El Magazín Cultural

Una vida llamada Manchester frente al mar

Nominada a mejor película para los premios Óscar, con la interpretación de Casey Affleck, nominado a mejor actor, este filme es el más reciente trabajo de Kenneth Lonergan, y trata sobre la vida de la familia Chandler.

Ángela Martín Laiton
18 de febrero de 2017 - 12:07 a. m.
Casey Affleck, nominado a mejor actor en los Óscar, en su papel de Lee Chandler.
Casey Affleck, nominado a mejor actor en los Óscar, en su papel de Lee Chandler.

Recordé ese principio creador del que hablaron los Kogi hace miles de años. Primero estaba el mar. Todo estaba oscuro. No había sol, ni luna, ni gente, ni animales, ni plantas. Sólo el mar estaba en todas partes. El mar era la madre.  La película se inicia así, con la inmensidad del mar como génesis, una discusión animada entre Lee Chandler, interpretado por Casey Affleck, y su sobrino Patrick Chandler. Un paisaje invernal, bañado de azules y grises, tres hombres navegando a bordo del Claudia Marie, una maravillosa banda sonora realizada por Lesley Barber ejecutada por la filarmónica de Londres.

Manchester frente al mar es la entrega más reciente del director estadounidense Kenneth Lonergan, cuyo trabajo se ha caracterizado por escribir y dirigir dramas repletos de sentimientos velados en la desnudez y la complejidad humana. Nunca recurre a libretos complejos, ni extremadamente sentimentales, es quizás eso lo que hace que naveguemos en sus películas fuera del drama convencional, porque desde el principio entendemos que sus filmes están dirigidos a encontrar la condición humana y la vida con sus devenires cercanos a nuestra propia existencia.

Un mar en calma

Lee Chandler es vestido de océano tranquilo en las primeras escenas de la película. Es conserje de varios edificios en Boston, y desarrollando este oficio se presentan varias escenas en las que se retrata su cotidianidad con un humor ácido, en donde dada la seriedad del actor, uno no sabe si reír a carcajadas o esperar a que saque un hacha para asesinar a los vecinos del lugar. Destapar cañerías, quitar la nieve de la entrada, lidiar con los egos y la mezquindad de cada dueño de los departamentos,  la película es un juego en el que cada inmueble es un universo incomprendido por el actor, al que le interesan poco y nada los dramas de sus clientes.

Poco a poco vamos adentrándonos en la profundidad del personaje, una aparente tranquilidad de vivir a diario soportando el trabajo, una cerveza en soledad en el bar, una habitación con muros gigantescos con una ventana diminuta y un cuarto sencillo, sombrío y aislado en un sótano. La mañana siguiente, volver al trabajo y barrer la nieve que no parará de caer en el invierno. Una llamada que quiebra todo, su hermano que ha sufrido algo en medio del mar y él debe viajar a ver qué ocurrió.

Naufragar en la tempestad

“Tu hermano murió hace una hora Lee, se desvaneció”. Se quiebra la línea de la película para hacer de este aparente equilibrio un constante ir y venir entre la tragedia del presente y los fantasmas del pasado. Lee Chandler debe hacerse cargo de su sobrino, se han quedado solos después de tanto, solos como en esa primera escena donde en medio de un diálogo el pequeño niño le dice que siempre elegiría a su padre. Patrick Chandler es un adolescente que busca sobrevivir a sus circunstancias familiares. Una madre alcohólica que se fue. Un padre que lo amaba y acaba de morir. Un tío atormentado por el pasado en Manchester que ha decidido huir.

Los Flashbacks de los que echa mano el director nos van permitiendo desentrañar este drama que es más complejo de lo que parecía. Lee va recordando su vida allí en Manchester frente al mar (Estados Unidos), no en vano se eligió una ciudad pequeña cuyo nombre completo y real nos lleva a imaginar un lugar lleno de nostalgias invernales a la espera del calor del verano para la vuelta del mar en calma.

Nunca un mar en calma hizo experto a un marinero

La película va despacio, con escenas dolorosas que pasan lento como nuestras tragedias en la vida real. Llena de momentos desesperantemente dolorosos pero tangibles, no cae en la facilidad del drama que termina coloreando un sol, ni dándole paso a la alegría. Porque en realidad cuando la vida nos duele y nos golpea, solo queda la fuerza de tener que levantarse a diario aunque no sepamos el para qué. Una obra de arte que nos deja atrapados en el sinsentido que tiene a veces seguir, viviendo un día tras otro, entendiendo que en medio de la tragedia y la amargura también está lo más profundo de la vida.

 

Por Ángela Martín Laiton

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