Tras la riqueza del centro de la tierra

Cinco petroleras explorarán el país a partir de 2013 en búsqueda del gas y petróleo de esquisto, Su objetivo: replicar los exitosos resultado de EE.UU.

David Mayorga
12 de enero de 2013 - 09:00 p. m.
Campos petroleros como este en Stanley, Dakota del Norte, fueron estratégicos para que EE.UU. garantizara su autosuficiencia energética en los próximos 118 años. / AFP
Campos petroleros como este en Stanley, Dakota del Norte, fueron estratégicos para que EE.UU. garantizara su autosuficiencia energética en los próximos 118 años. / AFP

Hasta hace algunos años el pueblito de New Town, en Dakota del Norte, era una convención más en los mapas del estado. El censo de 2010 mostraba que el número de habitantes se acercaba a los 2.000 y las guías de la zona, para referirse a él, señalaban que agrupaba a las tribus Mandan, Hidatsa y Arikara en la reserva Fort Hold. La mayoría de sus habitantes vivían en la zona rural y por su avenida principal, Main Street, solían rodar los niños sobre sus bicicletas.

Todo aquello forma parte del pasado. La nueva cara del pueblo muestra varias urbanizaciones, trancones en las esquinas, trenes de carga en las noches, el olor a diésel en el aire, carrotanques de combustible que van y vienen por la avenida y las caras de extraños cuyo número ya ni se tiene en cuenta. Los afanes del progreso se tomaron este rincón del norte de Estados Unidos a finales de 2008, cuando las autoridades estatales invitaron a la industria energética a explorar su subsuelo.

Lo que encontraron fue un auténtico tesoro: 2.000 millones de barriles, los cuales se multiplicaron hasta estimaciones de 18.000 millones con estudios posteriores. Rápidamente, las carreteras del estado se llenaron de maquinaria pesada, camiones y obreros. La economía se revitalizó a tal punto que en New Town la tasa de desempleo, en junio del año pasado, fue de apenas 1,5%.

Las más recientes estadísticas de la Oficina de Información Energética (EIA) de EE.UU. sitúan a Dakota del Norte como uno de los protagonistas en la producción de los 10,4 millones de barriles diarios de crudo en 2012. Contrario a la imagen mental que la gente se haría, en los campos petroleros del estado la presencia de torres de succión es mínima: sus campos se caracterizan por la predominancia del verde.

El mismo cuadro se repite en Texas, Pennsylvania y en los demás estados donde la extracción del petróleo y el gas de esquisto (shale, en inglés) brilla con luz propia. “Desde hace tres décadas la industria viene extrayendo hidrocarburos de rocas poco porosas que han atrapado material orgánico, el cual, tras diversos procesos geológicos, se ha transformado en petróleo y gas”, explica Alejandro Martínez, presidente de la Asociación Colombiana del Petróleo.

Se trata de una técnica de extracción diferente, conocida como “no convencional”, en la cual las petroleras perforan hasta llegar a la capa geológica donde abundan los esquistos. Entonces el taladro adquiere una posición horizontal para abarcar la mayor área posible y, a través de una mezcla de agua a presión, químicos y arena, abre pequeñas fisuras en la roca (su grosor no supera el de un cabello) para extraer el hidrocarburo (ver gráfico superior).

Es el legado que le dejó al mundo el petrolero George Mitchell, el hombre que en pleno furor de la crisis del precio internacional de crudo de los años 70 comenzó a investigar los excedentes de gas y líquido que dejaba la extracción de sus pozos en Texas. La refinación del método y la tecnología tomó varios años hasta que se hizo viable en 2008, cuando la cotización del barril sobrepasó la barrera de los US$100.

“Estos proyectos requieren una inversión intensiva, de hasta diez veces más que la de uno convencional. Por eso no se puede trabajar con un solo pozo, sino que tienen que abrirse más para recuperar el dinero en el menor tiempo posible. En Estados Unidos hay campos que operan con más de 100 pozos”, dice Martínez.

Y no sólo de crudo vive la industria. La exploración de gas a escala ha permitido ampliar las reservas a tal punto que, según la EIA, sumaron 3,5 billones de metros cúbicos en noviembre pasado, con los cuales está garantizada la autosuficiencia por más de un siglo.

Ambos fenómenos también han dejado huella en el empleo, con la creación de más de 600.000 puestos en la industria durante los últimos tres años (en algunos campos los salarios de los operarios aumentaron a US$60 por hora). Por supuesto, en pueblos como New Town ha dejado consecuencias funestas: la inflación ha llegado a tal nivel que se pagan US$7 por un galón de leche.

Como era de esperarse, el fenómeno del petróleo y el gas de esquisto no tardó en propagarse por el mundo. Países como Alemania, Polonia, China, Indonesia y Argentina han aprobado jugosos contratos de exploración o están en vías de hacerlo. Colombia no es la excepción, pues, a través de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH), ha venido analizando diferentes escenarios desde hace más de cuatro años.

“Se piensa que puede haber reservas en los departamentos de La Guajira, Cesar, Valle del Cauca, en el Catatumbo, en el valle medio del Magdalena y el pie de monte llanero, para mencionar algunos lugares. Pero se necesitan más estudios”, comenta Thomas Cramer, catedrático de Geociencia de la Universidad Nacional de Colombia, el hombre que lideró uno de los primeros análisis sobre el tema, pero que fue dejado de lado por el gobierno cuando el precio del barril bajó en 2009.

El interés se reactivó oficialmente el año pasado, cuando la ANH ofertó 31 bloques para la exploración de hidrocarburos no convencionales. Aunque se esperaba un número más amplio de interesados, cinco compañías presentaron su oferta y firmaron contratos en diciembre: Ecopetrol, Shell, ExxonMobil, Nexen Petroleum y Drummond (ver gráfico).

“En estos momentos nos estamos jugando el futuro energético del país, pues las reservas actuales de crudo y gas no exceden los seis años. Por eso es muy importante que no cambien las reglas del juego, porque las inversiones que deben hacerse son tan altas que el menor atisbo de inseguridad fiscal espantaría a las compañías”, señala Martínez refiriéndose a los cinco proyectos de ley que se tramitan en el Congreso para aumentarle la carga impositiva al sector.

Pero no será el único riesgo que tendrá que enfrentar. La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) publicó en diciembre un informe preliminar de 275 páginas, en el que encontró indicios de que la exploración no convencional estaría contaminando fuentes subterráneas de agua en estados como Texas, Pennsylvania y, claro, Dakota del Norte.

Es muy temprano para predecir el resultado que esta técnica tendrá en Colombia, pero expertos como Cramer señalan que es un tema que no debe tomarse a la ligera: “El país tiene un buen potencial y lo desarrollará siempre y cuando se tome el tiempo necesario para estudiar su impacto, preparar bien a la gente y dominar la tecnología. Son tareas necesarias para consolidar una industria responsable”.

Por David Mayorga

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar