El Magazín Cultural
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Tres cáusticos trazos

Los tres caricaturistas más leídos de Perú se pasean por la Feria del Libro de este año.

Mariángela Urbina Castilla
11 de mayo de 2014 - 02:00 a. m.

Augusto Quino no quería leer, pero a los 10 años ya sabía dónde encontrar las mejores tiendas de cómics del Perú. Tenía muy claros sus gustos, era dueño de una habilidad especial para la edición: entre tantas opciones de trazos, títulos e historias por comprar en Lima, sabía cuáles eran las mejores, las que merecían salir del quiosco y entrar a su selecta biblioteca de infancia. Batman, Supermán, Mickey Mouse, Lorenzo y Pepita, El pájaro loco, La pequeña Lulú. Eran los años 70 y la tecnología aún no había invadido todos los espacios de su país. “El cómic se vendía como pan caliente”, recuerda. Era su escape, el mejor avión hacia mundos increíbles e historias apasionantes. Con el cómic, o los chistes, como lo llamaban los peruanos en aquel entonces, no debía perder tiempo en largas líneas que terminaban por dormirlo. Sin saberlo, era un adelantado a su tiempo, un niño que ya tenía en la cabeza lo que hoy es el paradigma de las nuevas tecnologías: más imagen, menos texto.

Amadeo González, algunos años después, tenía una sensibilidad especial por las cosas que sucedían en su vida cotidiana y buscaba plasmarlas sobre el papel. Él sí creció con los computadores al alcance de la mano. Así, se formaba en solitario como músico e ilustrador. Desde niño se burlaba de sus propios traumas: “Me fracturé y me pusieron un yeso. Estuve en cama un mes esperando por los dibujos que me harían mis amigos en el yeso, pero al final nadie llegó. Lo dibujé para poder mandarlos a todos a la mierda”, cuenta entre risas. Mostrar sus dibujos al principio fue difícil, abrirse espacio en la industria editorial peruana le significó un gran esfuerzo. “Pero las cosas se caen por su propio peso. Ahora sólo me dedico a esto”.

Ambos quisieron dibujar desde que les llegó el uso de razón. Aunque no sabían cómo responderles a los adultos cuando les preguntaban qué querían estudiar cuando crecieran, sí tenían claro a quién admirar, el ejemplo a seguir en Perú: la firma que más se repetía, la de Monos y Monadas, la de El idiota Ilustrado, la firma de Carlín.

Los dos crecieron. Augusto se convirtió en Cherman para darle un sello a su trabajo, que va desde el diseño hasta la caricatura. Además tiene su propio espacio de exhibición, La Kasa Roja. Amadeo colecciona un grupo de publicaciones y se encarga de formar nuevos talentos en un lugar llamado Los Únicos, que también le sirve de galería. Hoy, Amadeo, Cherman y Carlín comparten escenario. Son los tres representantes del arte gráfico de su país en la Feria del Libro de Bogotá este año.

Carlos Tovar, Carlín, recibe agradecido los trabajos personales que uno y otro le comparten. Todos conservan en sus ojos una ilusión infantil. Los unos, emocionados de tener cerca al maestro, y el maestro, emocionado de descubrir nuevos talentos. Carlín es la muestra de una generación distinta. A diferencia de la gama de estilos de los dos más jóvenes, su enfoque es netamente político y su apuesta es por la caricatura. A diario publica en el periódico La República, “porque en todas partes se cuecen habas, pero en Perú siempre se cuecen habas”, así que, confiando en eso, encuentra un tema para publicar cada día. La corrupción, las pugnas por el poder y las injusticias sociales le facilitan el trabajo. Siempre hay algo que decir. “La caricatura es un vehículo educativo”, afirma. Nada mejor que la contundencia de los dibujos y el humor para entender los comportamientos más oscuros de la humanidad, los que nacen en el poder.

Curiosamente, el gusto por la caricatura le llegó tarde a Carlín. Una vez dejó el colegio, decidió estudiar arquitectura. Después se dedicó al diseño, no creía que los dibujos le representaran mucho dinero. Con el tiempo entendió que el humor político es muy apetecido y que, a diferencia de la novela gráfica o la historieta, siempre hay alguien solicitando una caricatura sobre la actualidad. “Yo he sido muy afortunado. Lamentablemente el espacio para otro tipo de ilustración es limitado, pero a mí me ha ido bien con la caricatura”. Tan bien que le queda tiempo de escribir. Su nueva publicación es un libro en el que expone la idea de reducir la jornada laboral a cuatro horas porque le parece increíble que, con toda la tecnología de estos tiempos, trabajemos más que antes. “Este es el mundo de la locura”, comenta indignado.

Los tres caminan por la feria. Se sorprenden con la cantidad de editoriales jóvenes que se comprometieron con otro tipo de lenguaje, con el que les gusta, el lenguaje gráfico. Se pierden entre estantes y pasillos. “Lo que aquí es un pabellón, en Perú es la feria completa”, dice Cherman. Y mientras tanto, los niños los persiguen. Sin importar sus edades, se ganaron la euforia de los más pequeños. Son los autores favoritos de la nueva generación.

 

 

mariangelauc@gmail.com

@mariangelauc

Por Mariángela Urbina Castilla

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