Publicidad

La carrera por la hípica

Una nueva reglamentación quiere revivir la industria de las apuestas en las competencias de caballos purasangre.

María Alejandra Medina C.
05 de octubre de 2015 - 01:55 a. m.

Desde el siglo pasado, tras el ocaso de los años gloriosos de la hípica en Colombia, esa industria ha tratado de volver a arrancar una y otra vez. Más de 20 hipódromos han abierto y cerrado sus puertas en las últimas décadas, al tiempo que la reglamentación ha ido tendiendo a darle más beneficios al negocio. Hace cinco años se expidió una norma que pretendía avivar ese mercado de una vez por todas, pero apenas hace pocas semanas esa ley, la 1393 de 2010, se convirtió en algo que los interesados en la crianza y las carreras de caballos purasangre ven como una verdadera oportunidad.

Lo que prácticamente condenó a muerte este negocio, según quienes vivieron de él, fueron, entre otras cosas, pero sobre todo, los altos impuestos, que entre los 70 y los 80 alcanzaron “un absurdo 30%”, en palabras de William Yarce, periodista hípico, criador y propietario de caballos y cofundador del hipódromo Los Comuneros de Guarne, en Antioquia. Desde los 90, la ley ha intentado darles beneficios a las apuestas hípicas, pero ahora, de acuerdo con Coljuegos, lo que hace diferentes a la Ley 1393 y al acuerdo que la reglamenta, el 179 de 2015, del Consejo Nacional de Juegos de Suerte y Azar, es que definen la tasa de tributación en tan sólo 1%, extienden las licencias de operación de los hipódromos por 10 años —con opción de prorrogar por el mismo tiempo— y vuelven la hípica de carácter departamental.

Hay que decir que juegos de suerte y azar como Baloto o Las Deportivas tienen tasas de 32% y 24%, respectivamente. Por otro lado, los cortos tiempos de concesión de los hipódromos implicaban que los empresarios hicieran grandes inversiones con poco margen para recibir retornos. Se calcula que poner a funcionar un hipódromo podría costar aproximadamente $15.000 millones. Finalmente, al ser de carácter departamental, los entes territoriales tienen la autonomía para dar luz verde —o no— a esta actividad, cuyos aportes irán 50% para el régimen de salud subsidiado y 50% para hospitales públicos. Coljuegos prevé que el recaudo anual por hipódromo para la salud podría ser cercano a los $3.000 millones.

A nivel mundial es una industria que mueve alrededor de 87.300 millones de euros, con cerca de 230.000 caballos corriendo, 150.000 carreras por año y casi 150 millones de aficionados. En la región, países como Panamá, Argentina y Venezuela tienen un ecosistema muy dinámico para la hípica. En Colombia, un mercado con más población que los ya mencionados, y, por lo tanto, probablemente con mayor afición potencial, existieron plazas para las carreras de caballos desde el siglo XIX. Pero quienes aún lo recuerden o echen un vistazo a la historia de la hípica estarán de acuerdo en que la época dorada fue la del hipódromo de Techo, en Bogotá, fundado en 1954 y cerrado en el 82, en el mismo lugar donde hoy está el estadio que lleva el mismo nombre.

“Uno oye que los abuelos de la generación de hoy se pagaban sus estudios trabajando en el hipódromo, por ejemplo. Fue un desarrollo impresionante para Bogotá en su momento”, cuenta Silvia Kling, directora ejecutiva de la Asociación Colombiana de Criadores de Caballos de Pura Sangre Inglesa (Asocriadores), creada hace más de 60 años, justamente para promover la industria. “Techo se cerró tristemente porque empezó una competencia. El que se volvió dueño del hipódromo no les gustó a los criadores, entonces resolvieron que harían el de Los Andes”, cuenta Kling al referirse al surgimiento del hipódromo ubicado al norte de Bogotá, que abrió en 1978 y cerró en el 87.

En los 90 funcionaron los hipódromos de Villa de Leyva y Guarne. Más recientemente, El Rosal, en cercanías de Bogotá. Pero la razón por la que se da esta nueva oportunidad para la hípica es que, luego de la liquidación de Etesa, la creación de Coljuegos y la expedición de la ley de 2010, se necesitaban reglas claras para echar a andar la industria. Según Cristina Arango, presidenta de Coljuegos, el acuerdo 179 de 2015 se formuló al ver el interés que había en el departamento del Cesar para poner a funcionar el hipódromo de San Francisco, cerca de Valledupar. Sin embargo, a nivel departamental aún no había claridad en cómo expedir la licencia sin la reglamentación de la ley.

Juan Pablo Ovalle es el empresario que está promoviendo ese proyecto. Cuenta que “desde muy niño disfrutaba de carreras informales en el municipio de La Paz, carreras de callejón, como se les llama a nivel nacional. Eran espectáculos de sólo dos caballos y se hacían en una calle del municipio”. En 2012 Ovalle se enteró de que el partidor automático que fue del hipódromo Los Comuneros estaba a la venta. “Lo compré prácticamente como chatarra. Este aparato, que fue traído de Puerto Rico por la empresa Equss, hoy tiene un precio de US$180.000 y fue nuestra primera adquisición”. En 2013 empezó la construcción y en diciembre de ese año se hicieron las primeras carreras. Asegura que ya tiene propuestas de firmas internacionales para venir a operar las apuestas y que se encuentra a la espera de que la Gobernación del Cesar publique los pliegos para obtener la licencia.

La motivación para reactivar la industria, según estos actores del sector, es en gran parte la generación de empleo y la porción importante que la hípica puede representar para la economía. De acuerdo con cifras de Asocriadores, un solo caballo purasangre puede generar siete empleos, entre directos e indirectos. William Yarce, por su parte, resalta que en esta industria confluyen muchos sectores: agropecuario, de alimentos, farmacéutico, comercio, textil, entre muchos otros. Pero por lo mismo, dice Silvia Kling, “está todo por hacer”.

La hípica ha estado adormecida. Los jockeys que se han formado se han ido del país y hoy apenas quedan un poco más de una docena de criadores. La directora de Asocriadores cuenta que los caballos que hoy se crían en Colombia se exportan a Panamá, donde hay cerca de 1.500 caballos compitiendo. Para ella, lo operativo y el quehacer del negocio se pueden aprender. Pero el reto realmente está en volver a atraer a la afición. “Hoy los apostadores están en los casinos, en otras cosas”. La clave, según Kling, puede ser seguir el ejemplo de México, donde el espectáculo se reactivó atrayendo a gente joven incorporando centro comerciales y hasta discotecas en el hipódromo.

“Este es un juego que tiene componentes muy propios porque no es de suerte y azar. Hay aficionados a la hípica para hacer sus apuestas o disfrutar del espectáculo de las carreras”, opina Baltazar Medina, presidente la Federación Colombiana de Empresarios de Juegos de Azar. En un sentido similar, William Yarce cree que es un error equiparar la hípica con los juegos de suerte y azar, y por eso debería tener otro tratamiento. “El apostador hípico tiene un gran volumen de información sobre cada caballo, el jinete, el entrenador, el propietario, la pista, la distancia, el estado del caballo, que hace que su selección sea más informada que de pura suerte”.

Por lo pronto, el único proyecto concreto que se perfila para apostarle al negocio es el del Cesar. Silvia Kling, sin embargo, no descarta que inversionistas, incluso extranjeros, estuvieran interesados en dinamizar la industria. Coljuegos por ahora resalta que, con la reglamentación, las condiciones están dadas para cualquier departamento que quiera participar y para que las redes de apuestas se puedan volver de carácter nacional. “Se podría comprar en una red como hoy se compra el Baloto”, dice Arango, algo que es posible, pues el acuerdo habla de la necesidad de un sistema de transmisión de las carreras en vivo.

Hoy las características del mercado a nivel tecnológico son muy distintas, algo que puede ser de doble filo. Los sistemas de comunicación podrían volver aficionada a cualquier persona, en cualquier punto del país, sin necesidad de ir a la carrera, pero también han cambiado los gustos e intereses del consumidor. La renaciente hípica sin duda se reencontrará con adeptos dichosos de volver al óvalo, pero deberá sortear el reto de atraer a las nuevas generaciones, de manera que el tradicional 5 y 6 vuelva a despertar la emoción que un día fue igual, o tal vez incluso más grande, que la del fútbol.

Por María Alejandra Medina C.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar