El Magazín Cultural
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Tras las ruinas de Gaza

El último documental de Zin se filmó durante y después de la ofensiva israelí de mediados de 2014.

Sara Malagón Llano
17 de marzo de 2015 - 02:01 a. m.
Tras las ruinas de Gaza

El documental “es el momento de la gente”, dice Zin. Su último retrato directo y escueto, Nacido en Gaza, presenta los escombros que han dejado las cíclicas ocupaciones de Israel en la vida de unos niños gazatíes. Aunque en términos formales sobra el uso de la cámara lenta —que dramatiza aún más una situación de por sí dramática—, en términos de contenido, Zin deja a un lado la cuestión política y nos deja silenciosos e impotentes: desde las palabras de los niños la guerra se presenta más que nunca como un absoluto sinsentido.

Ha estado más de una vez en Gaza. ¿Cómo cree que ha cambiado el conflicto?

La primera vez que fui a Gaza era una especie de Calcuta bajo la bomba. Había una miseria absoluta, Israel había entrado varias veces a arrasarlo todo. Me parecía que peor no podía ir. Recordemos que Gaza es una pequeña franja de tierra, habitada por un poco más de un millón y medio de personas, en la que nadie puede entrar y de la que nadie puede salir. Si en 2006 era un infierno, años más tarde, en 2014, lo encuentro cien veces peor: barrios enteros reducidos a escombros, la gente desesperada, sin luz, sin vivienda, sin agua, sin medicamentos. Lo que parecía que no podía ser peor está peor, lo cual es muy angustioso.

Ya que habla de Calcuta, usted vivió allá un tiempo y también hizo un documental a finales de los 90 sobre la pobreza en la ciudad. ¿Cómo viven la miseria estas mayorías hinduistas de India que se rigen por un sistema social de castas? ¿Alcanzó a percibirlo cuando estaba rodando su documental?

Por suerte, la India ha progresado mucho en poco tiempo, pero la pobreza en ese entonces era endémica. La gente la vivía con dolor, pesadumbre, desesperación. Hay muchos paralelismos entre la actual Gaza y Calcuta: gente que se moría en las calles por falta de una medicina, por ejemplo. Independientemente del sistema de castas, India es un país donde hay mucho racismo. Es difícil trascender la escala social, pero sí que ha habido en los últimos diez años un gran cambio, por la apertura de los mercados, entre otras cosas. La cosa ha venido mejorado a velocidades vertiginosas.

¿Les ha seguido el rastro a los efectos concretos que haya tenido alguno de sus documentales, más allá de conmover al espectador?

Pues todo el tema que trabajamos en Camboya sobre los pederastas generó que varios de ellos fueran a las cárceles, por ejemplo. Uno no sabe. A veces alguien te escribe que un libro o documental que hiciste le cambió la vida… Uno tira la piedra en el tanque, y no sabe cuántas ondas más se van a formar.

¿Cree que la imagen tiene un poder especial sobre la palabra para narrar estos conflictos?

Al menos en Nacido en Gaza lo que intenté fue salir del esquema habitual del reportaje de guerra: imágenes de gente que corre, bombas cayendo, mucha sangre, mucho ajetreo, mucho ruido. Haciéndolo así, siento que el reportero es muy protagonista. Esta es una película muy distinta, por los tiempos, por el uso de la cámara lenta, porque muestra Gaza desde muchas perspectivas (desde el aire, desde el mar, desde la tierra), quería mostrar la guerra desde otro punto de vista. Muchas veces cuando hablamos de guerras nos quedamos un poco en los datos, en el ruido, en las prisas. Pero la guerra no es eso, eso es tan sólo su piel, la punta del iceberg. La guerra realmente es todo lo que hay debajo: los traumas, los miedos, el dolor de perder a un familiar, el desgarro espiritual. Nacido en Gaza se acerca más a eso, a lo que es realmente la guerra, que perdura cuando terminan las balas. Hay que pasar por dentro de la gente, y creo que los niños lo cuentan muy bien, esos miedos de que todo vuelva a suceder, la tristeza por la gente que se ha ido, la incertidumbre por dejar de ir a la escuela, los traumas que no dejan dormir en la noche. Eso no se suele mostrar. Por ello puedo decir que este documental fue un intento por alcanzar las profundidades de un conflicto armado. Traté conscientemente de evitar las bombas, la morgue, los llantos, centrando todo en la mirada de los niños, en cómo ellos ven la guerra y cómo la sienten. Las decisiones que toman los políticos con respecto a Palestina han sido muy equivocadas durante más de 60 años. Las consecuencias son niños como estos. Con ellos hay una intención por humanizar una cifra que en los periódicos sale siempre muy fría. ¿Qué significa que haya tantos niños muertos? Ahí lo ves, lo ves con nombre y apellido, dolores y sueños frustrados. Creo que la película consigue humanizar la guerra.

¿Se jugó la vida yendo esta vez a Gaza?

Inquieta mucho estar en lugares como Gaza, porque caen misiles. Otras guerras son cuerpo a cuerpo, esta es de constante bombardeo, y el bombardeo no discrimina, le pega a cualquiera que ande por ahí. Se siente mucho miedo y siempre te la juegas. Pero en comparación con lo que se juega la gente de ahí, los niños, los extranjeros somos unos privilegiados: cuando uno va tiene comida, habitación de hotel, luz. Ellos llevan años encerrados y el 80% de la población sobrevive por la ayuda humanitaria.

¿Cómo fue filmar con aviones no tripulados? ¿Cómo funciona?

Lo hicimos con un equipo de rodaje palestino y daba mucho miedo. Todo el rodaje dio mucho miedo, porque estábamos sacando equipos y elementos de fotografía, equipos acuáticos, los drones y, en medio de una constante vigilancia, no sabíamos cómo iban a interpretar nuestros movimientos. Daba mucho temor. Por otra parte, pasó algo cómico, en cierto sentido: estábamos todos los periodistas en el mismo hotel, y mientras que mis compañeros salían con chaleco antibalas, yo salía con careta y aletas para hacer submarinismo.

¿Cómo escogió a los niños protagonistas?

Cada uno representa un aspecto de la sociedad de Gaza: uno es la pobreza, otro es la pérdida del hogar, otro es la pérdida de los familiares, otro es la víctima de los bombardeos de la escuela de la ONU, otro es el hambre… Entre todos forman un coro, un retrato polifónico de lo que implica vivir en la Franja de Gaza, que es el sector más bloqueado y castigado del planeta, donde no entra ni sale nada. Realmente es un lugar muy vulnerado, una tierra víctima de un terremoto o tifón provocado por el ser humano, por decisiones políticas. Ojalá los políticos vieran este documental, para que miren a los ojos a quienes les están destruyendo la vida.

El documental se presentó en el FICCI gracias a Ambulante y la Cooperación española.  

 

Por Sara Malagón Llano

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