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Se acabó el consenso del libre comercio

Pese a sus diferencias, Barack Obama y el candidato presidencial Mitt Romney están de acuerdo en que quieren mano dura contra China. Esta y otras muestras dejan ver que en Estados Unidos se desmorona el régimen de libre comercio.

Christopher Caldwell / Financial Times
20 de octubre de 2012 - 09:00 p. m.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el candidato presidencial Mitt Romney rechazan el libre comercio en nombre del mismo.  / EFE
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el candidato presidencial Mitt Romney rechazan el libre comercio en nombre del mismo. / EFE

Un observador del debate del martes entre los candidatos presidenciales habría tenido una impresión incómoda de cuán agotadora puede ser una campaña para la Casa Blanca. Cada candidato tuvo la oportunidad de realizar un golpe retórico a su rival, pero no tuvo la energía o la astucia para hacerlo.

Cuando Mitt Romney prometió ayudar a la clase media cortando los impuestos sobre los intereses, dividendos y ganancias al capital, Barack Obama pudo haberlo señalado por tratar de camuflar un plan para los ricos. En cambio, el presidente cambió el tema. Los asesores de Obama, entretanto, han dejado una gran cantidad de pruebas de video de que buscaron, por razones que aún no son claras, presentar el ataque terrorista en el que fue asesinado el embajador de los Estados Unidos en Bengasi, el 11 de septiembre, como una protesta que se salió de madre. Romney lanzó algunas pullas sobre los ataques, pero de una manera tan incoherente que Obama parecía ser la única persona que tenía la más mínima idea de lo que estaba diciendo.

Hubo un tema, sin embargo, en el que ambos candidatos tenían las ideas claras y estaban plenamente de acuerdo. Ambos quieren “mano dura” contra China. Romney acusa a China de depreciar su moneda, el renminbi, para mantener su actual excedente comercial con los Estados Unidos. “El primer día —dijo— describiré a China como una manipuladora de divisas”, una formalidad que le permitiría tomar ciertas acciones de reparación.

Obama no contradijo en principio la queja de Romney. Sólo dijo que había hallado formas efectivas de lograr que China aumente el valor del renminbi por 11%. También acusó a Romney de haber “invertido en compañías que eran pioneras en exportar trabajados a China”.

Ambos candidatos están rechazando el libre comercio en nombre del libre comercio. Sin darse cuenta corren el riesgo de hacer promesas difíciles de romper. Romney había utilizado su línea del “primer día” durante la campaña en Ohio durante el mes de septiembre, pero los discursos en el interior del país son más fáciles de olvidar que los debates televisivos.

Obama tiene razón en decir que el renminbi ha caído durante los últimos años, aunque esto probablemente es por el declive en la demanda por las exportaciones chinas, inducido por la crisis económica, que por algo que haya hecho su Departamento del Tesoro. Charles Dumas, de Investigaciones Lombard Street, ha argumentado últimamente que por ignorar la inflación en los mercados laborales de China y en el sector de exportación, “estamos sobreestimando la competitividad de China”.

Aquellos que siguen de cerca a China podrían estar sorprendidos por cuán efectivos en términos políticos son los ataques a China. Un estudio del Centro de Investigaciones Pew, publicado en septiembre, arrojó que había una gran diferencia entre las opiniones populares y las de la élite en esta materia. Entre el público general de los Estados Unidos, el 78% considera que la gran cantidad de deuda que tiene China es un “problema muy serio”, en comparación con tan sólo el 20% de los líderes de gobierno y el 19% de los académicos de China.

Las potenciales pérdidas laborales a causa del comercio con China son tomadas en serio por el 71% de los estadounidenses, pero tan sólo por el 15% de los empresarios. Es difícil determinar si la retórica antichina se traduce de forma confiable a votos. Según Pew, aunque los americanos consideran que China es un rival, se preocupan mucho más por los islamistas, por las bombas atómicas y por los carteles de droga mexicanos.

No obstante, es claro que se está desmoronando el consenso que Estados Unidos ha mantenido durante mucho tiempo a favor de la liberalización del comercio. Cuando el grupo de redes chino Huawei consideró entrar a las bolsas occidentales este año, los americanos se preocuparon. Un informe publicado este mes por el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes se opuso, por razones de seguridad, a que Huawei construyera redes 4G en los Estados Unidos.

Visto con cabeza fría, de hecho, el consenso alrededor del libre comercio se vino abajo hace tiempo. Luego de un cuarto de siglo se acabó la “vía rápida” del Congreso para aprobar de forma expedita las negociaciones de tratados que vencían en 2007, y el clamor para que se renueven resulta débil.

Nadie ha mencionado desde 2008 la Ronda Doha de negociaciones de la Organización Internacional de Comercio y la mayoría de la legislación de la OIC se remonta a una carrera de leyes aprobadas a finales de los años noventa. Así el libre comercio haya llegado a un punto de retornos económicos decrecientes, ha llegado a un punto de retornos políticos decrecientes. Esto no implica un regreso inmediato al proteccionismo, pero significa el fin de la era de liberalización estable. Durante las próximas décadas podremos ver cómo se deshace gradualmente el régimen de libre comercio que se construyó durante el siglo XX.

Por Christopher Caldwell / Financial Times

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