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¿Mexicano o shakesperiano?

El mandatario llegó a ser denominado por la revista ‘Time’ como “el hombre que salvó México”, pero su administración hoy parece más una tragedia literaria que un buen gobierno.

John Paul Rathbone (Editor América Latina) / Financial Times
21 de diciembre de 2014 - 02:00 a. m.
Enrique Pena Nieto, presidente de México. / Bloomberg
Enrique Pena Nieto, presidente de México. / Bloomberg

El segundo acto en las tragedias de Shakespeare, cuando el drama aumenta junto con los contratiempos que deben superar los protagonistas, es a menudo el más largo y el más doloroso. Algo similar debe estar pasando ahora en México y su economía, al tiempo que cae el precio del petróleo.

En el primer acto, Enrique Peña Nieto llegó a la presidencia con un equipo que pensaba hacer una reforma que prometía modernizar a México. Los obstáculos que antes parecían insuperables se hicieron a un lado con aparente facilidad y una serie de leyes fueron promulgadas en rápida sucesión. La más notable de ellas, un cambio pionero que por primera vez en 70 años permitió la inversión privada en el sector de energía.

Para principios de 2014, el gobierno estaba en la punta de la ola. Peña Nieto fue llamado “El hombre que salvó a México” por la revista Time. Los inversionistas se frotaron las manos por los US$50.000 millones que, se esperaba, entrarían al sector de la energía para 2020. Todo iba bien. Pero ahora, en el segundo acto, la gloria comienza a desdibujarse: el protagonista debe ahora probar su valor y el auditorio pierde paciencia.

A pesar de lo que Peña Nieto anuncia como un aumento de 40% en la cantidad de empleos creados este año, el crecimiento económico no ha despegado. En efecto, el gobierno ya ha tenido que recortar sus expectativas de crecimiento cuatro veces. Para compensar, el Estado ha incrementado el gasto. Quienes elaboran los pronósticos estiman que el déficit fiscal del próximo año aumentará a 4% de la producción económica.

Esto no es demasiado preocupante, pero es casi el doble que el promedio de déficit anual de los anteriores dos gobiernos. También es un reto para la ortodoxia económica que México ha practicado durante los últimos 20 años. Luis Rubio, un analista político, sugiere que el cambio puede deberse a un relevo generacional en el gobierno.

Entretanto se intensifica el drama. Los escándalos de conflictos de intereses surgen en torno al presidente y su ministro de Hacienda. En septiembre, además, 43 estudiantes desaparecieron en el estado sin ley de Guerrero, un centro de producción de heroína. Las desapariciones, un ejemplo de aterradora impunidad y ausencia del imperio de la ley, impulsan a los indignados mexicanos a la acción. El descontento crece.

Adicionalmente, los precios del petróleo se desploman 45% en seis meses y el peso 10% en tan sólo cuatro semanas.

La caída en el precio del petróleo probablemente no detenga los planes de las compañías extranjeras de presentarse a las subastas petroleras del próximo año, pero podría reducir lo que planeaban gastar, afectando así los ingresos de capital esperados y la porción del gobierno. De un momento para otro, el ciclo virtuoso de crecimiento más veloz, recaudo más alto de impuestos y productividad mejorada parece más incierto que hace tan solo un año.

Pero los prospectos podrían ser mucho peores. A diferencia de Rusia, por ejemplo, México ha diversificado dramáticamente su economía desde el cese de pagos y la crisis petrolera de la década de 1980. La porción de las exportaciones de México que corresponde al petróleo fue de tan sólo 11% el año pasado, en comparación con casi 40% en la década de 1990. Los electrónicos y los automóviles representan ahora una porción más alta. En efecto, México produce más bienes que el resto de América Latina junto.

Adicionalmente, el petróleo que México no exporta está apalancado en US$76,40 el barril, protegiendo así el tesoro de caídas más graves en el petróleo durante 2015. En el frente doméstico, los ingresos del petróleo representan una tercera parte de los ingresos del gobierno, pero los precios locales de la gasolina no flotan según el precio internacional, que es otro amortiguamiento. Aún así, si los precios del crudo siguen cayendo, el gobierno debería tener que recortar el gasto en 2016.

La tragedia a menudo se define como un drama en el que el héroe es llevado a la ruina como resultado de un defecto moral y la inhabilidad de lidiar con circunstancias imprevistas. Sin embargo, durante los últimos 20 años, México ha asumido cierto control sobre su destino, al menos cuando se trata de los precios de los commodities. Un potencial más alto para una situación trágica se halla, en cambio, en las economías de América del Sur, que aún están dominadas por los commodities. En cambio, los problemas más profundos de México están tan asociados al imperio de la ley y la seguridad, que el equipo de Peña Nieto admite no ha logrado enfocar adecuadamente. Aún puede ser evitado un desenlace trágico, pero es muy temprano para decir que este drama será uno en el que “Bien está lo que bien acaba”.

 

Por John Paul Rathbone (Editor América Latina) / Financial Times

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