La próxima revolución tecnológica será en el vestuario

Los aparatos inteligentes, como los relojes y los anteojos, representarán el siguiente frente en la computación personal.

Richard Waters / Financial Times
19 de julio de 2013 - 10:00 p. m.
Google Glass es uno de los abrebocas de la nueva revolución tecnológica.  / Andrés Torres
Google Glass es uno de los abrebocas de la nueva revolución tecnológica. / Andrés Torres

La revolución podría llevarse puesta. Pero, como sucede con la mayoría de las revoluciones tecnológicas, no será rápida ni de la forma en que la predicen los visionarios. Esta es la apuesta más segura para lo que rápidamente se está convirtiendo en el anuncio más comentado de Silicon Valley: que los aparatos “inteligentes”, como los relojes y los anteojos, representarán el siguiente frente en la computación personal.

La caída en los precios del hardware y la expansión de las redes inalámbricas ciertamente apuntan a una época en la que la inteligencia digital y la conectividad entrarán a muchos artículos personales, por no mencionar el amplio mundo de los objetos inanimados, creando un muy predicho “internet de las cosas”. Es más difícil anticipar exactamente dónde se sentirá esta revolución por primera vez, aunque hay pistas.

Según el nuevo director ejecutivo de Intel, Brian Krzanich, pronto serán comunes tres categorías distintas de aparatos: los de las orejas, los ojos y las muñecas, cada uno con sus tipos de uso. Por ahora es terreno de adivinanzas cuáles serán las aplicaciones más populares de cada aparato.

Por ahora es posible adelantar que los que se lleven puestos seguirán siendo más un tema de discusión que de experimentación práctica. Como informó Financial Times a principios de esta semana, el muy anticipado iWatch de Apple probablemente no aparecerá hasta, por lo menos, finales del próximo año. Ya que otras compañías de tecnología están en la carrera de crear algo similar, es probable que otros relojes inteligentes salgan antes. No obstante, el mundo de la tecnología estará a la expectativa del juicio estético de Apple.

Entre tanto, el otro representante de la revolución de la tecnología de prendas, el Google Glass, ha enfrentado sus propios retos. Los líderes del Congreso de los Estados Unidos han expresado hace poco su preocupación en torno a las implicaciones para la violación a la privacidad de tener aparatos que monitoreen y graben constantemente todo lo que hay frente al usuario. Además, a principios de la semana, se publicó la noticia de que una falla de software, que ahora se corrigió, habría permitido que hackers malintencionados tomaran control de los aparatos.

Las capacidades tecnológicas no son el principal factor que limita el tema. La pregunta más importante, como siempre, es si los beneficios de utilizar una nueva tecnología exceden la resistencia a adoptarla. Desde acomodarse a las nuevas interfaces y el hardware, hasta desarrollar las normas sociales y culturales que exige la tecnología.

Hay dos visiones muy distintas de cómo la computación personal se volverá popular. Una dice que entrará a la vida cotidiana a través de aparatos que ejecuten una función única, pero que sean casi invisibles. Las pulseras que hacen Nike y Jawbone son la vanguardia de estos aparatos inteligentes, pues miden y reportan a las aplicaciones la información sobre la salud y el estado físico del usuario.

La otra visión implica un ataque frontal a la función general de la computación personal. Según esta versión de los eventos, un reloj o un par de anteojos incluirían muchas de las aplicaciones más populares del teléfono inteligente, comenzando con cosas como hacer llamadas, revisar mensajes de texto o tomar fotos, antes de hacer redundantes los aparatos más populares de hoy. Al convertirlos en plataformas para otros innovadores, sus fabricantes esperan aumentar las probabilidades de que crearán cosas para hacerlos indispensables.

De los dos, la historia de la tecnología personal apunta a que la primera opción es más probable. Las plataformas de computación para propósitos generales, desde el computador personal hasta la internet, tardan años en ser desarrolladas. Para cualquier cosa que deba ser integrada de forma tan completa a la vida personal, el factor más importante será la adaptabilidad que no sea chocante. Las cosas que hacen la vida más sencilla probablemente lideren el camino, en especial si su hardware es invisible y sus funciones automáticas.

Irónicamente, una de las aplicaciones populares para estos aparatos probablemente implique el hacer civilizado al teléfono inteligente. Hoy estos aparatos han impuesto una tiranía sobre la vida personal, interrumpiendo conversaciones y convirtiendo las calles en el imperio de los distraídos. Los primeros relojes inteligentes buscan mediar este mundo dominado por el teléfono inteligente; por ejemplo, señalando de forma menos intrusiva los mensajes de texto.

Probablemente, el momento revolucionario de la computación tan sólo vendrá luego de que un número adecuado de estos aparatos, que se acomodan sin chocar, hayan encontrado su lugar en el mundo, creando una constelación que en sí sea la base para la nueva plataforma.

Los teléfonos inteligentes fueron marginales durante años hasta que Steve Jobs presionó, promovió e inspiró a sus colegas en Apple para que crearan el iPhone. Los inversionistas que han empeñado sus esperanzas en que el iWatch generará un momento de quiebre podrían verse decepcionados.

 

Por Richard Waters / Financial Times

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