El Magazín Cultural

Soul Góspel Medellín, un coro heredero de voces negras

Son pioneros de una tradición musical víctima de la esclavitud. Estas 26 voces resonantes alteraron las canciones de iglesia de la capital antioqueña. Ahora su sueño es representar al país en el exterior.

Camila Taborda/ @camilaztabor
15 de junio de 2017 - 02:01 a. m.
Soul Góspel Medellín, un coro heredero de voces negras

Los esclavos de Norteamérica cantaban para que la vida fuera gentil con sus pieles negras. Para que en el sur, entre las flores de algodón, un día fueran libres. Así se animaron los cánticos dentro de las plantaciones, desde la casa de oración que el amo les disponía. Abolida la esclavitud, el espíritu que una vez velaron ahora se enaltece en los aplausos de la gente cuando los coros terminan. Ha pasado más de un siglo y a 3.000 kilómetros de allí, esta música todavía se condona con Dios. El mismo Dios que los antepasados tenían.

Soul Góspel Medellín nació hace dos años. El pianista Vladimir Rueda dirigía un montaje que no viene al cuento, y Sandra Moore, una cantante de largo en la ciudad, había conformado un ensamble parecido. El hecho fue que se juntaron en busca de voces oscuras. Se imaginaron un coro de los templos de Chicago en los años treinta. Con sujetos de ancho tórax, cedidos por la mismísima diáspora africana. El góspel era un género alejado de la capital antioqueña, lejano a los canturreos de misa.

Richard Jobson, marinero inglés, viajó a África con fines de explotación comercial en 1620. Viene al caso porque en una cita de su diario dice que “sin duda, no hay pueblo sobre la tierra con mayor inclinación natural por el sonido de la música que este”.

En Medellín lo consiguieron. Sandra y Vladimir congregaron veinte voces pronto; luego vinieron las audiciones. La condición era escuchar un canto de alma. Así no hizo falta una voz oscura, ni ser negro, ni de amplias carnes y mucho menos peinarse un afro. Entonces la armonía se dio con el tiempo, más ensayos. De hecho, los integrantes tienen por costumbre ser solistas.“Fue un trabajo continuo de ensamble, no sólo vocal sino del corazón”, de esta manera lo recuerda la directora comercial, Paula Cardona. A propósito, los músicos esclavos del siglo XVIII sobresalían en los periódicos coloniales de Massachusetts y Virginia. En venta o en alquiler, los talentos del cautivo eran aludidos. Su interpretación con instrumentos y hasta menciones de honor vocal. “Un mulato llamado John Jones, de unos 26 años, que huyó… es un gran cantante”, decía un anuncio del 14 de abril de 1745 en The Maryland Gazette, uno de los diarios más viejos de Estados Unidos.

Hoy, en libertad, 26 voces y un director musical componen Soul Góspel Medellín. Entre sopranos, contraltos, tenores y barítonos. La ganadora de La Voz Colombia 2013, Miranda, es una de las integrantes del coro. Es fisioterapeuta, por ejemplo.Los demás vocalistas son ingenieros, comunicadores, maestros, percusionistas… en busca del sonido más uniforme posible.

De hecho, es imprescindible que entonen el cántico más popular entre los cristianos afroamericanos: Amazing Grace. Una composición salida de un navío negrero bajo una fiera tempestad. Compuesta por el comerciante de esclavos John Newton a finales del siglo XVIII, quien se convertiría en pastor protestante tras sobrevivir al diluvio. Y ahora, Soul Góspel Medellín lo presenta en bautizos, matrimonios, eucaristías o apariciones casuales con sus túnicas vinotinto bajo una uvé de mostaza. Alineados por frecuencia vocal, el coro ha precedido más de 40 shows. Cuando es el momento, descubren la emoción, se dejan llevar por las coreografías de extremidades y gestos; un vigoroso montaje de góspel espiritual con canciones seculares. A todo esto, sin pertenecer a ninguna iglesia.

Hace un año fueron invitados al Green Moon Festival, un evento realizado anualmente en San Andrés. Algunos conocieron el mar entre los vientos del Caribe, envueltos por sus telas de coro. También allí se hicieron a una mascota, Souly Providencia. Una cachorrita solitaria que un integrante adoptó.

Vladimir los conduce desde el piano. A la señal, como una emboscada avistada en el horizonte, sus voces que promedian los 27 años se van revelando in crescendo. Sus canciones son viejas amigas de la tragedia. Antes pesa el salmo 137: “Allí nos sentábamos y aún llorábamos, acordándonos de Sion. Sobre los sauces, en medio de ella, colgábamos nuestras arpas. Y los que allí nos habían llevado cautivos nos pedían un cántico, y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos algunos de los cánticos de Sion. ¿Cómo cantaremos el cántico de Jehová en tierra extraña?”. El góspel que ha permanecido tras la esclavitud judía, en la orilla de los ríos de Babilonia, bajo el sometimiento yanqui en los prados de los estados del sur y al de hoy, que vitaliza la música de Medellín.

Por Camila Taborda/ @camilaztabor

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