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El Vichada busca ser epicentro de la industria del marañón

La Universidad de los Andes y Corpoica trabajan con agricultores de la región, cuya producción podría ser comprada por clientes como restaurantes Wok.

María Alejandra Medina C.
26 de abril de 2016 - 11:23 p. m.

 

Pocos frutos son tan versátiles como el marañón. El particular producto se puede comer, hacer jugo, utilizar en la fabricación de cosméticos, aceites, mieles y hasta hamburguesas vegetarianas. Su nuez se puede consumir como cualquier fruto seco, mientras que con la manzana (la parte colorida) se pueden hacer jugos, que en Brasil ya significan una industria de 145.000 toneladas de producción al año.

En Colombia, el producto se ha ido abriendo paso con iniciativas como la de los campesinos del Vichada, que hace cerca de 25 años trajeron la planta y la desarrollaron con apoyo de Corpoica. Según Julio Flórez, productor de la región y miembro de un grupo de cerca de 105 pequeños agricultores, el negocio se ha hecho a punta de prueba y error, incluso viajando a Brasil para aprender técnicas de transformación del producto.

Pero ahora, agricultores, entidades del Estado y academia apuntan a algo más grande, para empezar a crear una industria del marañón en el Vichada, agregar valor y no sólo comerciar materia prima. A través del apoyo técnico de Corpoica, el acompañamiento de la Universidad de los Andes y de su programa Modelo de Agronegocios Sostenibles, la Gobernación del Vichada y el trabajo de los productores, la meta es multiplicar por cinco la producción de ahora a 2021 y llegar a unas 482 toneladas.

De acuerdo con Carlos Montenegro, director del Centro de Estudios de la Orinoquia de la Universidad de los Andes, el proyecto apunta a generar asociatividad entre los productores de la región, ayudarles a establecer planes de negocio, brindarles conocimiento en administración de empresas, y buscar lo que, según él, es el componente más importante: el mercado.

“Pequeños productores trabajando aisladamente no podrán ser competitivos y tendrán gran cantidad de obstáculos, por ejemplo la traída de insumos o la puesta en marcha de la planta beneficiadora. No pueden solos”, aseguró Montenegro. Agregó que no se debe caer en el error de dejar para lo último pensar en quién comprará la producción.

En un encuentro hecho este martes en la Universidad de los Andes, los productores pudieron conocer potenciales clientes, como la cadena de restaurantes Wok. Francisco Mesa, director de sostenibilidad de la compañía, asegura que Wok ha ido remplazando por producto nacional insumos que antes se importaban, como la pimienta y el pescado. “En precios compiten bien con el mercado internacional y estamos dispuestos a cambiar el producto de importación por el local”.

Julio Flórez, por su parte, insistió en la necesidad de que estas alianzas tengan un enfoque social. “En el boom de la tierra del Vichada aparecen los agroindustriales. Ellos tienen una agremiación muy grande. Producen pino, eucalipto, entre otros, pero qué curioso que esto lo manejen personas que no son Colombia. Nos enfrentamos a un gremio muy grande”, dijo.

Se refiere al gremio Asociación Gremial Agroforestal del Vichada (Agaf), que también hace parte de la alianza y está interesada en poner a andar un centro de transformación de marañón. Su presidente es el canadiense Dexter Dombro, quien llegó a Colombia en 2007, según él, a buscar “la tierra prometida” de la que le habían hablado.

Entre las especies que siembran los afiliados de Agaf están frutales como el marañón. Según Dombro, hay 12 grandes productores del fruto, con unas 1.500 hectáreas, la mayor parte del área sembrada en la región en ese producto. Su meta es llegar a cosechar una tonelada de nueces por hectárea y apostarle al negocio del vino de marañón.

Según Dombro, el centro de transformación busca vincular madres cabeza de hogar que han sido víctimas de desplazamiento. “Es una manera de crear empleo y al mismo tiempo de solucionar el problema de los productores que es cómo transformar. Yo siembro pero no necesariamente soy quien hace el jugo o tuesta las nueces”.

El profesor Montenegro asegura que la segunda etapa de este proceso, que ya completa casi un año, será planear las plantas de transformación y en una tercera, quizá, hacerlas realidad. Su llamado es que la asociatividad sea un músculo que permita, por ejemplo, acceder a créditos y no estar esperando que el Gobierno lo provea todo.

Esta primera fase del convenio termina en agosto, pero según el director del Centro de Estudios de la Orinoquia, no significa el final, pues la alianza busca “iniciar procesos” dejando “capacidad instalada”, es decir, conocimiento y relaciones. En el proyecto también han estado involucrado el Sena y la Uniminuto, con presencia en la zona, para que den continuidad a las estrategias.

 

Por María Alejandra Medina C.

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