El Magazín Cultural

Una flamenca japonesa trae ópera a Medellín

¿Por qué la compañía de Yoko Komatsubara causa furor en todo el mundo? Hablamos con ella en Japón.

Gonzalo Robledo * ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR TOKIO
21 de septiembre de 2013 - 04:00 p. m.
Una flamenca japonesa trae ópera a Medellín

Los aficionados a la lírica de Medellín se preparan para recibir a un personaje muy especial en el mundo de la música, no tanto por su nombre y nacionalidad, Yoko Komatsubara, japonesa, sino porque hace más de medio siglo decidió aprender a bailar el flamenco con toda su alma y cambió su vida en el intento.

Tras descubrir la gran afinidad que tienen los japoneses con el arte de Andalucía, hizo las maletas y se fue a beber a la fuente: Sevilla. Miles de jóvenes mujeres siguieron su ejemplo y hoy Japón es el primer país fuera de España en número de academias, profesoras y estudiantes de flamenco.

A Medellín, Yoko Komatsubara llega con un espectáculo titulado Flamencos bailan ópera, que se estrenó el año pasado en el Nuevo Teatro Nacional de Tokio en medio de grandes ovaciones.

Elegante, afable y con un inconfundible deje sevillano cuando habla español, Yoko nos recibe en su estudio del barrio de Koenji en Tokio, una enorme casona en cuya entrada cuelga un letrero que dice “Sol de España”. Falta una hora para que empiecen las clases, pero ya se oye alguna joven alumna que ensaya un tímido repiqueteo de castañuelas.

Yoko está feliz y llena de expectativas por su viaje a Colombia. Nos cuenta que ya visitó México y Brasil, pero que esta vez será la primera en Colombia. Como ocurre con muchos extranjeros que visitan por primera vez nuestro país, la razón fue haberse cruzado en el camino de la vida con algún nativo.

En el caso de Yoko, su encuentro con el público paisa se empezó a forjar cuando buscaba cantantes líricas para montar Flamencos bailan ópera y le comentaron que por España andaba Gisela Zivic, una soprano de origen argentino que se nacionalizó colombiana e hizo de Medellín su hogar.

Gisela viajó a Tokio, participó en el montaje original y cuando terminó le dijo a Yoko que su querida Medellín no podía quedarse sin ver esa obra.

Yoko, quien sabe lo que es el entusiasmo de una soprano, puso manos a la obra para conseguir parte de la financiación de un espectáculo que para empezar requiere el desplazamiento de 36 personas, 14 de ellas venidas desde España, entre ellos los famosos bailaores Antonio Canales y Francisco Franco “Curro”.

En el Ministerio de Cultura de Japón ya saben que cuando Yoko Komatsubara toca a sus puertas no es para pedir ayuda para llevarle al mundo bailes tradicionales de Okinawa o música de shamisen. Y que una artista japonesa reciba fondos de su país para exportar flamenco habla por sí solo montones de la amplia interpretación que hacen los japoneses de la palabra cultura.

La obra nació de la amalgama de sus momentos preferidos de tres óperas famosas: La Traviata, Carmen y Tosca. Yoko cuenta que su contacto con el mundo operístico como bailarina de escenas con coreografía la convirtió en una gran aficionada a la lírica.

El libreto hilvana temas como amor, desengaño, muerte, destino, traición, libertad, venganza y otros que constituyen materia prima común entre las mejores óperas y las más sentidas tonadas flamencas.

En el escenario los puristas pueden presenciar arias clásicas acompañadas con música sinfónica. Pero cuando la ocasión lo requiere, como en la Habanera de Carmen, la guitarra se hace dueña y señora y empiezan el cante y el zapateado.

“A la hora de montar la obra no tracé una división de géneros”, anota Yoko, y añade que su principal objetivo era tratar el material con respeto y no suscitar comentarios como “eso no es ópera” o “eso no se baila en flamenco”.

La intención, asegura Yoko, es llegar al público que no conoce el flamenco o que no va mucho a la ópera y, por supuesto, también a los aficionados y conocedores de ambos géneros.

Al explicar su gusto por los mestizajes culturales, Yoko asegura que su única preferencia es la calidad. “He hecho todo tipo de música y sé que siempre y cuando tenga elementos válidos, se puede hacer algo bueno”.

Su propia vida es un recorrido por géneros diversos. Estudió ballet clásico, pero nació en una familia de artistas de música tradicional japonesa. Por eso creció escuchando y tocando el shamisen, un instrumento típico de tres cuerdas que cuando a uno lo obligan a encontrar semejanzas no tiene más remedio que equipararlo a una guitarra.

En 1959, cuando ve a la bailaora española Pilar López en Tokio, Yoko se da cuenta de que en la remota España, y en la aún más lejana Andalucía, existía un cante apasionado y visceral que evocaba misteriosas coincidencias con la tristeza contenida de las tonadas de su tierra natal.

Sin pensarlo dos veces se va a España y con la devoción de un deportista que se prepara para ganar todas sus pruebas se pone en contacto con maestros como Victoria Eugenia, Paco Fernández, Pedro Azorín o Enrique el Cojo. Su talento y su gran dedicación no pasan desapercibidos para los empresarios y la Compañía de Rafael de Córdoba contrata a la exótica y atractiva muchacha de ojos rasgados y porte gallardo para participar en sus giras mundiales.

Cuando vuelve a Japón ya tiene suficientes tablas como para fundar su academia y en 1969 crea la Compañía del Ballet Español de Yoko Komatsubara, un grupo de bailaoras japonesas seleccionadas por el ojo riguroso de una directora acostumbrada a llenar de belleza el escenario.

30s de flamenco actuales han sido sus alumnas y su labor para la difusión del arte jondo fue reconocida en 1978 por el gobierno español, que le concedió la orden Isabel la Católica.

 Los numerosos premios artísticos a sus obras incluyen el Premio de Oro del Flamenco y el Premio Antonio Mairena, en España, mientras que en Japón obtiene menciones como el Gran Premio Nacional de Danza y el premio de la Asociación de los Críticos de Danza.

 Gisela Zevic, que esta semana en Medellín duerme poco, ocupada en preparar escenografías y agendas y convocar a los 49 miembros de la orquesta sinfónica, nos explica por teléfono que Flamenco bailan ópera es una obra precisa para el público de la capital paisa.

“Aquí gusta mucho la zarzuela, pero los jóvenes quieren algo nuevo”, puntualiza, y se deshace en calificativos como original, arriesgado, bello o espléndido para calificar el espectáculo de Yoko. Cuando le pedimos que nos ayude a encajarlo en género nos dejamos convencer con uno poco objetivo pero merecido “fusión maravillosa”.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo * ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR TOKIO

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar