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Beneficios de la lentitud

El autor canadiense es uno de los artífices de la meditación en las empresas, una fórmula que permite fortalecer la productividad.

David Mayorga
10 de agosto de 2013 - 09:00 p. m.
Beneficios de  la lentitud

Nike se anotó un auténtico hit en marzo pasado. Justo cuando los analistas auguraban unos resultados trimestrales modestos, conformes a la reducción en la demanda de sus mercados principales, el fabricante de artículos deportivos reveló que sus ingresos netos ascendieron a los US$866 millones o, traduciéndolo en términos contables, 73 centavos de dólar por acción.

Un año atrás, la firma había obtenido, por el mismo concepto, US$560 millones (o 61 centavos por cada título), cifra que algunos expertos juzgaban muy difícil de igualar. O de sobrepasar. Sobre todo con la caída de las ventas en Europa y una fluctuación aún más acentuada en el mercado chino.

Pero Nike supo sobreponerse a un escenario marcado por el alza en los costos de producción y las materias primas. Su secreto, oficialmente, fue reorganizar la casa, centrarse en los negocios principales, vender las filiales menos exitosas (como Umbro) y fortalecer su catálogo en internet.

Claro que la estrategia se complementa puertas adentro, en sus oficinas y en sus plantas. La compañía ha dispuesto habitaciones separadas del área de trabajo en todas sus instalaciones, donde el silencio es el denominador común. Allí los trabajadores pueden hacer una pausa en su rutina, ir a pensar, orar o hasta dormir la siesta. También existe la posibilidad de que tomen cursos de yoga e incluso técnicas avanzadas de meditación.

Nike, al igual que compañías como Apple, Google, HBO, Procter & Gamble, Deutsche Bank o Yahoo!, aplican la filosofía de la lentitud. Su objetivo es vivir la vida de una forma más tranquila, muy alejada de una rutina diaria frenética. O, en el ambiente laboral, donde puedan encontrarse espacios para redefinir objetivos y fortalecer la creatividad.

“Hay momentos en que las empresas tienen que ir muy rápido, pero quedarse atrapadas en la velocidad fast forward puede conducirlas a un problema estructural. Creo que la entrada a una nueva época es posible, una en la que es necesario conectarse con la ‘tortuga interior’ y entender que hay momentos puntuales para construir un cambio”, explica Carl Honoré, el periodista canadiense que en 2004, a través del libro Elogio de la lentitud, le propuso al mundo un cambio de ritmo.

Su teoría ha venido acompañada de estudios científicos que han encontrado cambios en la estructura de la corteza cerebral de quienes han incorporado la meditación en su estilo de vida. Esto permite que puedan procesar de una manera más rápida toda la información a su alrededor, logrando lo que el autor describe como la “paradoja deliciosa de la lentitud”: “Quienes ralentizan son más capaces de manejar el bombardeo de información, los compromisos y las distracciones cuando vuelven al trabajo”.

 Esa fórmula también se traduce en beneficios económicos para el entorno corporativo. Un experimento de la consultora McKenzie con una multinacional australiana consistió en regular los horarios de conexión a los teléfonos y correos electrónicos para reducir el número de distracciones; a la vuelta de un año, la compañía logró ahorrarse US$20 millones con el aumento de la productividad y una disminución en las enfermedades de sus empleados.

Una política similar puede aplicarse en cualquier entorno, pero necesita tanto del compromiso de empleados como de jefes de división para trabajar en unos resultados que sólo pueden materializarse a largo plazo. Entonces será posible dar pasos sencillos: fijar horarios de desconexión obligatoria de los dispositivos móviles, implementar rutinas de descanso y reflexión, o dejar la oficina cuando las tareas del día se han completado.

Si aquellos compromisos logran integrarse a la cultura de la organización, puede venir la siguiente fase: cuartos de relajación, juegos (o videojuegos) para dejar de lado el estrés y espacios donde se pueda fortalecer la creatividad. Pero ese es un paso que no acostumbran a dar un gran número de empresas.

 

“La gente siente que le conviene ir más lento, pero tiene miedo de dar el primer paso, de que los demás se burlen, de que la competencia los deje atrás. Cuando uno encuentra dentro de la estructura organizacional una persona con la valentía, la determinación y el coraje para implementar los cambios, los beneficios se manifiestan enseguida”, asegura Honoré, invitado de la próxima jornada de Foros El Espectador.

Por David Mayorga

 

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