El Magazín Cultural

Una breve reseña de la ópera francesa

El auge de esta manifestación convirtió a la Paris del siglo XIX en una meca del teatro musical. Este hecho salta a la vista al hacer un inventario de los escenarios que abrían sus puertas a las comedias y dramas: la Opéra, la Opéra-Comique, el Théâtre Italien, el Théatre de la Gaîté y el desaparecido Théatre-Lyrique.

Iván R. Contreras*
10 de enero de 2017 - 11:00 p. m.
La soprano Jenny Daviet  será una de las protagonistas del concierto “La Opéra-Comique”, que se realizará hoy a partir de las 7:00 p.m., en la capilla Sofitel Legend Santa Clara.  / Wilfredo Amaya
La soprano Jenny Daviet será una de las protagonistas del concierto “La Opéra-Comique”, que se realizará hoy a partir de las 7:00 p.m., en la capilla Sofitel Legend Santa Clara. / Wilfredo Amaya

La historia de la ópera, al igual que el resto de las artes, ha sido fiel reflejo de los acontecimientos sociales y políticos de su tiempo. Es así, como al amparo de la corte de Versalles floreció la llamada tragedy lyrique: la versión francesa de la ópera seria, escrita por Jean Baptiste Lully, entre 1672 y 1686. (Vea también: Conciertos gratuitos del Cartagena XI Festival Internacional de Música)

Los libretos que Philippe Quinault adaptó para las óperas de Lully, se basaban en historias clásicas, presentadas por personajes mitológicos. La diferencia tan marcada entre recitativos y arias, característica de la ópera italiana de esa época, era evitada por el compositor francés, quien siempre prefería fundir el texto con la música. (Lea también: Los poetas de la canción francesa)

Con posterioridad a la muerte de Lully, el estilo italiano influenció a la ópera francesa, rompiendo el equilibrio entre música y dialogo que preocupó tanto al compositor de Versalles. La danza adquirió un mayor protagonismo en la acción general de la tragedy lyrique, dando paso así a la opéra-ballet. El gran innovador y sin duda el maestro definitivo de estas dos vertientes fue Jean Phillipe Rameau, quien estrenó el grueso de su producción operística entre los años de 1733 y 1757.

Poco tiempo después de la reforma que sufrió la ópera seria hacia mediados del siglo, y de la cual las obras parisinas de Gluck constituyen la piedra angular, un género nuevo empezó a tomar fuerza: la ópera cómica. Usada como entreacto en las óperas serias, adquirió el estatus de espectáculo central a principios del siglo XVIII en Nápoles. (Lea también: Prográmese con el Cartagena XI Festival Internacional de Música)

Producida para el consumo de la burguesía, esta versión más “amable” de la ópera, dejaba a un lado la imposición de la lengua italiana como idioma oficial de sus libretos. Por eso surgen diversas variedades de ópera cómica, que se conocen con los nombres de “La opera buffa italiana”, “La ballad opera inglesa”, “El singspiel alemán” y “La opéra-comique francesa”. Las tres últimas incluyen diálogos hablados suprimiendo los recitativos, a diferencia de la opera buffa, que los mantiene.

Las diferencias fundamentales que estas guardan respecto a la ópera seria, (además de abolir la cuestionada practica de los castrati) es el tipo de historias que narran, así como los personajes que intervienen durante la obra. Los temas ya no son la mitología y la historia clásica, sino personajes actuales, desenvolviéndose en situaciones mundanas en las cuales cualquier espectador puede verse representado o incluso caricaturizado. También el exotismo, ambientado en parajes lejanos, fue recurrente en sus libretos.

Para incentivar el desarrollo de la ópera cómica en Francia, el gobierno fundó la compañía de la Opéra-Comique en 1801. Al ser considerada como un estilo de comedia más que como una nueva tendencia operística, la ópera cómica francesa fue vista en sus inicios como un género menor. El esplendor de la opéra-comique se inicia en el siglo XIX con la representación de “La dame blanche” (1825) de François-Adrien Boïeldieu con libreto de Eugène Scribe. Aunque con anterioridad podemos encontrar producciones similares en la obra de Boïeldieu, esta ópera, además de contar con diálogos hablados y personajes que se corresponden con su tiempo, aborda un tema fundamental para la sociedad burguesa: el problema de la propiedad privada.

El ascenso de la burguesía en Francia, estimulado por el gobierno de Luis Felipe I, dio como resultado un cambio radical en el gusto del público, y por consecuencia en el tipo de producción del teatro musical. La evolución de la tragedy lyrique y de la ópera cómica tradicional francesa del siglo XVIII, tiene lugar en esta coyuntura, dando origen respectivamente a “La grand-opéra” y “La opéra-comique” del XIX, que tendrían su máximo esplendor en la segunda mitad del siglo.

Obras como “Lakmé” (1883) de Léo Delibes, “Carmen” (1875) de George Bizet y “Beatriz y Benedicto” (1862) de Hector Berlioz, al igual que la adaptación inconclusa para la Opéra-Comique de “Los cuentos de Hoffmann” de Jacques Offenbach, hacen parte de esta nueva etapa.

*Director de la revista TEMPO

Por Iván R. Contreras*

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