel Macron confirmó haber aceptado durante el funeral de Veil el pasado miércoles.

El más grande motivo de admiración por Veil es, sin embargo, su rol como ponente de la ley sobre la despenalización del aborto y la responsable de su aprobación, frente a una opinión pública y una clase política que no sólo eran desfavorables a la idea, sino que veían con peores ojos que ésta fuera defendida por una mujer, además judía.

La ley, que llevó el nombre de su defensora, entró en vigor el 17 de enero de 1975, pero sufrió numerosas modificaciones hasta el 2016, cuando por fin se suprimió el “período de reflexión obligatoria” de una semana, que obligaba a las mujeres que deseaban abortar a esperar siete días entre la primera consulta y el procedimiento.

“De manera retrospectiva, la Ley Veil es vista como un logro mayor en la lucha por los derechos de las mujeres, pero la versión original del texto legislativo fue muy criticada por las asociaciones feministas de la época, que tenían reivindicaciones mucho más radicales. Eso puede explicar que sólo hasta la publicación de su biografía, Veil no se definiera como feminista y cada vez que le preguntaban si lo era evadía la respuesta.

Es posible que no se sintiera identificada con los combates que se daban en ese momento y cuando presentó el proyecto de ley, habló más de evitar las trágicas consecuencias del aborto clandestino que del derecho de la mujer a disponer de su propio cuerpo”, aclara Bibia Pavart, profesora de la Universidad de París II y autora de Si yo quiero, cuando quiero. Historia de la anticoncepción y el aborto en Francia de 1956 a 1979.

“Pero Simone Veil era muy consciente de la cuestión de la desigualdad. Desde mediados de los sesenta hizo parte del Comité de Trabajo Femenino y en los noventa se comprometió muy activamente con la causa de la igualdad a nivel de salario y de representación en el Gobierno. Su recorrido hace de ella una ‘feministas’”, dice Pavard. “Esto, junto al hecho de que a lo largo de su carrera política supo mantener su libertad e independencia frente a los partidos, explica que hoy en día haya una cierta unanimidad respecto a su legado”.

A tal punto que incluso la ultraderechista Marine Le Pen colgó un mensaje en su página de internet lamentando su fallecimiento. Es posible que la presidenta del Frente Nacional hubiera olvidado, o considerado un detalle menor, que durante la campaña para las elecciones del Parlamento Europe en 1979 su padre, Jean-Marie Le Pen, y varios miembros del Frente Nacional entraran a una de las reuniones de campaña de Veil y se dedicaran a sabotearla tildándola de “abortosa”.

“No les tengo miedo”, les respondió Veil. “Yo sobreviví a otros que eran más malos que ustedes”.

Por Ricardo Abdahllah

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