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Thomas Piketty 'superstar'

La decisión del economista francés lo confirma como un rebelde cuyas ideas podrán inspirar las políticas macroeconómicas del futuro, o al menos las revoluciones en su contra.

Ricardo Abdahllah, París
03 de enero de 2015 - 01:16 a. m.
Thomas Piketty, economista francés y autor del libro ‘El capital en el siglo XXI’. / AFP
Thomas Piketty, economista francés y autor del libro ‘El capital en el siglo XXI’. / AFP
Foto: AFP - FRED DUFOUR

Jean Tirole es economista, francés, y en 2014 ganó el Premio Nobel de Economía. Emanuel Macron es economista, francés, y en 2014 fue nombrado por François Hollande como su ministro de Finanzas. Sin embargo las palabras “economista” y “francés” remitieron en 2014, como en 2013, al nombre de Tomas Piketty.

Esa pudo ser la razón por la que en la primera publicación del Diario Oficial francés de 2015 su nombre apareció entre los galardonados con la Legión de Honor. Piketty decidió rechazarla y así, en la primera semana de enero, parece confirmar que este, también, será su año.

Para explicar su decisión, al autor que a los 43 años ha logrado vender un millón y medio de ejemplares de su libro El capital en el siglo XXI le bastaron dos argumentos:

1) No es al Gobierno al que le corresponde decidir quién es “honorable”.

2) La administración debería dedicarse a relanzar la economía de Francia y Europa en lugar de andar repartiendo distinciones.

El mismo día que se conocieron su distinción y su negativa, Piketty publicaba una columna en la que invitaba a imaginar un nuevo futuro para la economía europea. Proponía hacerlo de la mano de Syriza, el partido de izquierda “verdadera” griega, cuya segura llegada al poder en las elecciones del final de enero ha puesto a temblar las instituciones europeas.

Honorables y deshonorables

Los elogios que se realizan cada vez que un artista colombiano obtiene la Legión de Honor francesa omiten decir que unas dos mil personas reciben cada año este reconocimiento que existe desde Napoleón. Gracias a la gran cantidad de distinciones entregadas durante las dos guerras, cerca de un millón de personas han sido condecoradas, y la lista incluye personajes como Vladimir Putin y Nicolae Ceausescu. Si el diario satírico Le Canard Enchainé recomienda que lo mejor es “no merecerla”, la mejor forma de sentar una posición al enterarse del honor no solicitado consiste no tanto en recibirlo como en rechazarlo. Entre los “deshonorables” ilustres que han dicho no están Albert Camus, Claude Monet, George Sand, los esposos Curie, Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre. Si los detractores de Piketty no tardaron en señalar que su rechazo es ante todo una estrategia publicitaria —y es cierto, porque es el único de la promoción 2015 que aparece hoy en las portadas de los diarios—, sus admiradores, que son muchos, resaltan la coherencia de una posición “a la izquierda de la izquierda” de parte de un pensador que no dejado de criticar al gobierno del presidente François Hollande por sacrificar las promesas “socialistas” de su campaña a favor de una tendencia liberal confirmada por el nombramiento del exbanquero Macron como ministro de Economía.

Una idea simple

La publicación en línea Slate resumía así el impacto de El capital en el siglo XXI: “Las ideas de Piketty están lejos de despertar la unanimidad, pero han logrado imponer los términos en los que se desarrolla el debate”.

El gran aporte de Piketty es replantear la manera como se mide la desigualdad económica a nivel nacional y mundial y al mismo tiempo proponer estrategias para contrarrestarla. Según el economista, el ingreso como paradigma de medida de la desigualdad no tiene validez más allá de los asalariados, que por supuesto no representan a los grandes concentradores de riqueza.

Piketty plantea que el indicador correcto sería el patrimonio, es decir, las propiedades y activos bancarios, que representan mucho mejor que los ingresos la distribución de las riquezas nacionales. En el modelo tradicional, una persona que gana diez salarios mínimos es diez veces más rica que alguien que gana el mínimo legal. En el de Piketty, hay que tener en cuenta el patrimonio heredado y los activos bancarios, que suelen ser cero en el caso del “asalariado pobre” y “mucho más que diez veces más” en el caso de quienes concentran la riqueza.

La mayoría de los sistemas fiscales contemplan alguna vertiente de impuesto al patrimonio, pero suelen tasar de manera mucho más significativa los ingresos y las transacciones comerciales. Replantear el modelo permitiría, según el economista, restringir el crecimiento de la brecha entre quienes ganan dinero por el trabajo y quienes lo reciben gracias a su patrimonio. Más aún, teniendo en cuenta que los patrimonios, y en particular los más abultados, suelen ser transnacionales, Piketty ha propuesto un “impuesto mundial” al patrimonio.

La idea entra en el terreno de la utopía, pero su principio no deja de seducir en un mundo sumergido en una crisis económica nacida en buena parte por la redistribución “social” de las pérdidas de un sistema bancario que nunca redistribuyó los beneficios.

Durante los años 2013 y 2014, varios países de Asia y América Latina hicieron llegar al grupo de investigación liderado por Piketty los archivos de sus administraciones tributarias. El objetivo de la colaboración es avanzar en la validación de ese R>G que él considera haber demostrado como válido en su libro y que resume buena parte de sus planteamientos.

En la fórmula, R es el retorno, es decir, el dinero recibido gracias al patrimonio, que para el académico es el verdadero capital. G (por grow, en inglés) designa el crecimiento de la economía nacional.

Según Piketty, cuando el retorno sobre el patrimonio, en general concentrado en pocas manos, es mayor al crecimiento de la economía nacional, las desigualdades aumentan. Un sistema de impuestos concentrado sobre el patrimonio lograría que una parte de la renta de quienes concentran las riquezas se dirija al crecimiento de las economías nacionales.

¿El nuevo Marx?

Hijo de dos sindicalistas que, hartos del modelo capitalista decidieron convertirse en pastores de cabras, Piketty fue profesor en el MIT y actualmente dirige una cátedra en la Escuela de Economía de París, y a pesar de que sus ideas puedan calificarse como radicales, ha sido invitado por los consejeros financieros de Barack Obama y ha discutido sus tesis en instancias como el Tesoro Nacional de Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional. Académico con una visibilidad moderada hasta 2010, su obra El capital en el siglo XXI, que no sólo en el título está inspirada por Marx, demuestra en cerca de 700 páginas cómo desde antes de la Revolución industrial se ha defendido una ideología de la riqueza por el trabajo que sólo es válida en períodos de extremo crecimiento económico. En períodos “estables” y, más aún, en tiempo de crisis, sólo el patrimonio acumulado, muchas veces heredado y ligado a la explotación de los empleados, continúa produciendo verdaderas ganancias.
Aunque sus críticos señalan que el economista tiende a simplificar la idea de “retorno sobre el capital”, minimizando el factor riesgo, los análisis presentados en su libro confirman que, globalmente, el retorno al capital/patrimonio en la sociedad europea ha sido durante los últimos trescientos años, y a pesar de los cambios políticos, de al menos 5%. Un porcentaje mucho más alto que el del crecimiento de las economías nacionales.

Según el empresario estadounidense Jordan Weissmann, columnista de medios como Slate y The Atlantic, el entusiasmo del público norteamericano por el trabajo de Piketty se explica porque, aunque los estadounidenses suelen ser escépticos frente a los impuestos, encuentran injusto que el trabajo duro, uno de los valores fundamentales de la sociedad de ese país, no sea recompensado a la altura del capital heredado. “En ese sentido”, dice Weissmann, “Piketty da un marco teórico a la izquierda americana. Esa que durante las protestas de Occupy Wall Street se reveló contra el 1% que es propietario del 99% del país”. Para el premio nobel de economía Paul Krugman, la obra del economista francés “es el libro económico más importante de la década. No volveremos a hablar de la riqueza y la desigualdad de la misma manera”.

Geneviève Fioraso, secretaria de Estado para la Educación Superior en Francia y quien, sin avisar al interesado, propuso el nombre de Piketty como merecedor de la Legión de Honor, declaró que “sus investigaciones dejan en alto el nombre de Francia. Piketty tenía la libertad de aceptar o rechazar la distinción. Ha decidido rechazarla, pero nos quedan la excelencia y visibilidad de su trabajo”.

 

Por Ricardo Abdahllah, París

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