El Magazín Cultural
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¿Y, si la librería se quiebra, caerán de pie los libros?

Crónica vivencial de la desaparición de una de las librerías más importantes de Holanda, La Polare.

Carmen Socorro Ariza-Olarte
05 de febrero de 2014 - 05:47 p. m.
La librería Polare Maastricht, una de las que ha sobrevivido al debacle de las ventas en Holanda. / safesurfer - Flickr
La librería Polare Maastricht, una de las que ha sobrevivido al debacle de las ventas en Holanda. / safesurfer - Flickr

No, no caerán! ascenderán a una nube, O sea que se morirán e irán al cielo? Sí y no, irán al cielo, pero seguirán vivitos y coleando como los cometas, los satélites, las estrellas y las almas de los que se han ido, Ah, ya entiendo, le dirá la pequeña Genésis a su abuela Eterna, luego de haber escuchado juntas en el telediario que la Librería más grande del Reino, sin más ni más, cerraba sus puertas al público, y las especulaciones apuntaban a que pronto se declararía en quiebra para salvaguardar en algo sus bienes terrenales.

Este episodio de la vida real sucedió la noche del lunes 28 de enero del 2014, fecha un tanto dramática para Eterna: un 28 de enero, siendo apenas una niña de 8 años, perdió a su madre en un accidente de tránsito causado por un conductor borracho. Fue por entonces, como se lo ha dicho y repetido a su nieta imaginaria, que Eterna supo lo que quería y no quería: no quería ser madre; prefería parir cuentos y novelas; o sea: hacerse escritora. Por eso al ver en la tele que la librería Polare, tratando de librarse de un posible embargo de los acreedores, cerraba sus puertas de ipso facto, para Eterna fue algo así como si le hubieran dado con la puerta en la cara. Allí, ella había pasado muchísimos buenos ratos escarbando entre libros, antes de proceder a gastarse una buena parte de su salario en los escogidos. Quince años atrás, cuando recién encontró el tiempo y el espacio para sentarse a escribir en serio y en forma, y vino al Reino por primera vez, una de las cosas que más la sorprendió y animó fue ver cómo por todos lados había librerías para todos los gustos, materias, sexos, estilos, etc. En tan solo tres o cuatro bloques podías encontrar librerías para niños, para los amantes de los viajes o de la cocina, para los esotéricos y/o religiosos, y así hasta llegar a las súper inteligentes tiendas, especializadas en promover y vender libros científicos y técnicos, en donde se exhibía lo recién editado en las mejores universidades del mundo y todo lo obligado y exigido por las mejores academias; y, resumiéndolas a todas, y sobre todas, se levantaba la gran librería Broose, como se llamaba Polare entonces, ubicada en una esquina estratégica del Viejo Canal (Oudegracht) de Utrecht, colindando nada más ni nada menos que con la gran Biblioteca Pública -otro sitio obligado que también parece va a cerrar sus puertas muy pronto-. Allí, en Broose, podías gastarte el día entero, si te daba la gana, pues había de todo, y más que nada había montañas de literatura en muchas diferentes lenguas, incluído el español.

En el Broose de aquellos años, no era tampoco raro ver cómo los fines de semana o, en fechas especiales como las navideñas, las colas de gente comprando se hacían interminables; puesto que los holandeses tenían entonces -no sé bien si tienen todavía- una verdadera fascinación por los libros. Muchos los compraban -como sucede en todas partes- por mero esnobismo, pero la verdad es que las élites educadas sí tenían y tienen aún el hábito de la lectura; por eso regalar un libro o un bono de Broose era algo muy apreciado; incluído, tengo que decirlo, las bolsas de tela cruda con el logo de Broose, que al principio a la elegante Eterna le parecieron un poquitín faltas de estilo, pero que luego de unos meses, y de haberse empapado bien de la cultura holandesa, se le convirtieron como a muchos de los estudiantes, académicos e intelectuales de aquellos tiempos en una muestra de estatus: todas y todos iban y venían siempre con la bolsa de tela cruda, igual que ahora las masas van por ahí con grandes bolsas de marca, casi siempre chiviadas por demás. Y por eso, eran también bastante comunes los clubes de lectura, las tertulias, las conferencias y las charlas de... y con... los grandes y pequeños escritores, promovidas y promocionadas por las casas editoras, las academias y las grandes librerías como Broose.
¿Cuándo exactamente empezó la debacle? Eterna no sabría decirlo, pero supone que con la llegada de las nuevas tecnologías, del libro electrónico, del acceso gratis a gran cantidad de información y de los grandes monstruos como Amazon, más la inacabable crisis en que las grandes economías del mundo han caído, todo sumado; más la falta de atención, respeto y reconocimiento a la materia prima primordial, a los que hacen y escriben los libros: los escritores, ha contribuido al cierre y... vámonos para una nube... A donde tampoco es que se esté a salvo; igual, hay cientos de virtuales vivos virtuales vendiendo consejos de cómo hacer y no hacer para convertir tu novela en un betseller, o encontrar el agente perfecto que te ponga en los primeros lugares de ventas y, en fin, todo esa gama de sabuesos que, lo mismo, lo primero que quieren ver es el verde billete para proceder a convertirte en celebrity, sin ni siquiera haber leído tu trabajo...Congrats! te dirán para animarte cuando se enteran de que has colgado algo en alguna de sus nubes.

Y todo eso ha pasado en tan solo 15 años, en los que Broose tratando de sobrevivir se cambió de nombre más de dos veces. Fue Broose-Kemink, luego Selexis y, no hace mucho, en un intento desesperado por salvarse se fusionó con Slegte –la librería de segunda mano más grande del Reino: todo un gigante maravilloso en el que podías fácilmente perderte en sus cinco pisos más un oscuro sótano, llenos de libros de toda clase, edades, olores, colores, temas y especies-. Y así, de la fusión entre los dos grandes gigantes nació Polare: un oso polar que, según parece, no logrará sobrevivir al deshielo ni a los avances de las nuevas tecnologías y los nuevos mercados...

...Y, en una órbita venidera, virtual y pluscuamperfecta, la pequeña Genésis Theoris[1], jugando en el oscurocuartooscuro de su tatatatará abuela, en donde yacen por ahí como antiquísimas reliquias pedazos de santos, libros de papel y verdes billetes de papel moneda, habrá de preguntarle a su tatatatará súper abuela por los libros que ondean en alguna de sus ventanas en el cielo, Oma, ¿por qué no ha muerto la novela? Porque por aquellos tiempos, cuando aún existía el tiempo, el espacio y la memoria, entre más adelantos científicos y escritores surgían, la novela fue lo que más fácilmente se adaptó y, como lo explico Carlos Fuentes[2], fue cambiando su geografía. ¿Pero tú, de dónde sacas esa pregunta? De tus cuentos abuela, leyendo tus historias crípticas y jugando en tu oscurocuartooscuro, descubrí una palabra que usaban mucho en las lenguas muertas y, con ella, algunos de tus miedos por aquellos tiempos imperfectos. Y así... Genésis Theoris habrá inventado, como su tatatatará súper abuela, apólogos e historias apócrifas, imaginando en su proyección perfecta lo que fue en verdad un pretérito imperfecto y... en su profunda proyección no solo se puede ver a Kafka liberado de las endiabladas uñas que lo amenazaban, sino a toda la humanidad, agobiada y doliente, libre y feliz leyendo las mil y una novelas que todos hemos ido llevando ya inscritas en El Lenguaje de Dios[3]: Un Código Genético que evolucionó y evolucionó hasta hacerse pluscuamperfecto y erradicar de la memoria del hombre el dolor, el miedo, el odio, la violencia, la guerra y, en fin, todos los males que nos habían mantenido embrujados... Por que todo eso sí que puede suceder en la novela... Abuela Eterna... despierta... dí que me oyes... Sí,sí...¿sí habré oído?

Carmen Socorro Ariza-Olarte

[1] Genésis Theoris, personaje sacado de una de mis novelas llamada: El Mapa Genético de un Conquistador de Mariposas.
[2]Carlos Fuentes, La Geografía de la Novela, Tierra Firme, Fondo de la Cultura Económica, Mexico, 1993
[3]Francis S. Collins, The Language of God, Free Press, NY, 2006

 

Por Carmen Socorro Ariza-Olarte

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