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"Tu voz yo quiero oír"

El pasado jueves 17 de abril el cantante y talentoso percusionista de salsa Cheo Feliciano murió en un accidente de tránsito. Recordamos ahora algunos de los momentos que marcaron su larga y exitosa carrera musical.

Sara Malagón Llano
19 de abril de 2014 - 02:05 a. m.
Cheo Feliciano dominó el panorama de la música latina desde la década de los 50, por su facilidad para pasar del bolero al son montuno, el mambo y, sobre todo, la salsa. / EFE
Cheo Feliciano dominó el panorama de la música latina desde la década de los 50, por su facilidad para pasar del bolero al son montuno, el mambo y, sobre todo, la salsa. / EFE

“Bueno: está probado, mi gente, / que la riqueza del pobre es el amor, / el puro amor, / que ni la muerte se lo lleva”, canta Cheo Feliciano. Su historia es una de ascenso, una de esas en las que alguien empieza desde abajo y triunfa, porque con una disciplina y determinación férreas se obsesionó con sus propios sueños y persistió hasta convertirse en una leyenda viva de la salsa y en un eslabón indispensable de aquella esfera musical a la que perteneció y logró, de alguna manera, construir, transformar, hacer que girara a su alrededor por un pequeño instante de la historia. Pero la vida es frágil. De repente, así no más, llegó la muerte, y esta vez llegó sin hacerle justicia a una vida de grandes victorias.

Walter Germán Magaña, miembro fundador de Herencia Latina, cuenta que Cheo logró convertirse a los 19 años en el atrilero de la banda de Tito Rodríguez. En uno de los ensayos, antes de una presentación del maestro Tito, los amigos de Cheo (entre ellos Cocó, que después sería su esposa), que lo habían escuchado en los “rumbones”, le pidieron a Tito que lo dejara cantar esa noche. Extrañado, el maestro le preguntó a su bandboy: “Cheo, ¿tú cantas?”, y él tuvo el valor de contestarle: “Yo soy el más grande cantante del mundo”. “Bien, vas a tener que probarlo ahora. Damas y caballeros: con ustedes el más reciente descubrimiento de la escuelita”, le dijo Tito Rodríguez al público del famoso Palladium de Nueva York. Así llamaba a su banda, la escuela, porque muchos de los grandes habían pasado por ahí. Le dio las maracas y le dijo: “Canta, muéstrame que eres de los más grandes”. Cantó Changó Ta’ Veni. Sin haber ensayado una sola vez con la orquesta, recibió los aplausos de los asistentes, que lo aclamaron y pidieron otra canción. “Bien, ¿qué hago?”, preguntó Cheo, y Tito respondió: “Ellos están pidiendo otro número. Haga otro número”. Ese fue el bautizo de Cheo en el mundo de la salsa.

Prudencio Feliciano, carpintero, y Crescencia Vega de Feliciano, ama de casa, solían cocinar juntos los domingos, y mientras tanto cantaban boleros. Ese hábito se convirtió en la primera experiencia musical de Cheo Feliciano. Luego empezó a estudiar música en la Escuela Libre de Música Juan Morel Campos, de Ponce. “Tomábamos clases en los camerinos del teatro La Perla. Julio Alvarado, que dirigía la Orquesta Casino de Ponce, fue mi primer maestro y me tuvo casi tres años aprendiendo solfeo y los valores y fundamentos de la música, porque no había instrumentos disponibles para practicar. Cuando llegó mi trombón, mi papá me dijo que teníamos que mudarnos a Nueva York porque la cosa estaba mala”. En 1952 la familia se trasladó a Nueva York. Al principio, Cheo trabajó como mensajero, y después, sin terminar sus estudios, fue músico de varias orquestas e hizo parte del sexteto de Joe Cuba. En 1957 empezó su carrera de músico independiente y entre 1967 y 1969 formó parte de la agrupación de Eddie Palmieri como vocalista.

Por ese entonces empezó su adicción a las drogas y se retiró de la escena musical hasta 1972, año en el que firmó contrato con Vaya Records, la subsidiaria de Fania Records, y se consolidó como uno de los íconos latinoamericanos de la salsa. En ese período debutó como compositor y grabó su primer hit: El ratón. Esa composición, que en principio Cheo quiso botar a la caneca, se hizo inmortal e inolvidable desde el día en que la interpretó junto a Jorge Santana. “El ratón es mi hijo más querido musicalmente. Por ahí ha habido de todo con ese tema. La verdad es que el ratón de mi canto es un chismoso de barrio que le cuenta a todo el mundo lo que uno hace, que si se fue a un vacilón, que si andaba en una rumba. Hoy te puedo decir que si no lo canto en mis conciertos siento que algo me falta”.

En 1983 fundó su propio sello, Coche Records, pero éste desapareció y firmó contrato con RMM Records & Video, empresa con la que grabó cinco álbumes. Con el grupo venezolano La Rondalla Venezolana y la discográfica venezolana Palacio de la Música grabó el álbum Son inolvidables (1995) y dos años después Le cantan al amor.

Cheo se mantenía activo haciendo presentaciones y grabaciones ocasionales. Su último trabajo musical fue en Salsa Giants, el proyecto musical del productor Sergio George que reunió veteranos exponentes de la salsa como La India, Oscar D’ León, Andy Montañez, Tito Nieves, José Alberto El Canario, Ismael Miranda y Willy Chirino.

El 17 de abril de 2014, Cheo Feliciano, de 78 años, falleció en un accidente de tránsito en Cupey, barrio de San Juan, Puerto Rico, en la carretera 176. Al parecer perdió el control de su auto, se estrelló y su cabeza golpeó el cristal delantero del vehículo. El velatorio del artista será hoy, en el coliseo Roberto Clemente de San Juan, y su cuerpo será sepultado en su ciudad natal. Los fanáticos de la salsa lamentamos su muerte.

 

saramalagonllano@gmail.com

Por Sara Malagón Llano

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