En el país del “Usted no sabe quién soy yo” a Víctor Gaviria no le molestó mostrar su cédula, cuando en el Terminal de Transportes de Pereira, dos policías solicitaron documentos. No importa que no reconozcan al que está detrás de la cámara. Importa que se reconozca la realidad que busca mostrar a través de la pantalla grande.
Su padre fue médico cirujano. Su madre ama de casa. 8 hermanos y un perro Pastor Collie acompañaron su infancia. El barrio La Floresta en Medellín, fue testigo de cómo crecía un niño y sus hermanos rodeados de películas mexicanas y de vaqueros, que su padre alquilaba y les dejaba ver en un proyector de 16 Mm Bell & Howell. “Cuando yo tenía un año de edad, mi papá me filmó cuando yo estaba aprendiendo a caminar, esa película aún la tengo”.
Estudió psicología para palpar el alma en las palabras y dice que con el cine lo ha logrado. Cuando en Colombia poco se reconocía el “parlache”, Gaviria lo hizo materia prima y levantó esa voz marginada para que el: “traído”; “quieto”; “dos caras”; “picar arrastre”, fueran palabras que aunque no se registraran en ningún diccionario, se entendiera que tenían, además de significado, historia.
Siempre hace énfasis en que sus actores son naturales, ha denominado su trabajo como “cine de realidad”, pues le interesa capturar la vida de la exclusión social que siempre se tiene cerca, mostrar ese rostro de los actores que pertenecen a ese mundo que muchos vemos en la lejanía.
Lo hizo con “Rodrigo D: no futuro” (1991), avanzó con “La Vendedora de Rosas” (1998), luego en “Sumas y Restas” (2005). Doce años después, llega con dos trabajos de magnitud: “En busca del Animal” (documental) y “La Mujer del Animal” (Película). Ese ejercicio de realizar documental y película relacionados entre sí, ha mostrado en Víctor Gaviria el deseo de complementar una historia, de mostrar la investigación que se hizo, de ir al antes, el durante y el después. También ha evidenciado ese sentir que no se ha contado todo. Tal vez, es lo que lo ha llevado a seguir escuchando historias por más cruentas que sean: “en el documental se ve el esfuerzo que hace la ficción para apresar todas esas verdades que son necesarias mostrar, pero que son difíciles de hacerlo, porque son etéreas, son frases, son cosas que son difícil de meter en acciones de cine”. Señala, aludiendo a que siempre hará falta algo que contar.
Los directores de cine, como los periodistas, escritores, artistas, entre otros, buscan de la realidad y del presente de una sociedad, herramientas para crear. La palabra Posconflicto, pasó de ser una quimera a ser componente de creación y desde ya el país tiene la oportunidad de conocer de primera mano, la historia de quienes durante muchos años estaban del otro lado de la verdad. El cine no podrá hacerse ajeno y Víctor Gaviria ya lo presiente: “es el momento de poder penetrar en ciertas realidades que antes estaban prohibidas, porque si lo hacías te volvías objetivo militar: vos no podías hablar de la guerrilla mal, ni de los paramilitares mal, ni del ejército mal, porque algo te pasaba. Ya cesó la guerra armada. Ya podés entrar a todas partes y decir la verdad”.
Ahora, según Alfred Hitchcock, “En el cine documental, Dios es el director y en el de ficción el director es Dios”, entonces ¿Quién es Víctor Gaviria en el cine de realidad?