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Subastas de arte moderno, tan raras como las pinturas

En el complejo mercado del arte, los vendedores evitan revelar, incluso a los mismos artistas, el valor de las obras.

John Gapper/ Financial times
11 de mayo de 2014 - 08:32 p. m.
Las casas de subastas de arte reúnen a compradores y vendedores en lo que al menos es una semejanza del mercado público. Imagen de Christie's en Londres.    / AFP
Las casas de subastas de arte reúnen a compradores y vendedores en lo que al menos es una semejanza del mercado público. Imagen de Christie's en Londres. / AFP
Foto: AFP - LEON NEAL

El martes, en Nueva York, los coleccionistas de arte moderno tendrán la oportunidad de gastar decenas de millones de dólares en pinturas como Abstraktes Bild (712), de Gerhard Richter, que está a la venta con un valor estimado de US$22 millones a US$28 millones. ¿Podrá esta pintura, que se vendió hace 18 meses en Sotheby’s por tan sólo US$17,5 millones, establecer un nuevo récord para el artista alemán? Puede ser algo difícil de saber.

Al igual que 38 obras más a la venta en Christie’s, de artistas de la posguerra y la época contemporánea, Abstraktes Bild (712) tiene una oferta garantizada, lo cual quiere decir que será vendida. Como cinco otras, la oferta mínima no revelada ha sido prometida por un coleccionista anónimo que también podría participar en la subasta. Una bizantina estructura de precios quiere decir que si él o ella gana, el verdadero precio del Richter será menos de lo que sugiere el titular.

En el notoriamente difícil y opaco mercado del arte, en el que los vendedores hacen lo que pueden por evitar presentar precios o revelarle a cualquiera (a menudo incluso el artista) exactamente cuánto cuesta una obra, las subastas públicas son el último reducto de precios públicos. Ahora que Chrisitie’s y Sotheby’s compiten fieramente por el negocio, incluso allí lo público está perdiendo terreno.

El cambio hacia casas de subastas que se comportan más como corredores y menos como mercados públicos padeció de un empujón adicional esta semana, cuando Dan Loeb, el activista de fondos de apalancamiento y coleccionista de arte, ganó su batalla con Sotheby’s porque considera sus costumbres anticuadas. Loeb entrará a su junta directiva con otros dos candidatos nominados por su fondo, Third Point.

Loeb, que describió a Sotheby’s como una “vieja pintura de un maestro que necesita una restauración”, quiere que deje de descontar tanto las comisiones y “utilice más agresivamente su capital, a menudo en conjunto con socios de confianza, para asegurar obras para la venta y subasta privadas”. Estos “socios de confianza” suelen ser vendedores de arte y coleccionistas de fondos de apalancamiento muy similares a él.

De cierta forma, las excentricidades en los altos círculos del mercado del arte, en especial en el mundo del arte contemporáneo, en el que el valor intrínseco y el precio tienen poca relación entre sí, no importan demasiado. Como en el salón baccarat VIP de un casino de Macao, si no puede perder millones en la ruleta, no debería estar apostando con los que sí.

Sin embargo, Christie’s y Sotheby’s tienen más que cuidar que sus propias reputaciones. Las casas de subastas de arte reúnen a compradores y vendedores en lo que al menos es una semejanza del mercado público. Sin un poco de transparencia en estas subastas, el mercado se vuelve vulnerable al fraude.

Desde el escándalo de fijación de precios de la década de 1990, Christie’s y Sotheby’s han luchado por el derecho a vender las obras más valiosas, y las garantías son una forma de obtener ventaja. “Las casas de subasta son, para todo efecto, un duopolio y harán casi cualquier cosa por mantenerlo”, dijo Jeff Rabin, cofundador y director de Artvest, una firma asesora de Nueva York.

A menudo ignoran el estándar de 10% como comisión al vendedor para subastar una obra prestigiosa, y le ofrecen al vendedor una porción de 12,5% adicional sobre el precio de compra del comprador. Algunos vendedores también exigen una garantía, que es una promesa de que la casa de subastas comprará la obra, incluso si no llega a su reserva, ahorrándoles a los vendedores la vergüenza.

Pero estas garantías implican riesgo, como se le recordó a Sotheby’s en 2008, cuando tuvo que quedarse con US$50 millones en obras a las que les dio garantías antes de la crisis financiera. La crónica falta de transparencia del mercado de arte y la permanente sospecha de que los vendedores están inflando artificialmente los precios quiere decir que cualquier pintura que no se venda instantáneamente pierde un tercio de su precio.
Christie’s y Sotheby’s trasladan ahora algo de riesgo sobre sus obras más costosas a los vendedores o coleccionistas. Los segundos presentan su capital a cambio de una comisión y comparten los resultados de una subasta fuerte.

Un coleccionista sofisticado puede lograr buenos retornos presentándose como garantía, en especial en Christie’s. Si él, por ejemplo, tiene varios Richters y quiere que los precios sigan altos, no sólo puede ser sostén de este mercado, sino también recibir dinero por ello. En el peor de los casos tendrá que pagar el precio de garantía, menos una comisión, por otro Richter.

Si el que se presenta como garantía pierde la subasta a un rival, recibe la comisión y una porción de las ganancias sobre el precio que garantizó. Si gana puede, en efecto, terminar pagando menos que el precio publicado, pues Christie’s le permite que pague el precio de garantía y no la oferta más alta.

El concederle estos privilegios a quien se ofrece como garantía distorsiona la subasta al permitir que un oferente participe en mejores términos que otros. También hace que el resultado sea difícil de entender, o que sea difícil recibir información de los precios.
Una primera prueba para Loeb como miembro de la junta directiva de Sotheby’s es si se mantiene fiel a sus principios o si se aventura aún más en el mundo de acuerdos opacos y garantías privadas. El resto del mercado tiene mucho que perder.

Por John Gapper/ Financial times

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