Una ley sin horma para zapateros

La invasión de productos chinos en el mercado nacional diezmó a los productores de calzado del barrio Restrepo en Bogotá. La norma que combate el contrabando no cumplió las expectativas en ese gremio.

Óscar Güesguán Serpa
06 de julio de 2015 - 10:13 p. m.
Uno de los dos trabajadores con los que cuenta la empresa de Óscar  Espinoza, que en época de “vacas gordas” empleaba a más de 30 personas. / Andrés Torres
Uno de los dos trabajadores con los que cuenta la empresa de Óscar Espinoza, que en época de “vacas gordas” empleaba a más de 30 personas. / Andrés Torres
Foto: ANDRÉS TORRES

Óscar Espinoza, dueño de Calzado Berolly, completa 30 años trabajando en el barrio Restrepo, en Bogotá. Su vida ha estado sumergida en la producción y venta de zapatos. Su abuelo tomó la decisión de apostar por ese negocio y, para bien o para mal, al contenido de la información genética de los Espinoza se le sumaron los pasos para hacer calzado.
 
Él hace parte de los, según cifras inexactas del gremio –a “vuelo de pájaro” se diría en el argot popular–, más de 500 mil trabajadores directos e indirectos que a diario tejen material, compran y venden insumos para hacer los ahora pocos zapatos que compran los bogotanos hechos en Bogotá.
 
Hablar de China con los comerciantes nacionales es sinónimo de debate. En este caso no es diferente. Espinoza dice que hace cuatro años se sintió el remezón por la llegada de productos desde Asia, sobre todo de China. Es muy difícil, dice, competir con zapatos que pueden costar hasta 80% menos que los producidos en este tradicional barrio de la capital. Una de las formas, explica, para mantenerse vivo ha sido cambiar insumos como el cuero por plástico o sintéticos. “A la gente ya no le gusta vivir arreglada, cachaca, como antes, que uno tenía sus buenos zapatos de material. Prefieren productos que le solucionen la necesidad inmediata, unos zapatos que le duren dos meses y volver a comprar otros”.
 
Este no es el único sector que se siente amenazado por el comercio exterior de la fábrica del mundo, como es conocido China, también lo hace la industria siderúrgica, pues los subsidios del Gobierno y los costos laborales hacen que este país sea competitivamente incomparable.
 
Aunque entre ambos países todavía no existe un TLC, las relaciones comerciales están más vivas que nunca y, claro está, son más benéficas para Oriente. Cifras del DANE evidencian que mientras las importaciones de China, casi US$3.500 millones (CIF), siguen aumentando, las exportaciones de Colombia hacia allí, US$515 millones, cayeron entre enero y abril de 2015. En comparación con ese mismo periodo de 2014, el país puso 74% menos productos en ese mercado.
 
Como si fuera poco, la exportación del 60% de la producción del cuero colombiano a Asia e Italia, aseguró recientemente el presidente de Acicam, Luis Gustavo Flórez, obliga sustituir los materiales. La fama que tenía el calzado nacional empieza a desvanecerse por este fenómeno.
 
La directora de la Corporación de Industriales de Insumos de Bogotá, Yormari Huertas, manifestó que “muchas de nuestras fábricas están paradas y siguen siendo muy artesanales. Nosotros no podemos salir a competirles a productos hechos en China”.
 
La crisis de este sector es inminente. Los productores han tenido que, con tal de no perder los clientes, ampliar los plazos de pago hasta 180 días. En esa coyuntura fue aprobada la Ley Anticontrabando, un proyecto que tiene la promesa de atacar, sobre todo, el contrabando técnico, una operación que, ha dicho el Gobierno, agrupa el 90% de la mercancía que entra de contrabando al país (ver página 25 sobre las normas sancionadas ayer por el presidente Santos).
 
“Esta ley penaliza el contrabando técnico con la figura de fraude aduanero. Estamos yendo a las empresas que nos generan un mayor riesgo para hacer las auditorías integrales: tributaria, cambiaria y aduanera para detectar problemas de facturación. En lo corrido del año se han aplicado más de $80 mil millones en sanciones por problemas de subfacturación, eso es controlar el contrabando técnico”, dijo el director de la DIAN, Santiago Rojas.
 
Si bien la norma, en principio, se presentaba como un alivio a los productores nacionales porque combatía el delito del contrabando  que se suma a los bajos precios de la mercancía que viene de China y que incluso mucha de ella entra al país  sin pagar impuestos, la que salió del Congreso no cumplió las expectativas, agrega Huertas.
 
El senador del Centro Democrático Iván Duque destacó que la ley aumenta el castigo para funcionarios que participen en estas actividades y para los contrabandistas de gasolina, pero es necesario aumentar la capacidad operacional de las autoridades en puertos, fronteras y aeropuertos. Esto, consideran los zapateros, no es muy claro.
 
En todo caso, con ley o sin ley, Óscar Espinoza sigue viendo a los contrabandistas como una amenaza para su oficio. No odia a los chinos, aunque reconoce que sin la invasión de esos productos su oficio sería distinto. Productivo. 

Por Óscar Güesguán Serpa

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