El Magazín Cultural
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Un partido de otra parte

La historia de un nuevo partido político, el de la Inteligencia Nacional, conformado por intelectuales que ya no viven.

Manuela Saldarriaga H.
23 de marzo de 2015 - 01:59 a. m.
El colectivo Matacandelas con la obra ‘Velada metafísica’ de Fernando González en el lanzamiento del partido (16 de febero). / Oliver Ehmig y archivo
El colectivo Matacandelas con la obra ‘Velada metafísica’ de Fernando González en el lanzamiento del partido (16 de febero). / Oliver Ehmig y archivo

Decía Thoreau: “Declaro llanamente mi guerra al Estado, a mi modo, aunque seguiré haciendo uso y obteniendo cuantas ventajas pueda de él, como es habitual en estos casos”. Y es justo lo que reza Sergio Restrepo Jaramillo al hablar del nuevo partido político Lain, el de la Inteligencia Nacional, un movimiento que se gestó en la Corporación Fernando González Otraparte (Envigado), de la que es ahora director cultural.

El 16 de febrero presentaron en un acto simbólico (en escena fragmentos de la Velada metafísica de Fernando González) a 25 representantes para alcaldías de distintos municipios y tres para la Gobernación. Todos muertos (?). Gonzalo Arango, Porfirio Barba Jacob, Andrés Caicedo, Álvaro Cepeda Samudio, Gabriel García Márquez, José Manuel Arango, Raúl Gómez Jattin, Jorge Isaacs, Luis Tejada, María Mercedes Carranza, Tomás Carrasquilla y Estanislao Zuleta, entre otros.

No fue la primera manifestación. En 2014, durante el Foro Urbano Mundial en Medellín, como conmemoración del Día Nacional de la Memoria, encerraron en una jaula a El pájaro, escultura de Botero situada en el parque de San Antonio. La Subsecretaría de Espacio Público ordenó que la retiraran, y hasta la rompieron. Igualmente, en la plazoleta de La Alpujarra, en un acto de solidaridad con las víctimas del conflicto armado, construyeron 1.275 cuerpos en plástico que representan el número de desaparecidos en los últimos cuatro años en Medellín. Lo hicieron en presencia de algunos de sus familiares. Esto lo denominaron: ¡Oh, no! ¿Hábitat?

Además hicieron una lectura de poemas en el Metro “para probar esa máquina”. Le pusieron un código que no conocía y “se bloqueó el sistema. No podía actuar de otra manera que con fuerza”, dice Restrepo. También, cuando vino el ministro de Defensa a rendir cuentas sobre la guerra, “la estamos ganando”, le entregaron una canasta de frutas y le preguntaron el nombre de una de ellas. Pistas: estuvo en el escudo de armas del Ejército así como en el de la Nación; le dio nombre a este país. No, no supo. Restrepo le dijo: “Sí podemos ganar la guerra, es posible, pero no como usted cree. La ganaremos cuando nuestros niños relacionen la palabra granada con esta fruta y no con el arma que mató a unos seres la semana pasada, la razón por la que usted está aquí”.

Les gusta jugar con símbolos. Consideran que tienen connotaciones sociales importantes. Por eso lo hacen ahora con un partido político que estará vigente y cuya alegoría es un demonio, un fauno, un león, un dios pan o una gárgola, por aquello de que Fernando González le prendía una vela a dios (la muchacha de las muchachas) y otra al diablo, para que cuando llegara al infierno no le fuera a echar mucha candela. También pudo haber sido la Inmaculada Concepción, pero el símbolo religioso en la política está de más y ellos querían reivindicar el placer, el hedonismo, el gusto. Exigen belleza.

Repartieron panfletos por la ciudad para generar expectativa. Declaran una advertencia: “No esperen mucho que vivimos a la enemiga”, y lo siguen haciendo, regando un poco de pensamiento en letras. Propusieron a Héctor Abad Gómez como rector de la Universidad de Antioquia. Se sorprendieron, muchos estudiantes no sabían quién era, ni conocían su Tratado de tolerancia, lo cual Restrepo considera un indicador de lo pobres que somos y esta pobreza, cree, se puede “combatir” con la discusión, la conversación, el diálogo. Lain, dice, tiene un ideario muy poderoso para la transformación del pensamiento en el país: son hombres muertos con ideas vivas.

Harán proselitismo, los proverbios de sus candidatos participarán en debates políticos, saldrán con un megáfono sobre tarimas, harán lanzamientos del partido en pueblos y ciudades, también “ataques simbólicos”, y, aunque anticipan que tienen solicitudes de avales de mucha gente, sólo quieren a los suyos: los mismos que, dicen, incomodan al establecimiento.

Eso quiere, justamente, el Partido de la Inteligencia Nacional inspirado en aquel que creó Fernando González al renglón de Pedro Nel Gómez —el de la Izquierda Nacional—. Cuestionar, sugerir, provocar. Para ellos es muy poderosa la curiosidad, pues piensan que educar es sembrar dudas, generar emociones y estímulos para querer saber más. Como decía Estanislao Zuleta, recuerda Restrepo, “la escuela clásica como la conocemos ya caducó”. “Hay una decisión de hacerle la guerra al Estado. Vamos a usar sus medios, le vamos a vender servicios, vamos a utilizar sus estructuras, sus modos de comunicarse, sus plataformas, sí, vamos a usarlos, como es habitual en estos casos’”.

Restrepo no pretende aceptar un cargo político ni lanzarse a ninguna candidatura, pues no es únicamente él, son legión: un voluntariado anónimo muy poderoso, un montón de jóvenes de aquí y Otraparte que no van a poder detener, ni a ellos, ni a su partido. Votar por sus candidatos es leerlos. “Vamos a parasitar esta sociedad, somos muy pequeños, somos mosquitas contra águilas. Es más, alguien me dijo: ‘Moscas no cazan águilas por una acción de estas’, y yo me reí y le dije: pero las vamos a parasitar, y a sus pichones les vamos a sembrar nuestros gusanos y no hay nada más poderoso, ningún parásito, ningún virus, ninguna bacteria más poderosa que una idea, para eso no tendrán purgante”.

En fin. También decía Thoreau: “Las cosas no cambian; cambiamos nosotros”.

Por Manuela Saldarriaga H.

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