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La negra economía venezolana

El mercado paralelo y los controles del gobierno, desde la circulación de divisas hasta los precios del mercado de vehículos, rigen la vida de sus más de 28 millones de habitantes.

David Mayorga - Caracas, Venezuela
03 de agosto de 2013 - 09:00 p. m.
Y así como sube el dólar negro, también suben los precios de los productos básicos: por ejemplo, una docena  de huevos se compraba a inicios de año en 20 bolívares, pero hoy cuesta 48 bolívares.  / EFE
Y así como sube el dólar negro, también suben los precios de los productos básicos: por ejemplo, una docena de huevos se compraba a inicios de año en 20 bolívares, pero hoy cuesta 48 bolívares. / EFE

 Los venezolanos viven al vaivén del negro. Del color, de la estética, de la moda que marca tendencia, pero ante todo del mercado negro. "¿Para qué vas a cambiar dólares aquí? En la calle te dan una tasa mejor", asegura un funcionario diplomático que trabaja en Caracas, la capital. Su explicación es sencilla: en una casa de cambio, en un banco o en un hotel, donde se maneja la tasa oficial, por cada dólar devuelven 6,30 bolívares. Pero a unas cuantas cuadras afuera, en la calle, el panorama es mucho más esperanzador.

“¿Necesita cambiar? ¿Ahora? Déjeme y le cuento a un amigo para que le salga mejor", comenta Freddy, el botones de un prestigioso hotel en el barrio de Chacao, un samario que va y viene entre ambos países y cuyos hijos tienen la nacionalidad venezolana. La promesa callejera parece mejor: entre 26 y 28 bolívares por cada dólar; pero, de nuevo, aparecen las voces que ofrecen un mejor trato: “¿Esa es la tasa que te ofrecen? Está mala. Yo tengo un amigo que me puede conseguir el cambio a 33 bolívares".

Hay algo mucho más profundo que este simple dolor de cabeza para los turistas, y es que la economía venezolana está acostumbrada a moverse de acuerdo al mercado negro. Tiene muchas formas: desde la referencia jocosa del local pintado de negro, con estantes negros, luces negras, atendidos por dependientes de uniforme negro, hasta la consabida conspiración de empresarios multimillonarios unidos para derrocar al gobierno socialista. De todas ellas, la más real es la que se menciona a voz baja: un conocido. O el amigo de un amigo.

Pero el mercado negro tiene una cara visible, cotidiana. Es el caso de Enrique, conductor en una cooperativa de transporte urbano. Su auto es un Fiat Siena modelo 2011, que hoy en día cuesta más que uno exhibido en un concesionario. "El nuevo cuesta 240.000 bolívares, pero tienes que esperar ocho meses, hasta un año, para que el concesionario te lo entregue. Este, en el mercado negro y con entrega inmediata, lo puedes conseguir por 300.000 bolívares. Y la gente los paga porque no quiere esperar", comenta.

En estos días de vacaciones escolares suele salir a trabajar desde las 6:00 a.m. porque la ausencia de los estudiantes reduce el número de trancones y el tiempo perdido en ellos. Eso le permite moverse mejor y reunir antes de las 4:00 p.m. los 3.000 bolívares con los que puede regresar tranquilo a casa. Esa es su nueva economía. Porque antes, hace un par de años, tenía el mismo horario de oficina, marcaba planilla, tenía el rango de supervisor y ganaba un sueldo de 8.000 bolívares.

 Pero al cumplir los 40 años le tenían un cargo especial, con menos responsabilidades y un salario de 2.300 bolívares. “Unos amigos me mostraron esto y decidí ponerme a trabajar con el carro”, comenta mientras circula por en medio de otros carros y pasa por calles con fotografías y mensajes alegóricos a la figura del fallecido presidente Hugo Chávez. “Me va bien, mis amigos me dicen que sigo teniendo horario de oficina”, comenta con una sonrisa.

No se trata de una situación ajena para los venezolanos. “Esto viene desde 1983, con el viernes negro. Como soy estudiado, sé de eso”, dice Enrique. Aquel día, el 22 de febrero de 1983, el presidente Luis Herrera Campins decretó la devaluación de la moneda venezolana ante la caída en el precio del petróleo (las exportaciones petroleras habían caído un 60% desde 1981). Desde entonces, el país ha vivido los controles a la divisa y la devaluación del dólar. La más reciente ocurrió en febrero, cuando el cambio oficial pasó de 4,30 a 6,30 bolívares por un dólar. Al día siguiente, en Barranquilla, podía comprarse leche en polvo traída desde Nueva Zelanda por el gobierno bolivariano.

El cambio es controlado por la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi), el órgano oficial que aprueba los pagos a los exportadores, regula las transacciones electrónicas con el exterior y autoriza las sumas que cada venezolano puede llevar consigo cuando deja el país para salir de viaje. El proceso incluye un formulario que se debe diligenciar, hay que adjuntar copia del pasaje comprado y del pasaporte, incluirlos en una carpeta y hacer el trámite en el banco. Y dependiendo del destino, se aprueba la partida: US$3.000 para los viajeros a Europa, US$2.500 para Estados Unidos (a un viaje de más de 15 días) o US$700 si el destino es Colombia.

 La suma, aprobada por un año, es abonada a la tarjeta de crédito y cada candidato recibe US$500 en efectivo. “La gente se toma fotos con la carpeta del Cadivi y las sube a redes sociales”, comenta Odell, un profesional que viaja constantemente al exterior. El también ha vivido los topes de US$400 para realizar compras en internet.

Por eso es muy común que, previo al viaje, los venezolanos recurran al mercado negro, a ese amigo en común al que le sobraron unos dólares de más de su último viaje. Porque el ciudadano de a píe que tiene pasaporte y la posibilidad de viajar, ahorra en dólares. “El bolívar va siempre para abajo”, explica Victoria, su compañera de trabajo. Y Odell remata: “Los guardo hoy, porque en un año el cambio puede subir a 58 bolívares”.

Y así como sube el dólar negro, también suben los precios de los productos básicos: por ejemplo, una docena de huevos se compraba a inicios de año en 20 bolívares, pero hoy cuesta 48 bolívares. De inmediato llegan a la mente las imágenes del desabastecimiento de papel higiénico, toallas de cocina, harina para hacer arepas y otros productos básicos. Y, por supuesto, las acusaciones de acaparamiento para los industriales que deben venderle, a precios regulados, sus mercancías a los almacenes para que ellos, siguiendo las indicaciones del gobierno, se los ofrezcan al público.

Pero Caracas se ha propuesto combatir esa práctica, por lo menos en los precios de los vehículos. El jueves, la Asamblea Nacional aprobó una ley para impedir la venta de los carros usados exceda en 90% a los precios de interés público, imponiendo sanciones a los servidores públicos de las notarias que no adviertan la irregularidad, a los bancos que financien la operación y a las aseguradoras que aprueben la póliza a los compradores. Por supuesto, los precios regulados se registrarán en la página web del Ministerio del Poder Popular para Industrias.

"Fue una ley aprobada con tanto cariño por parte de la bancada oficial", aseguró la locutora de Al son del 23, la emisora caraqueña que fusiona las noticias de la mañana con canciones de salsa a través del dial 102.3 en FM. Durante su recuento de la aprobación narró cómo "la bancada de la oposición, de la extrema derecha que defiende a los concesionarios" se había opuesto al trámite. También se refirió a "las mafias de los carros" que alzan los precios.

La transmisión continúa mientras los venezolanos se movilizan al trabajo, mientras pasan por el centro de Caracas, frente al edificio del Banco de Venezuela que, para mayor precisión, es una mole moderna de mármol de color negro. La vida continúa mientras pasan por edificios en construcción con afiches que muestran a un Chávez gigante con frases como: "¡No me cabe en el pecho el amor que siento por este pueblo! ¡Me desborda de pasión y fuerza!". Este es el panorama mientras van de camino al banco para completar las diligencias de divisas del próximo viaje, o consiguen el mejor precio de su próximo auto usado. "Venezuela es así", asegura Victoria con una sonrisa enmarcada en sus labios violeta.

Por David Mayorga - Caracas, Venezuela

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