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Microempresarios de birrete

Esta semana se graduaron como empresarios 236 líderes de nueve comunidades rurales de San Onofre y Ovejas, quienes conformarán 16 grupos productivos asociativos y cuatro negocios individuales.

María Mercedes García / Especial para El Espectador
05 de noviembre de 2011 - 09:00 p. m.

Anselmo fue condenado durante muchos años, no sólo porque en Ovejas, Sucre, todos fueron señalados como guerrilleros o al menos aliados de la guerrilla, sino también porque resultó prácticamente imposible no relacionar a un campesino ovejero de apellido Marulanda con el veterano comandante de las Farc. Cuenta Anselmo que en aquella época se le acabó el amor por la tierra.

En octubre pasado, 15 años después de que 120 paramilitares llegaran a su casa y le pusieran un fusil en la cabeza, provocando la muerte del hijo que estaba a punto de nacer, este campesino y otras 236 personas terminaron un proceso de un año de formación psicosocio-empresarial.

El día de su graduación, este líder de 54 años de edad le habló al resto de su comunidad: “Ahora sabemos que las riquezas de esta tierra son nuestras y que tenemos que permanecer en ella. Ahora hay algo que nos liga más a nuestra tierra y es el desarrollo productivo. Nosotros, a nivel psicosocial, teníamos una autoestima baja, pero ahora somos seres nuevos que pensamos como empresarios del campo y por eso estamos dispuestos a dar todo por él”.

Anselmo también contó que su grupo asociativo de 22 personas recibió 60 carneros para la cría y comercialización ovina.

En la parcela de diez hectáreas que comparte con otras 49 personas de San Rafael (la vereda constituida por 206 casas y 1.400 habitantes), había cultivado tradicionalmente yuca, ñame y maíz. Hoy en día tiene el sueño de mejorar sus ingresos de $150.000 mensuales con los que ha sostenido a su familia de siete miembros.

“Parece como si no comiéramos, porque en realidad tenemos un consumo mensual de $250.000. Vivimos gracias a que producimos gran parte de lo que comemos. Sé que con el apoyo de este proyecto, mis gastos se van a nivelar con mis ingresos; es decir, que produciré mínimo $300.000 mensuales”, comenta el campesino, que todos los días se levanta a trabajar por un sueño muy noble: “Yo no quiero ser rico, pero sí tener el ingreso básico para mi familia”.

El primer paso comenzará a materializarse cuando los ovinos estén listos para la venta.

Susana González nunca se imaginó llegar tan lejos. En sólo tres años, esta mujer convirtió su venta de sopas en el restaurante que hoy en día brinda alimentación a 60 trabajadores de Hocol, empresa filial de Ecopetrol, encargada de las actividades de exploración y producción de hidrocarburos en Canutal, otra de las comunidades vinculadas al proyecto psico-socio-empresarial.

Su participación fue providencial, debido a que coincidió con la llegada a la comunidad de muchos trabajadores que buscaban una alimentación de calidad. Para responder a los estándares exigidos, Susana aprendió sobre el manejo financiero, contable, ambiental, sanitario y culinario de un restaurante.

Además, gracias al proyecto, adquirió tres mesas, 18 sillas, 36 juegos de cubiertos, 24 tazas y vasos, 6 jarras, porta-palillos, servilleteros, bandejas para repartir la comida, una mesa para manipular los alimentos y toallas para secar las manos. También obtuvo tapabocas, delantales y gorros.

Desde junio de este año contrató a Neftalí, el cocinero; a Simón, ayudante de cocina, y a Etilvia, encargada de lavar la loza. Les paga $400.000 a los dos cocineros y $150.000 a la mujer por su labor de limpieza. Susana no sólo ha aumentado sus ingresos libres (que antes ascendían a $30.000 mensuales) a $250.000, sino que actualmente su nivel de vida ha mejorado considerablemente.

Antes su apartamento era un asomo de vivienda constituida por dos paredes. Hoy en día, gracias a sus nuevos ingresos, el apartamento tiene muebles, un televisor y una nevera. Esto es lo que Susana considera una vivienda digna para Ricardo, de 3 años, y Fernán, de 6, sus hijos.

Además del apoyo económico del proyecto, Susana se siente mucho mejor consigo misma por tener un trabajo. “Ahora mi esposo me valora mucho más, nuestra relación de pareja ha mejorado. Mi sueño ahora es emplear a más personas de mi comunidad, convirtiéndome así en una gran empresaria”.

“El consejo que le doy a todo el que me pregunta por la causa de mi éxito es no desfallecer en la lucha por alcanzar cada uno de los sueños”, agrega.

Anselmo y Susana hacen parte de las 236 personas de nueve comunidades rurales de los municipios de San Onofre y Ovejas, quienes culminaron un proceso de formación integral (psicológica, social y empresarial) para formar 16 grupos productivos asociativos y cuatro negocios individuales. Como resultado, cada uno de los grupos diseñó su plan de negocios, que incluye estrategias de comercialización y mercadeo.

Las cuatro unidades productivas individuales han generado nueve empleos directos y los grupos asociativos han abierto mercados para la venta y comercialización de productos agrícolas. El proyecto entregó insumos agrícolas, ovinos y aves, al igual que formación técnica, al tiempo que brindó apoyo psicosocial a sus 236 participantes.

Los artífices de este trabajo articulado son la Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecuaria (Umata), que brindó la asesoría ambiental de los proyectos; la Cámara de Comercio, que asesoró la constitución legal de los grupos asociativos; once asesores del Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena), quienes brindaron asesoría técnica y apoyo para la comercialización y el mercadeo de los productos, al igual que la Universidad de Sucre; y, finalmente, la Pastoral Social, que hizo acompañamiento psicosocial a nivel comunitario, individual y familiar. Adicionalmente, las secretarías de Salud de ambos municipios aportaron su granito de arena con la realización de brigadas de salud.

Según Luis Alberto Gómez, coordinador de Desarrollo Económico de Colombia Responde, “la importancia de este proyecto es que tiene un énfasis en la generación de ingresos, pero con un enfoque integral, que además de significar un apoyo económico, restablece el tejido social de nueve comunidades tan afectadas por la violencia, brindándoles la oportunidad a los participantes de trabajar de manera organizada y asociada, recuperando su confianza”.

Ya terminando la ceremonia de graduación y en medio de gran emoción, Carmen Cecilia Martínez, la líder más reconocida de Canutalito (otra de las comunidades vinculadas al proyecto), tuvo su turno para dirigirse al público: “Sólo armonizando el desarrollo con el entorno se logra la sostenibilidad de nuestros proyectos. De esta manera, es de la mano del Estado y otras instituciones amigas como podemos hacer realidad nuestro proyecto de vida. Esa semilla de conocimiento se convertirá en un extenso campo del saber”.

Carmen hace parte de un grupo de producción y comercialización de ensilaje, conformado por 19 personas de su corregimiento. Emalac es una empresa constituida con el apoyo del proyecto como “la única empresa de su tipo en el municipio de Ovejas”. Ella termina su discurso diciendo que gracias a este proyecto “las comunidades hemos aprendido a reconstruir nuestra patria trabajando”.

Por María Mercedes García / Especial para El Espectador

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