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A menor crecimiento, menor presupuesto

El Gobierno dice que para su pleno funcionamiento en 2016 necesita $167,2 billones, sin incluir la deuda. Analistas creen que se debió aumentar la inversión y bajar gasto de funcionamiento. ¿Y el posconflicto?

Sergio David González
15 de julio de 2015 - 08:34 p. m.

Justo cuando el dólar está volando, buscando con ansias los $2.800, y el Fondo Monetario Internacional le bajó la proyección de crecimiento a la economía colombiana de 3,5% a 3%, el Gobierno Nacional expuso lo que será el presupuesto general de la Nación para 2016. Y las cifras, como se esperaba, no dejaron contento a más de uno. Pero ya está en el documento Conpes y esa será la cifra que discutirá el Congreso en la próxima legislatura. Se reducirá el plan de inversión y aumentarán los gastos de funcionamiento frente a 2015.

Aunque desde el Ministerio de Hacienda se ha dicho que se congelarán los gastos de personal y generales en la Rama Ejecutiva, hay expertos quienes consideran que la reducción del rubro de inversión no es una señal sana en términos de crecimiento de largo plazo. Y por eso no duraron un segundo en replicarle.

Javier Gómez, analista de Serfinco, señala que lo mejor que le puede pasar a una economía es que el presupuesto destinado a inversión se incremente cada año, mientras que el de funcionamiento se debería reducir más. Todo lo contrario a lo que propone el Ejecutivo. El especialista considera que la nueva estructura del Consejo Nacional de Política Económica y Social (Conpes) para el próximo año enfrenta una situación complicada por la depresión en los precios del crudo.

Germán Verdugo, de Credicorp Capital, señala que el Gobierno está mandando un buen mensaje de disciplina fiscal en el presupuesto para el otro año. Sin embargo también considera que el recorte debería ser por el lado de gastos de funcionamiento.

La cuestión es que más allá de los números están de fondo las jugadas políticas. Hay quienes dicen que son precisamente los números los que tienen divididos a Mauricio Cárdenas, ministro de Hacienda, y Simón Gaviria, director del DNP. El primero, conservador a ultranza. El segundo, liberal pura sangre, hijo de exprimer mandatario rojo. En el correo de brujas se insiste en que lo que estaría haciendo Cárdenas con las asignaciones presupuestarias que van a las regiones es asegurar posibles alianzas con partidos políticos para contar con los votos que lo llevarían hasta la Casa de Nariño en 2018. Pero no como timonel de una cartera, sino como portador de la banda presidencial.

Al otro lado del río está Gaviria, que aunque también fue cuestionado cuando llegó al DNP porque se consideró su designación como un pago político, quería que el presupuesto para inversión de 2016 no se redujera como efectivamente pasó. Cárdenas, en entrevista con Blu Radio, negó tales diferencias. Los asesores de primera línea de Gaviria prefieren hacer bromas al respecto y dicen que todo parece una pantomima de un programa de chistes de radio y que nada de eso es verdad.

Sin embargo, este no es el único runrún político que le achacan a Cárdenas. Precisamente el primer round fue contra el vicepresidente Germán Vargas Lleras y también la pelea fue por plata. Vargas Lleras acusaba al ministro de frenar recursos que irían directamente a la inversión que se está adelantando en infraestructura. El de Hacienda advirtió que entendía la frustración, pero que su trabajo era administrar la chequera. Al final, después del show mediático, vino el jefe, el presidente Juan Manuel Santos, les jaló las orejas a los dos y con otro show mediático, quedó todo arreglado.

Entonces, ¿qué debería hacer el administrador de esa chequera? Para Verdugo, el Gobierno debería seguir ajustando sus próximos presupuestos a la baja, teniendo en cuenta variables como la disminución de los precios de las materias primas. Y eso tiene mucho sentido si se considera que China, el gran comprador de commodities, sigue a la baja.

Los expertos consideran que el próximo año será aún más complicado para las finanzas públicas que este 2015, por los efectos del desplome del precio del crudo, porque el Gobierno verá como la bolsa de recursos provenientes de los dividendos de Ecopetrol y los impuestos de renta de empresas petroleras se irá desinflando.

Y en medio de este debate acalorado entre números e intereses políticos, aparece un tema clave: el posconflicto. Se ha dicho que en un escenario de paz el PIB podría crecer entre 1,5% y 2% . Otros consideran que nos llevaría a un aumento en la calificación crediticia de la Nación o a una reducción de la prima de endeudamiento en el exterior. De seguro será determinante y por eso debería estar presente en las cifras del presupuesto general, que va a debate en el Congreso la última semana de julio. La pregunta es: Si se cumple el ultimátum de cuatro meses que dio el presidente Juan Manuel Santos para avanzar en las negociaciones de paz, y se consigue este año la firma de un acuerdo con la guerrilla, ¿tendrán que modificar dicho presupuesto para cumplir con las inversiones sociales que todo proceso trae consigo?

Pues Verdugo tiene una respuesta: “Si se generara una necesidad de gasto para el posconflicto, no estará contemplado para 2016, quizá sea para los próximos años”, advirtiendo que el Gobierno deberá justificar un mayor gasto asociado a este tema y que de seguro estará incluido en la próxima reforma tributaria.

Gómez, de Serfinco, considera que el Gobierno no tendrá fácil el debate en el Congreso para que le aprueben este presupuesto. “Aunque es coherente con la nueva dinámica de la economía, el detalle está en el ajuste de tantas carteras a la baja (ver infografía) y de seguro el Congreso pedirá explicaciones”.

Por Sergio David González

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