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Una rebelión remota contra los aparatos que nos controlan

El excesivo uso de dispositivos desató una paranoia personal y profesional que se deriva en una capacidad de atención fracturada y en insomnio.

Jonathan Guthrie
18 de agosto de 2014 - 02:08 a. m.
 El excesivo uso de aparatos electrónicos produce también un insomnio derivado de la exposición a la luz azul./Bloomberg
El excesivo uso de aparatos electrónicos produce también un insomnio derivado de la exposición a la luz azul./Bloomberg

Daimler les ha dado a sus empleados exhaustos la oportunidad para borrar automáticamente todos los correos electrónicos que reciben durante las vacaciones. La maniobra de la fabricante de automóviles pone de relieve lo que ya todos saben: la tecnología personal puede desgastar el yo. El hallar miles de mensajes sin leer puede hacer del primer día laboral algo horrible.

Esto no es culpa de los fabricantes de aparatos, las redes sociales o los operadores de datos de móviles. Es una consecuencia de nuestra determinación, alimentada por la paranoia personal y profesional, de usar todos sus productos y servicios al mismo tiempo. Los síntomas del mal son una capacidad de atención fracturada, insomnio desatado por la exposición a la luz azul, y un grupo de amistades cada vez más amplio y vacío.

Noté a alguien que tenía síntomas típicos de este mal en un tren que rodaba por Concord, Massachusetts, hasta el hogar de Henry David Thoreau, un filósofo de la naturaleza que creía que en los Estados Unidos de 1840: “La incesante ansiedad y tensión de algunos es una suerte de enfermedad incurable”. Fiel a este diagnóstico, nuestra víctima contemporánea estaba cambiando nerviosamente de teléfonos móviles, al tiempo que fluctuaba la banda ancha. También estaba haciendo malabares con un iPad. Estaba organizando un viaje de negocios a Indianápolis. Debía haber aterrizado en Concord y arrojado sus aparatos en el lago Walden, donde Thoreau nadaba luego de retirarse de la vida moderna.

Cada revolución tecnológica desata una reacción en contra. Thoreau en parte se estaba rebelando contra el ferrocarril que corría, y aún lo hace, a través de Walden. Esto no sólo redistribuyó el viaje de algunos americanos, sin duda por razones de negocios, a Indianápolis, de una forma que él pensaba que era innecesaria. También estimulaba la comunicación escrita, en la forma de cartas. Thoreau creía que la mayoría de éstas eran una pérdida de tiempo. Similarmente, cuando la producción en masa se convirtió en una fuente de esperanza en el siglo XIX, William Morris y John Ruskin, británicos que creaban polémica, estuvieron allí para rechazarla.

La reacción a la tecnología de la información intrusiva está hasta ahora desarticulada. Algunos cafés de California prohíben Google Glass, que las ven como unas gafas que esconden un software de espionaje. Hay tormentas mediáticas esporádicas sobre la proporción de contenido en internet que es pornográfica. El cantante alemán Cris Cosmo tuvo un pequeño éxito con un hit menor titulado “Schiess und Facebook”, hace algunos años, pero las redes sociales ayudaron a impulsar su éxito. Ningún Thoreau contemporáneo ha ganado el impulso popular con una filosofía de liberación de toxinas informáticas. Claramente hay un vacío en el mercado.

Una parte del argumento de Thoreau era anticonsumista y se apoya en un útil contrapunto a la idea de que el último producto de Apple sea una remuneración suficiente para trabajar más de 50 horas semanales. Luego de haberse retirado al bosque, vivió con poco más de US$62 durante el primer año. Esto incluyó el costo de construir la cabaña.

El economista británico John Maynard Keynes, que se aproximó desde un ángulo ligeramente distinto al equilibrio entre vida y trabajo en 1930, argumentó que aumentar la producción industrial llevaría a que los británicos necesitaran trabajar sólo 15 horas a la semana. Su pensamiento coincidía con el de Thoreau, imaginando que los individuos querían más tiempo para relajarse, en lugar de tener más bienes y servicios.

La mayoría no. Esto está bien para los trabajadores de Daimler, que perderían sus empleos si no hubiera una demanda para automóviles de primera línea que funcionalmente no son diferentes a los modelos más económicos. El debate se enfoca en una división supuestamente injusta de las ganancias de la actividad económica, en lugar de una distribución injusta del tiempo libre. Según esta medida, un típico banquero no lo tiene, mientras que a un actor que lucha por sobrevivir le sobra.

Thoreau creía que la masa de los hombres vivían vidas de callada desesperación. Lo que no había comprendido era la masa de personas a las que no les importa esto, sí consideran que la vida de su vecino es un poquito más desesperada que la suya.

Me bajé en Concord mientras que el hombre de negocios hacía multitasking y desaparecía por la línea de rieles. El lago Walden tiene muchos visitantes por estos días, y hoy el zambullido diario de Thoreau probablemente habría terminado en un choque con un kayak. Pero hay un laguito más satisfactorio entrando por el bosque, al lado del cual la hormiguita digital puede sentarse y purgar los unos y ceros de su sistema.

Elevado por mi rechazo temporal de la modernidad, regresé a una bandeja de entrada llena, días laborales de 11 horas, y a trasladarme del trabajo a la oficina con un PC, dos teléfonos móviles, un BlackBerry y un iPad.

Por Jonathan Guthrie

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