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John Restrepo Álvarez: el 'mono' de los confites

El empresario antioqueño John Restrepo Álvarez, quien falleció a los 88 años fue el forjador del emporio comercializador que lleva su nombre.

Héctor Sandoval Duarte
07 de junio de 2013 - 11:32 a. m.

Entre las montañas de Antioquia, durante la década del 20, el comercio no se movía por modernas carreteras asfaltadas. A lomo de mula y bajo el mando de legiones de arrieros que andaban de noche y día por caminos tortuosos, las novedades llegaban al pueblo de Guadalupe (Antioquia). Así, John Restrepo Álvarez, creció entre el ir y venir de sus tíos comerciantes y de la orientación de su padre, un docente. Desde niño aprendió a trabajar y a conocer el dinero.

Con varias mulas y con el aval de una cultura de trabajo duro, comenzó a llevar a los pueblos de Antioquia productos novedosos para la época como confites importados y pinturas. Sus hermanos –seis en total-, cuentan que lo vieron surgir de la nada. Decían que no fue un estudiante brillante. Muestra de ello es que no terminó su bachillerato por empacar maletas e irse a trabajar como empacador de galletas a la fábrica de Noel en Medellín.

Con unos ahorros de sus extensas jornadas y con la convicción de crear empresa, el joven Jhon Restrepo compró un automóvil Ford de 1936 en el que comenzó a trabajar en Medellín vendiendo productos de Noel puerta a puerta. Era su local y su medio de sustento. Ya era conocido entre los vecinos como ‘el mono de los confites’, apodo que llevó hasta sus últimos días. Así, en el viejo automóvil, estuvo andando durante varios años, trayendo a su clientela productos novedosos y persiguiendo la manera de hacerse a una distribuidora.

Tras varios intentos y asociaciones fallidas durante la década del cincuenta, John Restrepo tomó una decisión: abrir con sus ahorros su primer local en el sector de Guayaquil, corazón comercial de Medellín. Corría mayo de 1957 y el gobierno del general Rojas Pinilla estaba a punto de caer para dar paso al mando provisional de los militares.

La distribuidora de Restrepo comenzó a adquirir fama en Medellín y a traer a sus clientes productos exclusivos, como licores, enlatados, confites y otros productos que en esa época aún eran vistos como un lujo. Al ver los buenos resultados, el empresario entendió que su compañía no se podía quedar atada a Guayaquil y a su clientela consolidada.

Al comenzar la década del sesenta, Restrepo comenzó a abrir sucursales de su distribuidora en ciudades como Montería, Cali y Barranquilla. Durante los setenta, el objetivo del empresario fue cubrir mercados crecientes como los de Ibagué, Bogotá, Pereira, Bucaramanga, Pasto y Popayán.

En la década siguiente, John Restrepo se puso a la tarea de crear marcas propias como Buengusto y Atunete. También, se consolidaron relaciones con empresarios chilenos que durante los ochentas comenzaron la distribución de vinos Santa Helena. En esa época inició la llegada de productos como las cervezas europeas Amstel y Heineken.
 

Por Héctor Sandoval Duarte

 

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