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El nuevo liderazgo

Los países de la región se concentraron en reformas políticas que buscan cambiar estructuralmente a sus ciudadanos, pero, ¿realmente esa es la estrategia efectiva?

Juan Carlos Echeverry*
25 de marzo de 2014 - 02:00 a. m.
¿Pueden los líderes “tocar” el actuar cotidiano de las gentes, más allá de una reforma tributaria, arancelaria, judicial, o de una agenda de inversión? Sí. El precursor pudo ser Mockus con sus mimos.   / Archivo
¿Pueden los líderes “tocar” el actuar cotidiano de las gentes, más allá de una reforma tributaria, arancelaria, judicial, o de una agenda de inversión? Sí. El precursor pudo ser Mockus con sus mimos. / Archivo

Los líderes de Latinoamérica, bien sea de la política o la economía, han estado concentrados excesivamente en agendas de “reformas” y le han prestado menos atención a una transformación de sus poblaciones.

¿En qué radica la diferencia? Una transformación modifica la forma de comportarse de la gente en sus vidas diarias y privadas; mientras las reformas cambian la forma de funcionar del Estado. Una cosa es cambiar la Constitución, las leyes, los decretos, etc., lo cual es importante y tiene una eficacia.

Otra diferente es transformar la manera como las familias viven sus vidas, como los ciudadanos nos comportamos en la calle o en las relaciones cotidianas y como las empresas enfrentan sus negocios. Es decir, cambiar el Estado no significa cambiar el estado de cosas.

¿Se puede lograr esto? ¿Pueden los líderes “tocar” el actuar cotidiano de las gentes, más allá de una reforma tributaria, arancelaria, judicial, o de una agenda de inversión? La respuesta es sí.

Varios ejemplos colombianos vienen a la memoria. El percusor pudo ser Mockus en Bogotá, con sus mimos y sus experimentos, con los cuales nos mostró, entre otra cosas, que si nos comportábamos con decencia y civilidad como conductores y peatones el tráfico iba a ser más fluido y seguro, y habría menos accidentes.

Cito también Familias en Acción, creada en 2001 bajo Pastrana, que cambió el uso que los papás les daban al tiempo de sus hijos, en particular en las familias más pobres. Los hizo más conscientes de su asistencia al colegio y su avance nutricional.

Cabe citar el cambio en la confianza que los colombianos teníamos en nosotros mismos operado a raíz del Plan Colombia y la Seguridad Democrática, que demostraron que sí podíamos derrotar a las Farc.

Recientemente, las nuevas regalías cambiaron el funcionamiento conjunto del Gobierno Nacional con los alcaldes y gobernadores, al ponerlos a trabajar activamente en función de mejor gobierno en conjunto, sentados en sesiones de aprobación de proyectos locales y regionales, en un aprendizaje continuo, cosa que nunca había sucedido.

Supérate cambió el comportamiento de los niños en sus colegios, en las jornadas extendidas y en el trabajo con sus maestros, cuando se dedican a prepararse para las pruebas de conocimiento, y con los instructores deportivos, para las competencias deportivas.

Por supuesto, la obstinación del presidente Santos por lograr la paz cambiará muchas cosas en la vida cotidiana de la gente.

Estoy persuadido de que el futuro del liderazgo está en ese tipo de transformaciones que afecten el comportamiento privado y público de las personas, más que en los paquetes de reformas que van al Congreso. Esto es coherente con una nueva corriente de literatura en psicología y economía, relacionada con (a veces pequeñas) modificaciones que redundan en sustanciales consecuencias transformacionales en el comportamiento social.

La literatura experimental está trabajando mucho en aprender realmente cómo funcionamos los humanos y en extraer de allí conclusiones sobre qué hacer para mejorar sus vidas. Obviamente, hay muchas ideas pequeñas, e interesantes, y pocas grandes ideas.

Un enfoque interesante es que hasta el presente hemos hecho demasiado énfasis en el progreso económico y el ascenso social, pero de lo que se trata es de transformar el goce que las personas podemos hacer de nuestras vidas en el presente. Es clave no sólo en esperar el aumento paulatino del bienestar, sino en explotar cada oportunidad actual de mejorarlo. Las consecuencias de pequeñas acciones en salud y educación en el interior de las familias muestran que estas transformaciones micro tienen sustanciales consecuencias claves a nivel macro.

Un ejemplo elemental: se ha demostrado que la mejor acción que los padres de familia pueden adoptar para mejorar las perspectivas de vida de sus hijos consiste en leerles por la noche y en vigilar que tengan buenas amistades. Cuando se piensa en reformas educativas, lo primero que los líderes deben pedir a los padres de familia es que se pongan en la tarea cotidiana de leer a sus hijos, desde que éstos tengan un año de edad; de lo contrario, poco podrá hacer el Estado cambiando el pénsum o reentrenando maestros. Sólo cambia Colombia cuando cambiamos las familias, las empresas y las actuaciones de los colombianos.

 

 

 

* Exministro de Hacienda

Por Juan Carlos Echeverry*

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