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En torno a un reportaje: la verdad sobre las mentiras

El gremio de la caña sienta posición en este artículo frente al publicado el domingo pasado por el sociólogo Alfredo Molano Bravo sobre los daños ambientales que se investigan en la laguna de Sonso, en el Valle del Cauca.

Mauricio Botero Caicedo, ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR
20 de marzo de 2016 - 02:10 a. m.
Sobre la laguna de Sonso, cuya extensión supera las 2.000 hectáreas, un cultivador de caña construyó un dique ilegal de 2,5 km para expandir actividades agrícolas. / Archivo particular
Sobre la laguna de Sonso, cuya extensión supera las 2.000 hectáreas, un cultivador de caña construyó un dique ilegal de 2,5 km para expandir actividades agrícolas. / Archivo particular

“Cada uno tiene derecho a tener su propia opinión, pero no a sus propios hechos”.Daniel Patrick Moynihan.

Respecto a un reportaje publicado en este diario el pasado 13 y 14 de marzo sobre la laguna de Sonso, se trae a colación la cita del exsenador estadounidense Patrick Moynihan, dado que el autor de dichos escritos, Alfredo Molano, en sus columnas editoriales tiene todo el derecho a tener su propia opinión, pero como periodista en su reportaje no tiene derecho a tergiversar los hechos. Tan lleno de inexactitudes e imprecisiones es el escrito de Molano que el autor de esta nota no ve alternativa diferente que señalarlas para que los lectores no queden irremediablemente desinformados.

En dicho reportaje, Molano aprovecha la denuncia sobre el atentado contra este humedal por parte de un infractor individual para enlodar al sector azucarero y a los emprendedores en el Valle del Cauca y afirmar, sin ninguna prueba, que los “terratenientes se roban la tierra”. Esta táctica difamatoria es tan peregrina como el que, para denunciar la destrucción de unos frailejones en un páramo por parte de un papero, fuera necesario insultar al sector de la papa en general y a los fabricantes de Papas Margarita y McCain en particular.

Haciendo abstracción del notable sesgo en contra de los emprendedores, a quienes acusa de querer hacer plata, como si dicha actividad fuera criminal, Molano distorsiona de manera grave otros hechos. Como ejemplo, los siguientes párrafos del escrito de Molano del domingo pasado contienen cada uno múltiples errores.

En uno de ellos afirma Molano: “Pero un día al cónsul de EE. UU. en Palmira, Míster Eder, le dio por el desarrollo, o mejor, por hacer plata, explotar el valle: ensayó con la caña azucarera en momentos en que el país vivía la Danza de los Millones —dólares a rodos, unos prestados, otros pagados por el robo de Panamá y otros invertidos para reproducirse—”.

Varias aclaraciones: 1. La caña de azúcar llevaba más de tres siglos cultivándose en el Valle del Cauca. 2. Don Santiago fundó Manuelita en 1864. Los recursos pagados por el rapto de Panamá llegaron en 1921, cerca de 57 años después. Molano, en otro párrafo afirma que “Míster Eder les echó mano a las tierras de negros y campesinos que necesitara”.

La realidad es que don Santiago inició su actividad agroindustrial comprando cuatro haciendas a Jorge Enrique Isaacs, no echándoles mano a tierras de campesinos y de negros. Molano a continuación escribe: “El experimento exitoso de Míster Eder contagió a otros ricos —¿cómo llamarlos de otra manera?—. Hicieron sociedades y otro gringo en los años 50, Míster Lauchlin Currie, alto empleado del Banco Mundial, importó otra idea nacida en el valle de Tennessee: regular las aguas del Cauca”.

Molano en este parágrafo hace gala de animosidad y de su ignorancia: 1. El profesor Lauchlin Currie era canadiense y no gringo. 2. Currie no tuvo nada que ver ni con la Autoridad del Valle del Tennessee (TVA) ni con la CVC. El padre de la TVA y mentor de la CVC fue David Lilienthal. Confundir estos dos nombres es el equivalente a confundir la leche de magnesia con una noche de amnesia.

Afirmar, como lo hace Molano, que “la Violencia en Colombia (1946-1962) había dejado tierras en manos de los ingenios” es una calumnia.

Molano desconoce que buena parte de las tierras propias de los ingenios eran propiedad de ellos antes de 1946. Molano se equivoca cuando dice que el 76% de las tierras son arrendadas. Estas tierras de terceros son de 2.700 proveedores, de las cuales el 80% son fincas menores de 100 hectáreas.

Molano actúa tendenciosamente cuando insinúa que los ingenios, según denuncias, utilizan concentraciones de glifosato mayores a las legales para acelerar la maduración de las cañas. Los hechos relacionados con la laguna de Sonso y el uso del glifosato son otros: en el área del espejo de agua, zona de amortiguación y en la franja forestal protectora está prohibido el uso de agentes maduradores en caña de azúcar, por lo tanto, en toda la zona de la laguna de Sonso, así como en su zona de uso sostenible, no se realizan aplicaciones de glifosato.

Asimismo, es importante precisar que las aplicaciones de glifosato en las zonas permitidas en el valle del río Cauca se realizan a razón de 1,0 a 1,5 litros por hectárea, mientras que para el control de los cultivos ilícitos en Colombia la dosis es de 10,4 litros por hectárea.

Molano adicionalmente afirma en un aparte que la caña se quema para acelerar su maduración, y en otro aparte que la quema se hace para facilitar el trabajo de las máquinas cosechadoras. Ambas falsas afirmaciones son palpables demostraciones de un desconocimiento de la actividad azucarera. La quema disminuye el contenido de la sacarosa y la única razón por la que se adelanta es para facilitar el corte manual, no el trabajo de las máquinas cosechadoras.

Molano deja entrever que todo el Valle está cubierto de caña. De acuerdo con el anuario estadístico del Ministerio de Agricultura, “en el Valle del Cauca se siembran más de 70 mil hectáreas de café; más de 30 mil hectáreas de frutales; más de 90 mil hectáreas de cultivos transitorios como maíz, soya, arroz, fríjol y sorgo; más de 25 mil hectáreas de plátano; cerca de 4 mil hectáreas de hortalizas, entre otros productos...”.

Finalmente, Asocaña, entidad que agremia una parte de los cultivadores de caña ubicados en el valle geográfico del río Cauca y la mayoría de los ingenios azucareros, ha reiterado formalmente su rechazo a las afectaciones provocadas a importantes ecosistemas, como es el caso de la laguna de Sonso y el humedal Ticuante-El Conchal.

En comunicaciones enviadas a la Corporación Autónoma Regional del Valle (CVC), el pasado 20 de enero y 29 de febrero, el gremio señaló: “Sobre este particular queremos enfáticamente pronunciarnos, manifestando nuestro total rechazo sobre estos hechos, que afectan de manera evidente a este importante ecosistema de alta prioridad de conservación, el cual próximamente hará parte de la lista Ramsar de humedales de importancia internacional”. El gremio, enfatiza que no comparte este proceder e insta una vez más a las entidades correspondientes para que adelanten los procedimientos legales necesarios e impongan sin excepción alguna las sanciones necesarias a los autores de estos hechos.

Por Mauricio Botero Caicedo, ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

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