El Magazín Cultural
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Un canto al origen de la noche

Imaginando el sonido. Un cielo abierto hacia las raíces ancestrales de nuestros pueblos indígenas colombianos se presenta en el Museo de Arte de la Universidad Nacional.

Sandra Fernández
21 de octubre de 2016 - 03:10 a. m.
El colectivo 4Direcciones está integrado por Richard Décaillet y Diana Rico.  / Sandra Fernández
El colectivo 4Direcciones está integrado por Richard Décaillet y Diana Rico. / Sandra Fernández

Llega la noche. En una sala, los rincones se pierden en la inmensidad cubierta con el negro de la oscuridad. Al entrar, una tela negra imposibilita la vista, pero el eco retumba en los oídos y ciertas lenguas que parecían estar muertas aparecen. Alabando a la tierra, glorificando el espíritu de aquellos ancestros que hacen un llamado a su territorio, a la naturaleza, narrando historias. Un olor a tierra. Es el humo y la esencia que deja el paso por los Andes, un regalo que a los visitantes los acerca mucho más a la sabana y selva colombianas. Sus cantos son como un alivio al alma que purifica el espacio más recóndito del ser, son éstos, capaces de recordar una historia nunca antes contada que a través de payés, chamanes y líderes indígenas de seis etnias que habitan las riveras de los ríos Pira Paraná y Apaporis, de Chorrera y Araracuara, de La Guajira y la Sierra Nevada de Santa Marta, interpretan cantos a sus ancestros y a sus rituales indígenas en el Origen de la noche.

Esta pieza sonora que le da el nombre a la exposición que se lleva a cabo en el Museo de Arte de la Universidad Nacional reúne documentos sonoros que van desde el año 1918 hasta nuestros días, un trabajo que contó con la participación de los rezos e invocaciones a la coca y el tabaco de Hernando Fisi Andoque, mayor tradicional de Araracuara, Amazonas, quien también traduce la voz de su padre en un mambeadero grabado por Jon Landaburu en 1972; Reynaldo Giagrekudo, abuelo huitoto de Chorrera, Amazonas, quien presenta cantos sagrados a Buynayma y danzas tradicionales con el tambor maguare; Reynel Ortega, payé del río Pira Paraná en el Vaupés, canta en su lengua sagrada a través de la oratoria polifónica propia de los jaguares del Yuruparí, y las voces de la java kogui María Luisa Nacogui, Nurys Uriana Uriana, wayuu, y la cantadora Gloria Luz Tubupera Tubú.

El museo se convirtió en una maloca astral que recibió algunas constelaciones de lo que conforman las culturas indígenas de Colombia, y esta pieza, realizada por el colectivo 4Direcciones, que trae consigo varios de los archivos perdidos que dan fe de varias tradiciones indígenas que se daban por perdidas. Según ellos, estos archivos fueron realizados después de la cauchería, conflicto entre Colombia y Perú que afectó de manera directa a las comunidades indígenas.

4Direcciones, conformado por Richard Décaillet y Diana Rico, es un grupo de artistas que desde hace más de veinte años realiza proyectos audiovisuales y que, después de haber conocido las maravillas que nos ofrecen la naturaleza y los pueblos indígenas, a partir del año 2000 decidió enfocarse y apoyar el proceso audiovisual dentro de las comunidades indígenas trabajando con la Fundación Gaia Amazonas en toda la zona del Pirá Paraná.

¿Cómo llegaron a hacer parte de la muestra “Origen de la noche”?

Richard Décaillet: María Belén tenía claro cuando nos invitó que quería una pieza de sonido. Fue una propuesta realmente increíble, porque a medida que nos fuimos adentrando al sonido y dejando atrás las imágenes, la mente se empieza a abrir de manera increíble.

Diana Rico: Lo que creo que hemos aprendido, y por lo cual hemos sido invitados, es que tenemos una larga relación con ellos. Nosotros somos ejemplo, somos una muestra de una nueva generación de gente que conoció las medicinas indígenas y que tiene una misión de ser traductor de mundos. Así nos han visto también en la selva. Nosotros conocemos unas cosas que ellos no conocen y podemos hacer un diálogo para que el valor de ellos se revele de la manera como ellos quieren. Cuando uno conoce un canto sagrado, conoce el origen de la humanidad de un territorio, por eso mismo puedo decirte que eso que sentiste con estos cantos es porque te curan y te sanan de verdad.

¿Qué se podrá percibir en esta pieza sonora?

D.R.: Los cantos que estás oyendo son los cantos del origen de la humanidad, porque son cantos que no son en la lengua habitual, son en una lengua sagrada. Nuestras comunidades indígenas tienen lenguas para hablar con los espíritus y con los dueños de los espacios sagrados. Lo que se ve acá es ese diálogo con los espíritus, y siento que, en lo personal, ha sido como llegar a un espacio donde todas mis experiencias y estudios se pusieron al servicio, porque realmente no es una pieza nuestra, realmente traemos todo este conocimiento para que las voces indígenas que no se escuchan en Colombia puedan tener un espacio como este: elegante, bien grabado, perfecto, donde puedas sentir lo que es este poder, este tesoro y este secreto que ha estado guardado para nosotros hasta ahora. Es como descubrir una ciudad perdida.

¿Qué nos pueden contar acerca de las personas que hicieron parte de esta muestra sonora?

R.D.: Hernando Fisi Andoque y el abuelo huitoto de Chorrera, Amazonas, vivieron la cauchería. Sus papás fueron víctimas directas de la cauchería en los años 30. La familia de Fisi fue masacrada, desplazada. Huyeron después cuando el Perú le devolvió a Colombia el pedazo que había tomado para hacer la cauchería, y fueron desplazados hacia Perú, se escaparon del Perú y luego volvieron a Colombia… Todo esto lo narran en la pieza.

¿Cómo fue el proceso para que estos mayores indígenas pudieran grabar en un estudio sus cantos sagrados?

D.R.: Siento que fueron relaciones de hace muchos años que se han cultivado y tejido. Nosotros hicimos un trabajo colaborativo en el que juntos en un diálogo creamos esto con nuestros mayores indígenas. Ellos guiaron la pieza como debía de estar y luego la pieza, al sembrarla, se guio sola. Fue un trabajo descomunal con Miguel Navas, el productor musical y quien estuvo cinco meses metido en un estudio trabajando.

R.D.: Fue el resultado de relaciones y también de un diálogo, una confianza y un entendimiento. Digamos que sí hay algo que es muy diferente a lo que vivimos en nuestro mundo occidental, pero, por otro lado, después de este trabajo uno siente que esto es muy colombiano y que esto también es nuestro. Te toca algo en el ADN, ese lado indígena que está ahí. Creo que también el diálogo se dio porque existe un entendimiento y una confianza que hemos construido en una escucha. Básicamente son culturas muy orales, que se han transmitido de voz a voz, de papá, del abuelo, entre hombres y mujeres. Realmente fue un diálogo de mambiadero. Yo diría que el centro de esta pieza es la hoja de coca, la planta sagrada de la coca y la planta sagrada del tabaco, y sentarnos con esos abuelos, ofrecerles grandes cantidades de coca, porque son mambiadores. Para que ellos se sienten a hablar tienes que traerles su tarro de coca, su tabaco, y sentarte con ellos.

¿Alguna experiencia dentro de la realización de esta pieza en la que participaron grandes representantes de nuestras comunidades indígenas?

R.D.: Jon Landaburu grabó en 1969 al papá de Fisi. Fisi hoy debe tener ochenta años y él lo grabó en su maloca. El papá de Fisi era el mayor de ese pueblo y fue quien ayudo a reconstruir el pueblo andoque después de que fueron arrasados por la cauchería. Jon Landaburu grabó una historia donde el papá de Fisi está contando cómo fue la época de la cauchería y lo que tuvieron que vivir en primera persona. El abuelo Fisi no había escuchado eso y le pusimos unos audífonos y empezó a traducir, fue muy sorprendente para él escuchar a su papá, escuchar ese cuento en primera persona fue muy fuerte. En el estudio empezaron a caer truenos, ese día llovió durísimo, nos tocó parar, en fin…

¿Cómo ven nuestros pueblos indígenas el hecho de que se exponga o se hagan obras de arte acerca de ellos?

R.D.: Hay un tema que hemos tratado de abordar y es que estas culturas han sido explotadas tradicionalmente, han sido esclavizadas y les han quitado todo. Les han quitado la lengua en muchos casos, como a los muiscas, y de alguna manera la cultura y esos cantos es lo que son, lo que les queda. Entonces también hay mucho recelo de parte de los pueblos indígenas de soltar eso y creo que tienen mucha razón.

D.R.: Siempre que se hacen estas cosas con indígenas salen temas de: “Se está robando las cosas de alguien para su ego personal de artista”. Esa es una discusión muy importante sobre el tema de apropiación de la cultura indígena, porque acá trabajamos con la gente y no sobre la gente, ni a partir de la gente.

Por Sandra Fernández

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