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La ciudad automotriz que se quedó sin combustible

Una deuda pública de US$18.500 millones obligó a Detroit, Estados Unidos, a declararse en bancarrota. La ‘París del Medio Oeste’, como le decían por su arquitectura y poder económico, parece una metrópoli fantasma.

Edwin Bohórquez Aya
19 de julio de 2013 - 10:00 p. m.
Detroit fue la ciudad que vio nacer a compañías como Ford,  GM y Chrysler. El más pujante de los 51 estados ahora muestra sus fábricas abandonadas. / EFE
Detroit fue la ciudad que vio nacer a compañías como Ford, GM y Chrysler. El más pujante de los 51 estados ahora muestra sus fábricas abandonadas. / EFE
Foto: EFE - JEFF KOWALSKY

Dicen unos viejos europeos —de los que llevan como apellido la palabra éxito— que el mejor consejo económico cuando se habla del futuro de un negocio, no está basado en proyecciones, pérdidas y ganancias, balanzas de estructuraciones, créditos de largo plazo, ingresos, retefuentes, utilidades y balanzas de pagos. No hay que hablar con tecnicismos. Tampoco con complicados embrollos financieros y administrativos. Todo se encierra en una corta frase: “Si ganas cinco monedas, no gastes seis”. Lo contrario, casi que al pie de la letra, fue lo que le sucedió a Detroit, en Estados Unidos.

La ciudad, de viejas épocas dueña de los más altos índices de empleos y pujante región del norte del país, aposento de las casas automotrices Ford, General Motors (Chevrolet), Chrysler, y las de lujo Oldsmobile, Packard, Studebaker, Cadillac, Buick, GMC, Lincoln, Pontiac y Hummer, se quedó sin ‘combustible’. No anda. Y la próxima estación de servicio está a varios kilómetros de distancia. Necesita un empujón de un brazo económico fuerte y sólido, porque tuvo que declararse en bancarrota después de reconocer que los resultados de una década cargada de deudas y una industria que no respondió, pudieron más que el talante gringo creador de algunas de las marcas más famosas del mundo en el negocio de las cuatro ruedas.

El portador de la mala nueva, que no sorprendió porque ya sonaba al ritmo de la bocina, fue Kevin Orr, nombrado por el estado de Michigan como el gestor externo de la ciudad. Orr llevó en sus manos los documentos que sirvieron de base para solicitar la protección por quiebra bajo el capítulo 9 de la ley de bancarrotas de Estados Unidos. Ahora, está en poder de la Justicia aceptar la petición de suspensión de pagos y la gruesa reestructuración de la deuda, que suma US$18.500 millones, muy a pesar de que desde el mes pasado unos cuantos bancos locales habían conversado ampliar los plazos, contó el periódico Detroit News.

Los problemas fiscales eran viejos. Los gastos fueron siempre superiores a los ingresos. Y eso, básicamente, desbalanceó las cuentas de la ciudad. El déficit fue creciendo mes a mes, año a año. Y se acrecentó con la dura crisis económica que vive Estados Unidos desde noviembre de 2008, con la quiebra de varios bancos y sus banqueros, protagonistas del escarnio público. Una crisis de la que el país que lidera Barack Obama aún no sale y tan solo registra débiles, por no decir ínfimos, crecimientos en la industria, el empleo y el consumo. Una economía que no despega.

Detroit, la tierra de la industria automotriz, también fue la fábrica de Estados Unidos en plena Segunda Guerra Mundial. La plantas que maquilaban puertas, carrocerías, faldones, parales, motores... todo para los automóviles, tuvieron que construir camiones, aviones, tanques, barcos y barcazas. De allí emergió el emblemático Jeep, el mismo que usan los cafeteros colombianos para transportarse entre las empinadas carreteras donde se cultiva el grano en el triángulo del café.

Allí también construyó su imperio Henry Ford, dueño y creador de la marca que lleva su apellido. No sólo sabía de movilidad, también creó una planta para generar la energía suficiente que necesitaba la región y, de paso, su propio negocio. Era Detroit, y fue por muchos años un centro de negocios. Todas las casas automotrices mostraban su poderío en el Auto Show que celebran en enero de todos los años y, también, en esos pequeñas ciudades dentro de la ciudad donde conviven las oficinas administrativas, las líneas de fábrica y ensamble, y por supuesto, las salas de ventas y hasta los centros de distribución para todo el mercado americano.

Pero todo cambió. En 2009 se empezaron a ver los primeros edificios vacíos. Era el inicio de una ciudad fantasma con cientos de empleados que ya no estaban. A la metrópoli y a sus protagonistas les pasó factura el desarrollo de la industria coreana, la europea, la japonesa y hasta la china, que entendieron mejor el mercado global y hasta surtieron de sus propuestas comerciales al propio mercado interno americano, que antes sólo proveían las marcas gringas.

Y la política también puso su cuota. Advierten los reporteros de la agencia EFE que ‘la capital del motor’ lleva en caída libre desde los noventa, acompañada de nefastas gestiones de alcaldes. El 60% de su población ha migrado, buscando un mejor futuro. Nómadas que se fueron porque algunas zonas de la ciudad se convirtieron en tugurios con altos índices de criminalidad. Deterioro de los servicios municipales. Casas abandonadas, barrios enteros desolados. Tasa de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza (26%) dos veces superior a la media nacional.

Amy Brundage, funcionaria de la Casa Blanca, contó que “el presidente (Barack Obama) y los miembros del equipo continúan observando de cerca la situación en Detroit”. Un paño de agua tibia. “Mientras que los líderes de planta en Michigan y los acreedores de la ciudad entienden que deben encontrar una solución al problema financiero, nos mantenemos comprometidos a continuar nuestra fuerte asociación con la ciudad, ya que trabaja para recuperar, revitalizar y conservar su estatus como una de las grandes ciudades de Estados Unidos”.

El problema de Detroit no es más que administración. El mismo que les ha pasado factura, desde 2011, a San Bernardino y a Stockton, próximas a Los Ángeles, y la turística Mamonth Lakes, todas las ciudades californianas que también tuvieron que declararse en quiebra. Central Falls, en el estado de Rhode Island, y Harrisburg, en Pensilvania, también. Jefferson County, dentro de Alabama, y Boise County en Idaho, viven la misma situación. Pero la ley en cada estado es distinta y las cuentas también. Quizás sus administradores olvidaron, por complicarse la vida o por ignorancia, esa básica económica de los viejos comerciantes europeos: “Si ganas cinco monedas, no gastes seis”.

Por Edwin Bohórquez Aya

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