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Que entrar a la oficina más de dos veces por semana provoque malas miradas puede sonar extraño, pero esa será una de las consecuencias lógicas, aunque menos importantes, de la masificación del teletrabajo en el país. El ahorro de tiempo y dinero, la independencia para cumplir con las tareas, la medición de logros por meta y la contribución al medio ambiente son, realmente, lo que más interesaba a los ministerios de Comunicaciones (Mintic) y del Trabajo (Mintrabajo) impulsar el teletrabajo con el decreto 0884 de 2010, firmado hace un año.
Según cifras del Mintrabajo, hoy existen 4.291 empresas que han implementado esta alternativa: 3.131 en Bogotá, 436 en Medellín, 485 en Cali y 239 en Barranquilla; además, el 29% de organizaciones en Colombia proyecta adoptarlo en cinco años, lo que incrementará el número de personas que lo ejercen (son 31.553 actualmente). “No obstante, queremos que en los lugares más azotados por el desplazamiento y con altos índices de desempleo se generen oportunidades a través de este mecanismo. Se están focalizando esfuerzos en Chocó, Cauca y el Eje Cafetero”, explica Rafael Pardo, jefe de esta cartera.
Una de tales empresas es Unilever, que desde hace un par de años habilitó el uso de tecnologías para trabajar a distancia y mide con frecuencia el aporte a la sostenibilidad ambiental y el compromiso de sus empleados. Guillermo de la Torre, director de Relaciones Corporativas de la compañía, dice que la calidad de vida aumentó con la posibilidad de coordinar mejor el tiempo entre la familia y las labores; también la contribución ambiental creció al reducir el consumo de energía y recursos en las instalaciones, a la vez que del transporte, y la productividad subió con el aprovechamiento del tiempo que antes se dedicaba a desplazamientos. De acuerdo con el Mintic, en Bogotá se realizan diariamente cerca de 9 millones de desplazamientos, el 45% de los cuales se hace por motivos laborales. Estos representan una pérdida, en promedio, de tres horas diarias por persona, alrededor de 60 horas improductivas al mes.
De la Torre cuenta que los retos más importantes para este sistema de trabajo están en el cambio cultural: “La gente se siente culpable porque no va a la oficina y la familia muchas veces no entiende que el hecho de estar en la casa no significa ser improductivo”. Además dice que es necesario reforzar este modelo dentro de las empresas, para que les inviertan a las condiciones tecnológicas que se requieren.
Con respecto a este cambio, Abraham Martínez, gerente de la división de productividad de Microsoft, asegura que la tarea de desmitificar el teletrabajo debe ser constante: “En los países europeos ha tomado entre cinco y seis años, y no sólo depende de las tecnologías sino de las capacidades que se desarrollen al interior de las organizaciones para adoptarlas”.
Pero para muchos aún hay trabajo por hacer, especialmente por parte de los ministerios, para lograr una divulgación mayor de las alternativas. Así opina Joana Jaime, representante para Suramérica de Citrix, compañía proveedora de tecnologías en la nube: “Como habilitadores de estas herramientas, conocemos a muchos empresarios que no saben qué dice el decreto, ni los ahorros que tendrían al promover el teletrabajo”.