El Magazín Cultural

La tierra extraña de Juan Rulfo

Hay varias versiones sobre el rechazo de Rulfo a su pueblo natal, que el escritor retrató como un lugar lleno de dolor y soledad. Allí el autor aún es visto y recordado con reticencia.

Marcel Ventura / Guadalajara, México
04 de diciembre de 2013 - 10:44 p. m.
Vista del desierto que rodea a Sayula. / Nit Soto - Flickr
Vista del desierto que rodea a Sayula. / Nit Soto - Flickr

Que la Feria Internacional del Libro de Guadalajara es la segunda más grande del mundo es de común acuerdo. La que convoca 600.000 y más asistentes con pasmosa facilidad. La que reúne presidentes y premios Nobel para debatir sobre literatura, la de las noches largas donde brotan chismes y se cierran acuerdos en este mercado que sigue comprimiéndose en España y arrojando pocas luces sobre la viabilidad del libro electrónico como soporte hegemónico del futuro. De algún futuro.

La FIL es todas esas cosas pero es, sobre todo, la que lleva a un centenar de autores a escuelas de toda la región de Jalisco, en el oeste mexicano. Ruedan hasta tres horas para ir a pueblos remotos, donde alumnos rara vez confrontados con la literatura los esperan con variaciones de una misma pregunta:

¿Cómo alguien es capaz de crear algo?

El martes, el turno fue para el colombiano Juan Álvarez, previamente reconocido en la FIL de 2011 como uno de los “25 secretos mejor guardados de América Latina”. Álvarez ha publicado con Alfaguara la colección de cuentos Falsas alarmas y la novela C.M. No récord, pero aliviar durante una hora la curiosidad de cincuenta adolescentes tenía una carga especial. Álvarez estaba en Sayula, el pueblo donde en 1917 nació Juan Rulfo, acaso el escritor más “efectivo” de América Latina si uno atiende al inmenso impacto de su corta obra: dos libros.

Salir de Guadalajara en carro es aproximarse a los paisajes de Pedro Páramo y El llano en llamas, historias de desiertos y rastros revolucionarios, de soledades forzosas y dolor. Sayula está a hora y media de camino hacia al sur, atravesando un inmenso lago seco desde hace siglos. Rulfo y la aridez. El escritor tenía una difícil relación con su pueblo, y esto lo llevó a negar haber nacido ahí y a incluir un par de menciones poco favorables en Pedro Páramo. Rulfo, ídolo literario en la esquina opuesta al omnipresente Octavio Paz, aún es visto con reticencia por algunos locales. En México negar la patria es como pegarle a la madre, aunque la patria sea un caserío.

En efecto, el mexicano se crío en San Gabriel desde los doce años, hoy en día a cuarenta minutos en carro, hacia el sur. Ahí su familia había hecho una considerable fortuna, pero las revoluciones de principio de siglo los llevaron durante unos años a la militarizada Sayula, más segura. En ese periodo nació Rulfo y en esa ciudad perdió a su padre. Regresó a San Gabriel como hijo incompleto, razón suficiente para especular que cualquier rechazo a ese pasado venía de la más elemental frustración. Luego hay otras lecturas.

La obra de Rulfo está muy relacionada con el dolor y nada sería más rulfiano que la experiencia de Sayula. Es igualmente cierto que su memoria solo se hizo adulta en San Gabriel y que es ahí donde nació como autor. Sayula alumbró a Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, —ése era su nombre completo—; San Gabriel levantó una humarada de tierra de la que salió, simplemente, Juan Rulfo.

Pero las teorías del rechazo del autor a Sayula se extienden a posibilidades más disparatadas. La mejor, la más divertida, involucra a un ánima homosexual.

Dicen que fue en la misma época en la que nació Rulfo. El poeta Teófilo Pedroza tenía problemas económicos y le pidió dinero prestado a tres amigos. Le dijeron que no tenían liquidez pero que en el cementerio de Sayula debía invocar a un ánima que le daría talegas con monedas bajo una condición: que le permitiera tener sexo anal con él. Pedroza, desesperado, fue al cementerio, llamó al espíritu y uno de sus amigos apareció disfrazado. Cuando el hombre ya tenía los pantalones abajo, el amigo disfrazado empezó a reír y Teófilo Pedroza, en venganza, juró que escribiría un poema, basado en ese engaño, para extender el rumor de que en Sayula todos eran homosexuales.

Años después, ya en Morelia, al sur, Pedroza comenzó a distribuir la “Novena del Ánima de Sayula” a la salida de misa, encuadernada cual una novena ordinaria. Los católicos encopetados la compraban desprevenidos y la sorpresa llegaba al avanzar en la lectura y encontrarse versos como este: “El favor que yo te pido / es un favor muy sencillo, / que me prestes el fundillo / tras del que ando tiempo ha. / Las talegas que tú buscas / aquí te las traigo colgando, / ya te las iré arrimando / a las puertas del fogón”.

Es muy extendida, entonces, la versión de que Rulfo negaba haber nacido en Sayula para que no lo presumieran homosexual, o joto, como se dice en México. Improbable, quizás, pero también es impensable la estatua que corona una de las plazas más importante de Sayula: aparece el protagonista de la “novena”, Apolonio Aguilar, mirando con temor ansioso a un ánima con dos bolsas llenas de monedas.

En Sayula las placas a Rulfo son más pequeñas, incluso aburridas.

GUADALAJARA, MÉXICO

Por Marcel Ventura / Guadalajara, México

 

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