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Monoimpuesto, esperanza de las pymes

Expertos consideran que al unificar los compromisos tributarios en un único gravamen se les facilitaría la vida a los pequeños negocios y se reduciría la informalidad. El impuesto debería ser menor del 10 % de sus utilidades netas.

Camilo Vega Barbosa
20 de septiembre de 2016 - 04:02 a. m.
Las normas NIIF son un documento de 100 páginas en Europa, y en Colombia, de 3.000. / Istock
Las normas NIIF son un documento de 100 páginas en Europa, y en Colombia, de 3.000. / Istock

Lo dijo Arturo Calle, uno de los empresarios más reconocidos del país, cuando recibió el premio de la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco) la semana pasada: “Para un negocio emergente es casi imposible dar abasto con tantos impuestos en Colombia”.

Mientras crecen las discusiones entre los gremios empresariales y el Gobierno por la próxima reforma tributaria, los pequeños negocios quedan en medio del fuego cruzado y sujetos a los cambios tributarios que se aprueben para 2017.

Sin embargo, existe una propuesta que todavía no es seguro que sea incluida en la reforma, pero que podría dar un gran cambio para las pequeñas y medianas empresas (pymes) en materia tributaria. La recomendación es que los pequeños establecimientos paguen solo un impuesto equivalente a los cuatro gravámenes que suelen pagar las compañías: 25 % sobre las utilidades, impuesto a la riqueza, el 9 % del CREE y el 7% de la sobretasa. Se trata de una idea que el mismo ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, ha mencionado que le gusta, pues ayudaría a reducir la informalidad y la evasión de estos comercios de bajo tamaño.

Para Rosmery Quintero, presidenta de la Asociación Colombiana de Medianas y Pequeñas Industrias (Acopi), “el monoimpuesto es una gran idea a la hora de mejorar la informalidad que hay dentro de los pequeños negocios, lo cual sería de gran impacto, pues son el grueso de empresas del país. El sistema tributario colombiano es sumamente agresivo para este tipo de comercios, pues los obliga a incurrir en gastos administrativos ocultos, como por ejemplo contratar los servicios de un contador que tenga al día sus balances. Lo cual implica un gasto recurrente que reduce sus márgenes de ganancias. De manera que al unificar los tributos se reducen los costos operativos y las empresas destinan menos tiempo para ponerse al día con sus compromisos fiscales”.

Asimismo, Quintero explicó que “estos establecimientos también deben pagar el precio de que el Gobierno las obligue a reportar bajo las reglas NIIF, lo cual aumenta los riesgos de que sean sancionados porque no todos los contadores han podido actualizarse bajo este esquema, que es especialmente denso en el país. Mientras en Europa el documento de estas reglas contables es de 100 páginas, en Colombia puede superar las 3.000 páginas. La DIAN pide una gran cantidad de papeles, lo que implica un gasto y un desgaste para las compañías y hemos comprobado que no toda la información se utiliza”.

Por su parte Horacio Ayala, exdirector de la DIAN, indicó que “son bienvenidas todas las propuestas que les hagan más fácil la vida a las empresas. El monoimpuesto se ve como una alternativa que le permitirá ahorrar mucho tiempo y gastos a estos negocios. Sin embargo, se debe tener cuidado de fijar bien la tarifa de lo que les cobrarían. En mi opinión, el impuesto no puede ser mayor que el 10 % de las utilidades netas de estos pequeños comercios, pero es una estrategia que debe ir acompañada de mucha supervisión, pues algunas personas podrían optar por fraccionar sus empresas para obtener este tipo de beneficios”.

Ayala también afirma que “pagar impuestos es sumamente engorroso para todas las compañías y ha empeorado desde que el Gobierno fijó las NIIF. El sistema tributario colombiano es por lo menos cien veces más complicado que el de la Unión Europea. Tenemos que aplicar la misma lógica que las autoridades del Viejo Continente, pues aplican la normatividad inteligente: si una ley va en contra del buen funcionamiento de la empresa, la descartan inmediatamente”.

En efecto, la situación no es fácil para las personas que están comenzando con sus negocios y que quieren cumplir con sus compromisos tributarios. El Espectador habló con Daniel Alfonso, un joven emprendedor que tiene una cafetería y que está en proceso de lanzar una cadena de helados. El empresario cuenta: “Este mes me quedé sin ganancias por pagar impuestos. Todavía no he recibido ingresos por la venta de helados y tuve que pagar $200.000 de retención en la fuente, es decir, tuve que hacer una inversión que no contemplaba para pagar este gravamen. Además, cada mes debo pagarle $400.000 a un contador, y eso que lo saqué barato”.

Alfonso cuenta que también hay otros impuestos con los que lucha mes a mes y que desangran sus ganancias. “Por ejemplo, el hipoconsumo del 8 % de las ventas que haga. Se trata de una gravamen que me puede reducir perfectamente el 20 % de mis utilidades, y eso sin tener en cuenta el IVA, que debo pagar por adelantado mientras mis clientes me lo desembolsan. Lo otro son las cuestiones legales: hace unos meses cambió la ley y ahora debo pagar la ARL de todos mis empleados antes del 31 de diciembre, son más de $4’000.000”, indicó.

El joven emprendedor también cuenta que constantemente habla con amigos que apenas están comenzando con sus empresas, sobre la necesidad de pagar impuestos. Indica que algunos le dicen que “sus ingresos no son suficientes para formalizarse y empezar a tributar. Es decir, sus negocios no son sostenibles en la legalidad”.

Por Camilo Vega Barbosa

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