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Hay un video circulando en redes sociales: cinco mujeres que pasan los 50 años responden a la pregunta: ¿qué haría si fuera de nuevo una mujer joven? “No estoy segura de si podría manejarlo”, responde la primera. “Con todas las cosas que tienen ahora: las oportunidades, la tecnología, me gustaría pensar que es un mundo de placer. En cambio siento que solo es un mundo de presión”, dice otra. “Presión para ser la madre perfecta, la esposa perfecta, la amiga perfecta. Presión para ser exitosa, una jefe, una líder”, concluyen.
El video dura dos minutos y trece segundos, pero tiene un efecto demoledor. Ver y escuchar a cinco señoras que podrían ser abuelas o madres o tías haciendo una advertencia tan aterradora pone en entredicho las competencias que emprendemos las mujeres de hoy. “Esto no se trata de dejar de luchar por la igualdad. Esto se trata simplemente de ti como ser humano. Esa es la palabra más importante: ser. Créeme, si ahora fuera una mujer joven de nuevo, dedicaría más tiempo a ser, no a hacer”.
¿Cómo diferenciar el ser del hacer? ¿Cómo aprender a construir el ser más que el hacer? Preguntas difíciles de responder, cuando, mientras tanto, estamos preocupadas por ascender en nuestro trabajo, seguimos decidiendo si queremos o no tener hijos, continuamos luchando contra los acosos en las calles, en los medios masivos, en la música y en la política. Sin embargo —y con todo eso— las mujeres de hoy tenemos algo que no tenían las del video: información. Podemos tener el mundo dentro de un dispositivo móvil que resuelve cualquier pregunta a la velocidad de un clic. Esa información, las cartas, los libros, los estudios, los artículos académicos y el análisis de la historia nos han resuelto algunas preguntas y nos dan mayor responsabilidad a la hora de decidir sobre nosotras. Al fin y al cabo, uno es la representación del todo, y lo que decida para mí se convierte, sin saberlo, en un efecto sobre los otros.
“Sabemos que cada momento ha tenido su prioridad: a principios del siglo XX era ser ciudadanas, lo que incluía poder votar y heredar. Tener una cédula. Luego vino el derecho a la anticoncepción. Luego, a que se nos reconociera por nuestras capacidades intelectuales, no por nuestra capacidad reproductiva. Después, que no fuéramos formalmente discriminadas en el lugar de trabajo. Ahora, que no nos discriminen por nuestra edad, raza u orientación sexual, y que podamos ser mamás si queremos y que el sistema no lo dificulte como lo hace ahora. ¿Esto es mucho pedir?”, así resumen nuestras luchas María Fernanda Moreno y Marcela Peláez en uno de los capítulos de Con fecha de vencimiento (Planeta, 2016), su segundo libro impreso, que es, por así decirlo, una continuación de Lo entendimos todo mal (Planeta, 2014). Moreno y Peláez son las creadoras de unas de las series en internet más famosas del país: Susana y Elvira.
“Nos metimos en todo este rollo del feminismo para tratar de explicar de qué se trata y mostrarle a nuestra audiencia que nos han explicado mal el término: que no es furia ni odio. Que, de hecho, lo que el feminismo hace es buscar la igualdad entre todos. No es que nosotras nos queramos tomar el poder, es solo que queremos un mundo donde todos podamos tener las mismas posibilidades. Todos deberíamos ser feministas”, dice María Fernanda Moreno. En todo ese proceso, las dos han tenido que traducir lo que dice la academia, revisar todo tipo de libros y artículos acerca de economía, género, feminismo, sociología, mercadeo e, incluso, hacer operaciones matemáticas e interpretar cifras.
Estamos en una de las salas de la redacción de El Espectador. Moreno y Peláez están de negro, con el cabello recogido. No atienden el celular, aunque la alerta del Whatsapp suena cada momento. No hay necesidad de preguntarles mucho: cada una sabe qué decir sin muchas pausas.
Para ellas, Susana y Elvira ha sido la mejor manera de mostrarles a muchas personas cómo las mujeres de hoy tratan de lidiar con la presión de ser hermosas e inteligentes al mismo tiempo, con todo el esfuerzo que eso requiere.
“Yo me fui a hacer una maestría a Canadá en ciencias políticas y política económica del desarrollo, y veía que todo se basaba en estructuras y pensaba: ‘¿qué pasa con el individuo?’. Quería entender la estructura que permite que las cosas sucedan. Empecé a explorar. ‘¡Mujer empodérate!’, era el tipo de mensajes que me encontraba; pero ¿es suficiente?”, continúa Moreno.
Luego de la publicación de un ebook y dos libros impresos, las escritoras colombianas lanzaron en la web Lo que importa, un espacio donde no cubren noticias, sino que hacen un análisis de la realidad para un público al que le importan la equidad, la eliminación de brechas y de estereotipos. Incluyen voces que usualmente no están en los medios tradicionales: académicos, intelectuales, jóvenes autores con bagaje suficiente para hablar de los temas que importan.
Estamos cansadas —deberíamos estarlo todos— de que hablar de género y de equidad sea una cuestión en su mayoría de mujeres. Sin embargo, el cansancio todavía no es tedio, y mientras podamos seguir siendo haremos lo posible para seguir haciendo.