¿Hemos aprendido realmente las lecciones de la crisis de 2008? Es claro que no lo hemos hecho. Esto se ve en el diagnóstico de muchos: la crisis de 2008 habría sido simplemente el resultado de un mal funcionamiento del sistema, del sistema financiero. Para muchos, la respuesta lógica a esta crisis era enmendar los mecanismos defectuosos y arrancar de nuevo, como antes, con mayor regulación. Nadie, de hecho, era responsable, ni mucho menos, culpable. La gota que rebosó la copa: las hipotecas subprimes. Básicamente, el problema provenía sólo de los productos tóxicos, pero en ningún caso de conductas tóxicas.
Si bien el hombre se consideraba exento de responsabilidad en esta crisis por considerarse de naturaleza totalmente sistémica, este mismo hombre se convirtió en la variable de ajuste para las empresas que, víctimas de la crisis, se vieron obligadas a recortar y a actuar de manera inmediata. En malos tiempos, oímos, no es el momento para tomar el pulso, ni para soñar con el bienestar en el trabajo, sino de minimizar los daños y guardar una rentabilidad amenazada a toda costa. En momentos difíciles, se trata de sobrevivir y desaparece la preocupación por vivir bien. Cuando los tiempos vuelven a ser mejores, reinvertimos en los temas de recursos humanos. ¿Después de todo, la gestión humana, cuidadosa, participativa, no sería un lujo para los que viven bien? ¿Cómo hacer cuando tantos de nosotros estamos convencidos de que la crisis impone recortes y debemos revisar a la baja la calidad de los objetivos de gestión?
En última instancia, en este escenario, el hombre no habría sido el causante de la crisis, pero no obstante, sería el primero en sufrir los efectos. Todos los indicadores muestran, de hecho, como la motivación se derrumbó, ingresó al abismo por la pérdida de sentido y el estrés percibido estalló.
En realidad, nadie se engaña. Todo el mundo sabe que la interpretación puramente sistémica de la crisis de 2008 es sólo una autoabsolución, lo que apunta a los productos derivados, para no percibir que la ética estaba a la deriva. Películas o documentales como Inside Job, Margin Call o, más recientemente, The big short, son más ciertos de lo que nos decimos a nosotros mismos. ¿Y qué sucede con el hombre que íbamos a sacrificar en el altar de la necesidad?, ¿cómo no ver que, lejos de ser el problema hoy en día, es nuestro único recurso para hacerle frente? La tentación puede parecer alta considerando al ser humano como algo opcional, pero si la fuente de nuestros males ha sido un déficit de responsabilidad, se trata necesariamente de un retorno a la primacía del ser humano que puede sacarnos del impasse. En lugar de ahorrar con las personas, la respuesta adecuada a la crisis que estamos atravesando todavía es reintroducirlas al centro mismo de la economía. ¿Pero cómo?
Esto es, para las finanzas, encontrar de nuevo al hombre detrás del sistema y centrarse en la gestión responsable, para hacer frente a la crisis y por lo tanto lograr la primacía del ser humano. Desde este punto de vista, es grande la tentación de decir: ¡ya tenemos la solución! Esta solución se encuentra en tres letras: RSE (Responsabilidad Social Empresarial). Y, de hecho, nunca se ha hablado tanto del tema como desde el año 2008. Es algo excelente, de lo que podemos alegrarnos. ¿Pero acaso esta solución es suficiente? Según muchos de los “grupos de interés”, la RSE es solo una presentación “mercadológica” de la realidad. Si el propósito puede parecer duro a la luz de la sinceridad del enfoque de muchas empresas, obliga, en conciencia, a hacerse la pregunta.
¿Acaso, son suficientes, para ser calificado como responsable, la producción de un informe social, o responder, por lo menos, a los cuestionarios enviados por las agencias de calificación, o de evaluación? Si respondemos afirmativamente a esa pregunta, entonces estamos en plena confusión, la confusión bien conocida entre el mapa y el territorio. Si analizo el mapa, no veo el país, sólo veo una representación. No estoy frente a la realidad, sino frente a un modelo de la misma. Por lo tanto, si bien existen buenas razones para ser escépticos, incluso críticos, por las razones de que un fondo de inversión toma decisiones sobre la base de los informes financieros y los resúmenes de datos, ajustados a veces, ¿no podemos también ser escépticos sobre la evaluación humana de una empresa, hecha únicamente a partir de balances sociales?
La crisis ofrece una magnífica oportunidad para revisar nuestros modelos de pensamiento y, sobre todo, para abandonar una visión “procesal” de lo real, para volver al centro lo único tangible y real del negocio, es decir, a los hombres reales, sus recursos y su capacidad de respuesta. La RSE es una expresión de lo anterior, pero tenemos que ir más allá, porque la RSE como se construyó también reproduce, en muchos aspectos, la confusión del mapa y el territorio que mantiene nuestra ilusión de ser capaces de dar a luz una empresa socialmente responsable sin laborar la tierra, para cumplir con la gente real, quienes son nuestra única riqueza. ¿El avance hacia una verdadera RHE (Responsabilidad Humana Empresarial) no es acaso la clave al alcance de nuestras manos para salir de la crisis? Nos corresponde definir los contornos de este nuevo humanismo gerencial, única forma de combinar el bienestar individual, el respeto a los demás, el sentido de la acción y el rendimiento colectivo.
* Sacerdote. Presidente del Fondo de Inversión Ética Proclero.
** Sacerdote. Doctor en Ciencias Políticas y en Filosofía.
*** Médico de urgencias, especializado en gestión del estrés.
**** Yves Desjacques. Vicepresidente de Recursos Humanos, Grupo Casino.
Responsabilidad Humana Empresarial