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El modelo que Alemania quiere para Europa puede fracasar

Aunque ese país, de la mano de la canciller Ángela Merkel, trata de rediseñar a Europa a su manera, expertos advierten que esto fracasará.

Financial Times
12 de mayo de 2013 - 09:00 p. m.
La canciller alemana, Ángela Merkel, ha sido determinante en las estrategias  para la recuperación económica de la Eurozona. /AFP
La canciller alemana, Ángela Merkel, ha sido determinante en las estrategias para la recuperación económica de la Eurozona. /AFP
Foto: AFP - DAVID GANNON

Alemania está rediseñando la economía europea a su imagen y semejanza. Está utilizando su posición como la economía más grande y el acreedor dominante para convertir a los miembros de la Eurozona en pequeñas réplicas de sí misma, y a la Eurozona en su conjunto en una réplica grande. La estrategia va a fracasar.

El consenso de Berlín está a favor de las políticas orientadas hacia la estabilidad: la política monetaria debería apuntar a la estabilidad de precios en el mediano plazo, la política fiscal debería apuntar al presupuesto balanceado y a una deuda pública baja. No hay lugar para la estabilización macroeconómica keynesiana. Este es el camino hacia la perdición.

Para que esta aproximación funcione, Alemania ha utilizado cambios en su balance externo para estabilizar la economía. Un mayor excedente cuando la demanda doméstica es débil, y viceversa.

Igualmente, una economía grande orientada hacia las exportaciones necesita mercados externos fuertes. Las burbujas financieras ayudaron a lograr esto. Mientras que entre 2000 y 2007 Alemania logró un excedente de 7,5%, Grecia, Portugal, España e Irlanda crearon déficits.

La demanda doméstica de las contrapartes con grandes déficits externos fue en su mayoría sostenida con gasto privado a crédito. Entonces vino la crisis financiera mundial. Las entradas de capital se detuvieron y el gasto privado colapsó, creando enormes déficits fiscales.

El consenso equivocado emergió rápidamente, en especial en Berlín, de que se trataba de una crisis fiscal. Sin embargo, esto era confundir los síntomas con la enfermedad, excepto en el caso de Grecia. Los países atribulados, sin acceso a los mercados de bonos, tuvieron que hacer ajustes fiscales. Esto generó una caída más grave en su producto interno bruto.

Desafortunadamente, los países más saludables de la Eurozona también se han adherido al mantra de la estabilidad, así que también apretaron sus posiciones fiscales. El Fondo Monetario Internacional pronostica que el déficit fiscal cíclicamente ajustado de la Eurozona se reducirá por 3,2% del PIB potencial entre 2009 y 2013, para terminar en tan sólo el 1,1% del PIB. El Banco Central Europeo (BCE) también sigue demostrando un interés casi nulo en fomentar la demanda. No es de sorprender que la economía de la Eurozona esté estancada.

Entretanto, la inflación de los precios al consumidor está cayendo por debajo del objetivo de 2% del BCE. El recorte de un cuarto de punto porcentual de la semana pasada en la tasa de intervención no hará casi ninguna diferencia. Un gran golpe adverso amenaza con hacer de la baja inflación una deflación. Esto haría más grave la presión sobre los países que están en crisis. Incluso si se evita la deflación, en el actual contexto macroeconómico es una fantasía la esperanza de que estos países puedan crecer hasta dejar atrás sus dificultades, a través de la demanda de la Eurozona y del reequilibrio interno.

Esto nos deja con el ajuste externo. Según los pronósticos del FMI, para 2018 la Eurozona en su conjunto tendrá un excedente de cuenta corriente de 2,5% del PIB. Esta dependencia en el equilibrio a través de la demanda externa es lo que se esperaría de una Eurozona germánica.

Si uno quiere entender qué tan lejos va la torpeza, es necesario estudiar el trabajo de la Comisión Europea sobre los desequilibrios macroeconómicos. Sus características son reveladoras. Toma un déficit de cuenta corriente de 4% como una señal de desequilibrio, pero para los excedentes el criterio es de 6%. ¿Acaso es accidental que este sea el nivel de Alemania? Pero lo más importante es que el tamaño de un país no se toma en cuenta para medir su contribución al desequilibrio. De esta manera se elimina el papel de Alemania, aunque sus excedentes de ahorros generan enormes dificultades cuando las tasas de interés son de casi cero. Su omisión hace casi indefendible este análisis de los “desequilibrios”.

El intento por forzar que la Eurozona copie el camino al ajuste que tomó Alemania en la década de 2000 tiene profundas implicaciones. Para la Eurozona el resultado es una parálisis prolongada, en particular para los países en crisis. Si la estrategia comienza a funcionar, el euro probablemente aumente de precio y haya riesgos de deflación. Además, el paso de la Eurozona hacia un excedente es un golpe de contracción para la economía mundial. ¿Quién será capaz y estará dispuesto a equilibrarlo?

La Eurozona no es una economía pequeña y abierta, sino la segunda más grande del mundo. Es demasiado grande y la competitividad externa de sus miembros más débiles es demasiado frágil para lograr grandes cambios en las cuentas externas con una estrategia post-crisis que pueda funcionar y conduzca hacia un crecimiento y ajuste económicos. La Eurozona no puede tener la esperanza de construir una recuperación sólida sobre esta base, como Alemania lo hizo en la próspera década de 2000. Una vez esto sea entendido, las presiones políticas internas a favor de un cambio en la estrategia probablemente sean mayoritarias.

Europa no se convertirá en una Alemania más grande. Es tonto haber pensado que podría hacerlo. La Eurozona logrará una solución más equilibrada de sus dificultades o tendrá que separarse. ¿Cuál de las dos será? Esa sigue siendo una pregunta sin respuesta.

 

Por Financial Times

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