El Magazín Cultural
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Utilidad de un mal pensamiento

La revista ‘El Malpensante’ decidió pedir la ayuda de sus lectores para seguir sobreviviendo en un mercado áspero.

Mariángela Urbina Castilla
13 de julio de 2014 - 02:00 a. m.
Andrés Hoyos, director de la revista ‘El Malpensante’, cree que “cuando uno no paga a los autores no se les puede exigir”.
Andrés Hoyos, director de la revista ‘El Malpensante’, cree que “cuando uno no paga a los autores no se les puede exigir”.

¿Cuál es la utilidad de lo inútil?, se pregunta el filósofo italiano Nuccio Ordine en uno de sus ensayos. Ese es el cuestionamiento que, seguro sin pensarlo mucho, también se hacen los consumidores de arte y literatura. Gustave Flaubert, cuenta Ordine, alguna vez escribió irónicamente que la poesía es “del todo inútil” porque “ya pasó de moda”. Su afirmación describe el pensamiento de la mayoría de los anunciantes, quienes casi siempre deciden si una publicación vale la pena. Desde 1996, Andrés Hoyos ha logrado preservar lo inútil en Colombia y lo ha hecho por el sentimiento que, según él, motiva la creación de todas las revistas: “Ser cursis”.

Pero además de El Malpensante, pocas o ninguna son las opciones para los autores de ficción y poesía. Años atrás, revistas como Eco, Mito o Número eran espacios literarios. Algunas revistas universitarias se dedican hoy a este tipo de contenidos, pero no pagan por colaboraciones. La revista Arcadia informa sobre literatura pero no la publica. En América Latina, Orsai, el gigantesco esfuerzo sin publicidad, pagado por suscriptores, también cerró por razones económicas. Lo mismo le pasó a El Puercoespín, que funcionaba en la web. Una oleada de libros sobre actualidad se roban el favoritismo de las editoriales. Y ahora Andrés Hoyos decidió enviarle un correo a sus lectores pidiendo ayuda: “a lo largo de estos dieciocho años mi familia y yo hemos cubierto el déficit mensual que deja la revista”, dijo a sus suscriptores.

“Yo podría seguir sosteniendo la revista, pero la idea es que sea autosostenible y crezca. Queremos seguir haciendo lo que hacemos, pero mejor”, afirma Hoyos, quien según un perfil publicado en la revista Cromos es un hombre que ha contado con los recursos para cultivar sus placeres culturales. Tal vez el más importante y filantrópico de todos es El Malpensante. “Inicialmente la revista era con ánimo de lucro, pero en 2004 se convirtió en una fundación para así atraer más patrocinadores”. Pero esa labor es ardua. Aunque Hoyos asegura que cuentan con algunos apoyos, pocos son los anunciantes externos que un lector se encuentra en las páginas de la publicación.

Para Ana María Aragón, experta en literatura y gerente fundadora de la librería independiente Casa Tomada, “el problema es que las empresas no creen en la pauta cultural”. Frente a esto, Édgar Tarazona, CEO de Media Brand, una agencia de comunicaciones prestigiosa en su medio, señala que “la gran mayoría de publicistas dirigen sus anuncios a un público masivo. Ese público no se encuentra en los productos culturales”. Sin embargo, algunos bancos y empresas de autos pautan temas asociados a la cultura. “Lo hacen porque tienen ciertos compromisos o porque de verdad creen que así ayudan al crecimiento de las personas”. Sólo que no abundan los que creen.

Tarazona piensa que es necesario “concientizar a los anunciantes sobre las cualidades del consumidor de estos medios, decirles que no es una cuestión cuantitativa sino cualitativa”. Sobre el tema de la calidad, el escritor Ricardo Silva Romero, varias veces publicado en El Malpensante, cree que esta revista “ha logrado elevar el nivel de la discusión, no tiene miedo de hablar y ha servido para conectar a muchos autores en español”. Alberto Salcedo Ramos, quien se dedica en exclusiva a la literatura de no ficción, siente que allí encontró “unos editores que siempre se mostraron dispuestos a apostar por una buena historia”.

Salcedo Ramos es periodista, pero en el caso de Silva y otros autores que crecieron en la ficción, el periodismo ha sido otra forma de vivir de la escritura. Aunque muchos no viven de ello. Es el caso de Piedad Bonnett: “No espero vivir de escribir. Tener otros oficios no es bueno sólo en términos pragmáticos sino como opción de vida. Por ejemplo, Kafka era abogado”.

A finales del año pasado, la revista Forbes y el periódico The Guardian reseñaron con preocupación un estudio que revelaba que el promedio de los autores que se autopublican —opción viable para las nuevas firmas gracias a internet— ganaban alrededor de US$1.000 al año. Y eso que en los países anglosajones hay muchas más posibilidades de hacer dinero en el mundo digital . Afortunadamente, la mayoría de los escritores confesó no perseguir dividendos de su escritura. Salcedo Ramos lo explica bien: “Hay gente convencida de que la cultura es para admirarla y no para invertir en ella”.

Además, en Colombia, las carencias del sistema educativo y la urgencia de satisfacer las necesidades básicas no dejan mucho tiempo para pensar en leer o comprar El Malpensante, aunque ésta ha logrado pelear contra las deficiencias y ganarse así un buen espacio en contextos con acceso a calidad educativa.

La petición de Andrés Hoyos inquieta sobre todo a los nuevos creadores que han visto pasar por allí a muchas de las plumas que admiran, pero también es un llamado a apostar por la cultura. Hoyos asegura sobre su medio lo que deberían escuchar los patrocinadores: “El Malpensante tiene un objetivo filantrópico: ser una revista de alta cultura en un país pobre intelectualmente”.

Así es como lo inútil se vuelve útil.

 

 

mariangelauc@gmail.com

@mariangelauc

Por Mariángela Urbina Castilla

 

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