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Días de prensa

LA VENTA DE ‘THE WASHINGTON POST’ se suma a la de ‘The Boston Globe’ y ‘Newsweek’, todas ocurridas en la última semana.

Santiago La Rotta
06 de agosto de 2013 - 10:00 p. m.
‘The Washington Post’, periódico que estuvo en manos de la familia Graham durante ocho décadas. /AFP
‘The Washington Post’, periódico que estuvo en manos de la familia Graham durante ocho décadas. /AFP
Foto: AFP - KAREN BLEIER

Siete años perdiendo dinero fue suficiente. Pero más que perder fondos y liquidez, lo importante era no perder el resto, algo que se alimenta de dinero, pero que parece ser más importante que éste: el periódico.

Las conversaciones para vender The Washington Post (cuya venta se hizo oficial el lunes de esta semana) se venían adelantando desde diciembre del año pasado, cuando todas las curvas mostraban un descenso.

La venta del Post a Jeff Bezos, el fundador de Amazon (la tienda en línea que el año pasado vendió US$61.000 millones), parece menos un cálculo empresarial que una maniobra hecha para salvaguardar el contenido: una decisión tomada por un editor, más que por un gerente. Tan sólo parece.

Lo que resulta claro de la transacción (valorada en US$250 millones) es que no hay muchas cosas claras. Bezos tiene un negocio lucrativo (aunque también polémico en términos de obligaciones tributarias en media docena de países, cuando menos), que no tiene que ver demasiado con periodismo, aunque sí con la producción y distribución masiva de contenidos (además de un largo etcétera de bienes que van desde electrodomésticos hasta pañales para bebé). Pero hasta ahí.

Las filiaciones políticas del millonario (cuya fortuna personal está avaluada en US$25.000 millones) tampoco son un asunto resuelto. Esto para tratar de entender si la compra de un periódico influyente, con sede en la capital de Estados Unidos, podría estar atada exclusivamente a un tema de lobby político para beneficiar sus principales inversiones.

Algo que llama la atención es que la venta convertirá al Post en una compañía privada, lejos de las demandas y los rigores impuestos por los accionistas. Y ahí, de nuevo, lo que puede haber, así suene romántico e incluso inútil bajo la mirada de los aficionados a los informes de tráfico en línea, es un cuidado por el periodismo. Con licencia para soñar, quizá.

El sueño podría ser parte de la razón para explicar el buen momento que disfruta The New York Times, el gran competidor del Post, que la semana pasada anunció que sus ingresos netos para el segundo cuarto fiscal de este año llegaron a US$20 millones (en el mismo período del año pasado la cifra era una pérdida de US$87 millones).

El Times vendió este fin de semana The Boston Globe, además de otros medios, a John Henry, dueño del equipo de béisbol Red Sox.

Estas cifras, que también se ven afectadas por recortes en gastos de producción y la entrada de dinero por venta de otros bienes, fueron posibles incluso en medio de un pulso que se presenta contradictorio: el declive en la publicidad digital, junto con el aumento en las suscripciones por este medio (un declive de 2,7% en lo primero y un crecimiento de 35% en lo segundo).

“No importa qué tan talentoso eres ahora. Solían evaluarte por tu desempeño. Ahora eso no importa. Es, de verdad, un negocio”. Las palabras son de Tina Brown, una especie de leyenda del periodismo estadounidense, cuyo último empleo pone su declaración en perspectiva, cuando menos.

Brown ha sido la editora de Newsweek desde 2010, cuando la revista fue vendida por The Washington Post luego de un período de cuatro años en los que redujo su circulación a la mitad y sus ingresos por publicidad bajaron 79%. Este fin de semana se conoció que la revista cambiará de manos una vez más y los inversionistas detrás de la compra realizada en 2010 han declarado que todo el asunto fue un error.

Los reportes al interior de la redacción de la revista dan cuenta de un desespero por parte de Brown para tratar de llevar lectores con temas que, al menos a primera vista, se revelaban atractivos y polémicos, pero nada más. En una sola semana, Brown solicitó 82 portadas diferentes para un mismo tema. Un reportero de la revista aseguró que uno de los dueños de la misma perdía la paciencia cuando la editora se alargaba mostrando las cifras de tráfico en línea que recibía cada artículo.

“El deber del periódico es con los lectores, no con los dueños”. Suena bien, algo idealista. Lo dice Bezos, el nuevo dueño del Washington Post, quien ha demostrado que sabe hacer buenos negocios. La filosofía, además de una adaptación más interesante y eficaz al entorno digital, podría ser un espaldarazo a la producción de buen periodismo, una preocupación por el contenido.

Bezos es el tipo de persona que suele invertir tiempo y dinero en ideas de largo plazo, por un lado, pero también en proyectos con fines menos comerciales. Amazon no se convirtió en el monstruo comercial que es hoy hasta después de algunos años de funcionamiento (tiempo en el que los inversionistas no vieron demasiadas ganancias). Tampoco es un salvador: uno de los servicios que ofrece Amazon es almacenamiento de información en la nube para una variedad de clientes que incluye agencias del gobierno norteamericano y esto, después de las revelaciones de Edward Snowden, puede resultar sospechoso, cuando menos.

Parte de la fortuna personal de Bezos ha sido invertida en una compañía que investiga y desarrolla métodos para viajar al espacio, además de una iniciativa para construir un reloj con una duración de 10.000 años. En una entrevista, al pregúntarsele por estos proyectos, el millonario respondió: “Acá es donde van a decir que perdí la cordura”.

Por Santiago La Rotta

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