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¿Por qué salió mal el TLCAN?

Desde que los tres países firmaron el Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994, Estados Unidos no ha sentido el sonido del vacío que generan los trabajos escapando hacia el sur.

John Paul Rathbone (LONDRES)
23 de febrero de 2014 - 02:00 a. m.
Barack Obama, presidente de Estados Unidos, fue uno de los invitados a la “Cumbre de los Tres Amigos”. / AFP
Barack Obama, presidente de Estados Unidos, fue uno de los invitados a la “Cumbre de los Tres Amigos”. / AFP

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) cumple 20 años. Entre tanto, México tiene demasiados criminales y no suficientes policías, demasiados trabajadores ganan sueldos bajos y no hay suficientes empleos para trabajadores con habilidades, hay demasiados falsos despertares y no suficiente crecimiento económico.

No se jugó la apuesta de hablar abiertamente sobre estas preocupaciones con sus contrapartes de Estados Unidos y Canadá, Barack Obama y Stephen Harper, durante su visita en México para la revisión anual del TLCAN.

En cambio la reunión se presenta como la “Cumbre de los Tres Amigos”. Pero podríamos decir que los principales problemas de México, en el aniversario número 20 del TLCAN, provienen del hecho de que el país tuvo demasiados macroeconomistas y muy pocos microeconomistas.

Esto puede sonar extraño. Sin embargo, si fuese al revés, el TLCAN podría no ser visto por muchos desde una perspectiva tan crítica como ahora, y los salarios en México podrían ser mejores (como también podría ser mejor la imagen doméstica de Peña Nieto en comparación con su alta popularidad internacional).

Desde que los tres países firmaron el acuerdo del TLCAN en 1994, Estados Unidos no ha sentido el aterrador sonido del vacío que generan los trabajos escapando hacia el sur. Canadá también ha mantenido sus particularidades culturales. Sin embargo, México puede ser una estrella en ascenso, pero no se ha convertido en el país desarrollado que pensó que sería.

En lugar de un proceso de convergencia inexorable, el producto interno bruto per cápita en México sigue siendo una quinta parte del de Estados Unidos. Es exactamente donde estaban en 1994. ¿Qué salió mal? Por un lado, el mundo cambió dramáticamente alrededor de México.

China tuvo un ascenso como poder manufacturero, desplazando a las manufacturas mexicanas. Los ataques terroristas del 11 de septiembre hicieron que Estados Unidos aumentara la seguridad, en especial en su flanco sur. México también hizo una transición hacia un Estado pluripartidista, que si bien es una victoria para la democracia, a veces no lo es para la gobernabilidad. Finalmente, las nuevas tecnologías, como la fractura hidráulica para extraer gas natural, o “fracking”, transformaron los mercados de energía en América del Norte.

Un problema para México es que, incluso al tiempo que cambió el mundo, el TLCAN siguió igual: es una serie de relaciones bilaterales a menudo tibias, en lugar de una relación trilateral. En el frente político, Harper y Obama no tienen una química fuerte, mientras que las uniones bilaterales están estancadas por el tema del oleoducto Keystone XL. Las relaciones entre México y Canadá se han enfriado desde que Canadá decidió que los visitantes mexicanos necesitaban visa, y las relaciones entre Estados Unidos y México mejoran y desmejoran de forma intermitente.

Los asuntos económicos, igualmente, tienen buenos y malos momentos. Las cadenas de suministros regionales se han profundizado, pero este proceso no se refleja en el comercio interregional. Hoy, el 40% del comercio total de América del Norte se realiza dentro del TLCAN, que es un poco menos que en 1993. En comparación, el comercio interregional de la Unión Europea es de más de 60%.

Ninguno de estos factores ha ayudado a la convergencia de México, pero también era algo que estaba en buena medida por fuera del control del país. Para el bienestar de México era más importante la larga lista de reformas microeconómicas que dejó pendientes mientras que se entregaba al cambio macroeconómico. Éstas iban de la liberalización de los mercados de energía y quebrar los oligopolios locales, hasta eliminar los cuellos de botella estructurales, como el notoriamente débil sistema de educación y el alto grado de informalidad laboral.

Luego de aplazar estas reformas durante 12 años, el partido de gobierno de Peña Nieto, el Partido Revolucionario Institucional, trabaja para que se realicen muchas de estas reformas.

La política industrial también está gozando de una nueva vida. Se habla más de los “centros industriales” diseñados para fomentar mayores ligaciones con la economía doméstica.

Todas estas políticas macroeconómicas tienen un solo y muy importante punto de fuga: aumentar la productividad de México. Si Peña Nieto logra hacer esto, los salarios reales se incrementarán, así como su popularidad interna.

Los temores en Ottawa y Washington con respecto a los inmigrantes mexicanos también se reducirían. Una mayor prosperidad podría incluso reducir el atractivo del crimen organizado, y las futuras cumbres del TLCAN serían de forma más sincera una “Cumbre de los Tres Amigos”, que una incómoda oportunidad fotográfica.

Por John Paul Rathbone (LONDRES)

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