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Apuesta por la primera infancia

Renovar los métodos de enseñanza y permitir que los niños aprendan en medio de la diversión y la curiosidad, podrían ser las fórmulas para revolucionar la calidad educativa.

Redacción Vivir
13 de abril de 2014 - 11:00 a. m.

Hace poco más de una semana las alarmas se volvieron a prender. El último lugar en la prueba Pisa, que evaluó la capacidad de los jóvenes para resolver asuntos de la vida cotidiana, alertó, como ha sucedido en varias ocasiones, sobre el estado actual de la educación colombiana.

El tema —por las vergonzosas cifras, por los resultados en exámenes de Estado y porque son pocas las universidades que aparecen en los escalafones internacionales— ha cobrado importancia con el pasar de los años. Pero aunque paulatinamente estudiantes, profesores, universidades y medios de comunicación han planteado este reto como un verdadero desafío que no puede excluirse de la agenda política, es evidente que los vacíos persisten.

¿Cuál es el meollo de todas esas deficiencias? ¿Dónde nacen estas limitaciones? Las respuestas abundan: en la escasa calidad en los colegios públicos y privados, en la pobre cobertura universitaria o en la mediocre preparación de los docentes, aspecto que hace dos meses resaltó un estudio de la Fundación Transformemos. Si el país —decía la investigación— invirtiera un poco más en su formación, en 2050 su PIB crecería del 6 al 12%.

Pero para algunos la base de este inconveniente, de este nudo tan difícil de desatar, está justo en la formación primigenia: en la educación de la primera infancia. Así, por lo menos, lo ha asegurado la Unicef: “Durante esa etapa se desarrollan muchas de las estructuras del cerebro y se establece todo un sistema de interconexiones esenciales para su correcto funcionamiento. La confianza, la curiosidad, la capacidad para relacionarse con los demás y la autonomía dependen del tipo de atención y cuidado que reciben los niños”.

Y fortalecer esos aspectos ha sido, de hecho, la apuesta de algunas instituciones del país que se han preocupado por darles un vuelco a los manidos métodos de aprendizaje.

“Esa educación de los primeros años es esencial en el ser humano y en el desarrollo de cualquier nación. Por ello es trascendental entender la necesidad de que los niños aprendan jugando, divirtiéndose, resolviendo conflictos a través del diálogo y del buen ejemplo. En últimas, es muy importante respetar la infancia; dejarlos que crezcan con curiosidad. Porque muchos piensan que educación es enseñarles a leer más rápido, pero se equivocan”.

Las palabras son de Felipe Noguera, director y fundador del Arca de Noé, un jardín infantil que hace 20 años nació en Bogotá con la pretensión de serle fiel a esa apuesta; con la convicción de que esa metodología, que profundiza en la expresión de las emociones de los niños, era la más acertada para preparar generaciones.

“Lo que pretendemos —dice Noguera, economista y antes actor— es que ellos verbalicen, reconozcan lo que sienten y así puedan establecer una seguridad emocional. Y eso es muy valioso porque los conflictos se resuelven más fácil”.

Pero también, en sus palabras, hay que permitirles crecer en medio del goce, del juego y de espacios lúdicos, para luego, con el tiempo, fortalecer los aspectos en los que ellos quieren trabajar. “Sí —explica Noguera—, se les despierta la curiosidad y, además, en medio de esa acción en la que están ocupados y contentos el aprendizaje es más fructífero”.

Sin embargo, pese a que ciudades como la capital ya empezaron a fortalecer ese proceso de cambio, aún hay una gran barrera que lugares como este deben vencer: “Que a los maestros los consideren lo que son: un pilar esencial de la sociedad. Pero, sobre todo, que quienes toman las decisiones valoren la trascendencia de esos años, del cambio que puede haber si esos primeros pasos se dan con más seguridad”.

Por Redacción Vivir

 

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