El Magazín Cultural

Una pionera del feminismo

La escritora y crítica literaria luchó por mayor visibilidad para las mujeres en los diversos campos de la vida social.

Steven Navarrete Cardona
06 de febrero de 2015 - 02:40 a. m.
Dedicó parte de su vida a estudiar autoras colombianas y reconoció el valor de sus obras. / El Tiempo
Dedicó parte de su vida a estudiar autoras colombianas y reconoció el valor de sus obras. / El Tiempo

La escritora y crítica literaria Helena Albrecht Araújo murió en Lausana, Suiza, donde residía desde el año 1971. Araújo parte dejando un gran legado en el campo literario colombiano, no sólo por su producción, encaminada en parte a cuestionar el lente infantilizador con el que eran vistas las mujeres —incluso en la academia misma— durante el siglo XX, sino también por sus diversos estudios sobre los escritores latinoamericanos y colombianos.

Nació en el seno de una familia muy activa intelectualmente. Creció escuchando sobre la vida y las enseñanzas de su abuelo Simón Araújo, conocido por su importante promoción de la educación laica y maestro forjador de una importante generación de líderes del Partido Liberal en las primeras décadas del siglo XX, entre ellos Jorge Eliécer Gaitán. Su padre, Alfonso Araújo Gaviria, fue uno de los más importantes cuadros del Partido Liberal y jugó un papel protagónico durante la vida política del siglo pasado, especialmente en el período denominado por algunos historiadores ‘La República Liberal’, ocupando el cargo de ministro de Obras Públicas y de Guerra durante el mandato de Enrique Olaya Herrera y fungiendo como ministro de Gobierno y Hacienda durante el período de Alfonso López Pumarejo, así como ministro de Educación de Eduardo Santos.

La escritora fue la segunda entre cuatro hermanos, antecedida por Emma Araújo de Vallejo, la mayor de las hermanas y pionera de la museología en Colombia.

“Helena fue una mujer muy dedicada al estudio. En mi mente no existe otra imagen suya que no sea la de ella con un libro en la mano. Desde muy pequeña, con mucho amor y con respeto, construyó una estrecha relación con los libros, pero sin reverencia, es decir, se sumergía en ellos y los cuestionaba sin temor. Siempre estaba leyendo. Pudo leer todo lo que quiso”, dijo Emma Araújo de Vallejo en diálogo con El Espectador.

Cabe resaltar que desde que Helena Araújo aprendió a leer tuvo a la mano la inmensa biblioteca de su padre, dotada con las obras de autores que en la primera mitad del siglo XX eran difíciles de conseguir porque eran prohibidos por las autoridades eclesiásticas o porque no habían sido traducidos. A escritores como Víctor Hugo, Zola, Balzac, Descartes y Hume entre otros, en muchos de los casos los leyó en su lengua original.

Gracias a la labor de su padre como diplomático en diversos países, ella y sus hermanas viajaron por diversos lugares del mundo, como Estados Unidos, Brasil y Europa, entre otros. Así fue adquiriendo una mentalidad de ciudadana del mundo sumada al aprendizaje de diversos idiomas, entre ellos el inglés, el francés, el alemán y el portugués, lo que la ayudaría a forjar un amplio capital cultural y le permitiría escudriñar el universo literario mundial sin restricciones.

En los Estados Unidos cursó su formación básica y de regreso a Colombia se inscribió en el Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional, donde tuvo contacto con las grandes teorías y paradigmas de la época, como el psicoanálisis, el estructuralismo y el feminismo, lo que se vería especialmente reflejado en sus obras.

“Entre su producción se pueden encontrar trabajos muy significativos como La Scherezada criolla: ensayos sobre escritura femenina latinoamericana, que, como indica su título, es un estudio sobre la literatura hecha por mujeres. En Colombia fue una de las primeras mujeres en escribir crítica feminista. Además estudió y nos enseñó a reconocer aquellos autores que fueron apareciendo en el panorama nacional, los que vienen después de Gabriel García Márquez o que siendo más jóvenes se empezaban a dar a conocer, autores que hoy cuentan con una carrera muy reconocida”, dijo para El Espectador la ensayista, poeta y crítica literaria Luz Mary Giraldo.

Se casó y tuvo cuatro hijos: Priscilla, Gisèle, Nicole y Jocelyne. Luego se divorció y se fue a vivir a Suiza hace más de cuatro décadas. Y aunque no regresó al país, siempre estuvo atenta a la producción literaria colombiana. Publicó varios libros, entre ellos La M de las moscas (1970), Fiesta en Teusaquillo (1981) y Signos y mensajes (1996).

“Viajó porque no se sintió satisfecha con la mentalidad de la élite bogotana. Su salida del país la asumió como un exilio voluntario, sin dejar de informarse de lo que sucedía en el país. En ese sentido rompió con una sociedad que consideraba como impostora, como se ve reflejado en Fiesta en Teusaquillo. Una sociedad con una mentalidad que no les permitía asumir a las mujeres su propia identidad. Eso fue lo que yo misma le oí decir en distintas conferencias. En ese sentido, su obra tenía una actitud muy crítica frente a la sociedad de la época. Su trabajo resulta también en una apuesta mucho más urbana, como parte de su generación ”, anota Giraldo.

En Suiza trabajó como profesora de literatura española y latinoamericana en la Universidad Popular hasta que su salud no le permitió seguir en la academia.

 

Por Steven Navarrete Cardona

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