La Eurozona está temblando. Primero fue Grecia que con su falta de ahorro y gasto desmesurado le movió el piso. Luego fue la falta de liderazgo y toma de decisión de los principales líderes del bloque económico el que hizo acrecentar la deuda fiscal de la gran mayoría de los países que lo componen. Y ahora, por cuenta de la calificadora de riesgo Standard & Poor's (S&P) (la misma que le rebajó la calificación a Estados Unidos), a la segunda potencia económica del grupo, Francia, le bajaron su calificación de triple A a AA+. Una seguidilla de inconvenientes de talla mayor que están obligando a la Eurozona a quemar sus últimos cartuchos y a concluir que con el pasar del tiempo, contrario a encontrar soluciones de peso, están creciendo los problemas.
"No es una buena noticia", pero claramente "no es una catástrofe", declaró François Baroin, ministro francés de Finanzas, cuando confirmó la decisión de S&P. Y recalcó, en tono aclaratorio, que "no son las agencias de calificación las que dictan la política de Francia". Pero fue más enfático aún cuando aseguró que "no habrá nuevo plan de austeridad". Buena decisión, si se tiene en cuenta que precisamente los planes sobre los que se ha movido el grupo de 17 países en estos meses de crisis, no han sido los mejores y, al contrario, han terminado por enfrentar a Francia y a Alemania contra los demás integrantes, mientras que Grecia parece luchar en una arena movediza.
Y aunque la noticia, como evidentemente Baroin insiste, no es una catástrofe, sí podría afectar la calificación del fondo de rescate europeo, justo en momentos donde Atenas ha lanzado más peticiones de dinero para salvarse de la quiebra y de donde además está saliendo el dinero para prestarle a las naciones con problemas económicos. Y si se llegara a dar una rebaja, no solo se afectaría su imagen sino que se vería obligado a pedir mayores recursos a cada uno de los integrantes para mantener a flote su billetera. Y cuando la billetera no es sólida es cuando se avivan los temores de una sostenibilidad fiscal amenazada.
Ahora, bajo el nuevo escenario, sólo Alemania, Luxemburgo, Holanda y Finlandia gozan del prestigio de la triple A. Eso, en términos macroeconómicos, quiere decir que tienen mayores ventajas crediticias sobre los que no lo ostentan. Y en términos financieros, que tendrán mayor atención de los mercados, los dividendos marcharán con mayor fortaleza sobre terreno positivo y podrán maniobrar con gran facilidad sobre la nube negra y la turbulencia plantada en la Eurozona. Una variable que en estos momentos, sin mayores distinciones, es una verdadera carta a su favor.
Wolfgang Schäuble, ministro alemán de Finanzas, el representante de Ángela Merkel, aliada de los franceses, no dudó en decir que "Francia está en el buen camino". Y recordó que "juntos (los países de la Eurozona) debemos cumplir las reglas, cumplir con la competitividad". Y tiene razón. Ese, por lo menos, ha sido el comportamiento más criticado por los analistas económicos de todo el mundo: la falta de unión y de decisión de los líderes. Schäuble, al final, llamó a evitar "sobrestimar" los juicios de las agencias de calificación.
Y los mercados lo entendieron. La bolsa de París perdió 0,28%, Fráncfort 0,58%, Londres 0,46% y Milán 1,20%. Wall Street permaneció expectante y no registró pérdidas notables. Y en cuanto a Austria, se supo que también entró en la lista de los degradados, pero en Bruselas, por donde se filtró la información, no se dijo más al respecto. Ahora el dedo acusador de las calificadoras, de acuerdo con las publicaciones Les Echos y El País, está sobre Italia, España y Portugal, que como economías débiles, podrían perder sus respectivas notas en dos peldaños.