En 1970, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) le dio a conocer al país los resultados del segundo Censo Agropecuario que tuvo una cobertura de
21 departamentos y 825 municipios —el primero se hizo en 1960, pese a que en 1951 se había intentado elaborar uno—. En ese entonces, variables como la estructura
agraria, el aprovechamiento de la tierra, datos del productor e inventario ganadero constituyeron un cuestionario de 28 preguntas que los censistas iban aplicando por
las veredas de Colombia a punta de papel y lápiz. Desde la publicación de ese trabajo estadístico han pasado 44 años y el país aún no cuenta con una radiografía a
color actualizada del campo. Esa deuda, hasta hace pocos meses, comenzó a pagarse a cuotas.
Por ello, el DANE y el Gobierno tomaron la decisión de echar a andar un nuevo censo pese a que en septiembre de 2012 aún faltaban $106.000 millones para financiarlo
(el costo total aproximado es de $285.000 millones). “Desde 1970 Colombia no tiene información actualizada de todo el tema productivo, sociodemográfico y ambiental de
las zonas rurales. Lo que va a hacer el Censo es recoger de primera mano toda una información estadística de cuáles son las condiciones del campo y de quiénes lo
habitan”, contó a El Espectador el director del DANE, Mauricio Perfetti del Corral.
A diferencia del censo de hace 44 años, los resultados del actual —que se conocerán en octubre—, recopilarán la información de 3,9 millones de predios rurales, 770
resguardos indígenas y 182 comunidades afrodescendientes. Esta extensa tarea, explicó Perfetti, necesita un ejército de cerca de 50.000 censistas. Algunos de ellos, en
medio de largas jornadas caminando por las veredas y al alcance de los perros que vigilan miles de fincas, ya comenzaron su trabajo en los campos de departamentos como
Risaralda, Quindío, Atlántico y en 15 municipios del norte del Tolima (esta ha sido llamada la Fase I del censo).
Hasta el momento, según asegura el jefe del DANE, los censistas han visitado 157.877 predios en 64 municipios de los departamentos mencionados. “La Fase II y la Fase
III corresponden al resto del país. Incluyen territorios colectivos, comunidades afrodescendientes, raizales, palenqueras y resguardos indígenas. Se incorporan el
corredor Pacífico, la Sierra Nevada de Santa Marta y La Guajira. La Amazonia y la Orinoquia las desarrollaremos en la Fase III, cubriendo 182 territorios colectivos y
770 resguardos”.
Esta carrera contrarreloj ha llevado a que el trabajo estadístico se esté haciendo con personal del DANE y con otro que se ha contratado a través de la Asociación
Colombiana de Universidades (Ascun). Por eso, cuenta Perfetti, no es de extrañarse que estudiantes de ramas como medicina, que han sido capacitados, estén aplicando en
las veredas los complejos cuestionarios de 189 preguntas. “En 970 municipios, correspondientes a la Fase II, recogimos cerca de 50.000 hojas de vida. Estamos
capacitando poco menos de 50.000 personas a través de un curso virtual y de uno presencial”.
Pero a esta labor de entrenar censistas, el DANE le ha sumado la puesta en marcha de programas radiales en zonas rurales y ha enviado personal encargado de informar a
la población del campo qué es el censo y cuándo comienza. Por lo pronto, el tiempo corre para la gente a cargo de esta tarea y, según Perfetti, hacia finales de mayo o
principios de junio se terminará la operación de la Fase II. Asimismo, está previsto que la tercera etapa se concluya unos días antes para así dar paso en el mes de
agosto a las verificaciones de calidad y consistencia.
Las preguntas del censo
Los cuestionarios de 189 preguntas que se han venido realizando en las zonas rurales tienen componentes asociados con la producción. Esto significa que los censistas
van registrando en sus dispositivos la información relacionada con el tamaño de la propiedad, la tenencia de la tierra, los inventarios, la tecnificación, la demanda
potencial de asistencia técnica, el acceso al crédito, la maquinaria que se posee y su estado, el uso del agua, entre otras variables.
“En esos predios habita gente que está dispersa en zonas rurales. Allá vamos a preguntar cuántas personas conforman los hogares, si están afiliadas al régimen de
seguridad social en salud, qué nivel educativo tienen, si los niños tienen acceso a programas de primera infancia, condiciones de la vivienda, entre otros. Queremos
conocer si han sido víctimas de desplazamiento”, contó Perfetti, quien cree que este aporte sociodemográfico que no cubrió el censo de población de 2005 será
fundamental.
Y aunque el censo tiene los líos de una operación de ese tamaño —por ejemplo, los censistas se pierden buscando predios o los dispositivos móviles fallan en plena
captura de datos—, el director del DANE se siente tranquilo, ya que el nivel de rechazo de esta medición ha sido bajo hasta el momento (es de 0,1 o 0,2%. El nivel
permitido oscilaba entre el 2 y 3%).
Y pese a que la recolección de información es digital casi en su totalidad, en la Fase III —donde se visitarán comunidades afrodescendientes, raizales y palenqueras—,
los censistas tendrán que recurrir al papel y al lápiz como en 1960 y 1970, porque en estas zonas alejadas difícilmente funcionan los sistemas de georreferenciación
que traen los dispositivos móviles de captura.
‘Insumo de política pública’
Más allá de conocer en detalle una completa radiografía del campo, Perfetti cree que los resultados del Censo se constituirán en el insumo básico para que el Estado se
dé a la tarea de formular políticas públicas con visión de largo alcance en materia de desarrollo rural y, por supuesto, agropecuario. “Este elemento será fundamental
para el Plan Nacional de Desarrollo. Eso nos va a cambiar el marco muestral”.
Asimismo, el exministro José Antonio Ocampo —quien está al mando de la Misión Rural, una iniciativa que tiene como fin formular políticas de largo plazo para el campo
—, cree que el censo es un ingrediente fundamental para las recomendaciones que serán entregadas al Gobierno a finales de este año.
“A la gente se le olvida un elemento importante: hace 44 años no hay un censo para el campo (éste debería hacerse cada 10 años. Imagínese tomar decisiones a olfato;
eso es muy complejo”, aseguró recientemente a este diario el ministro de Agricultura y Desarrollo Rural, Rubén Darío Lizarralde, quien cree que este es un buen momento
para tomar medidas en el sector rural. “Hay plata y también información”.
Entre tanto, Juan Camilo Restrepo, exministro de Agricultura e integrante del equipo de la Misión Rural, asegura que “los dos apoyos analíticos fundamentales que va a
tener la política de desarrollo rural en los años venideros consistirán en actualizar el catastro rural y el censo. Esos son los pilares analíticos para generar
eficiencia. Lo que teníamos (de 1970) era un ‘daguerrotipo’. Ahora, habrá una fotografía de buena definición; se van a saber cosas que no se conocían y va a ser más
fino el proceso de asignar recursos al campo”.